Agárrense, que vienen curvas

La debacle electoral del 28M, como cualquier fracaso, enseña. Pero alguien aprende solo si se quiere. Cuando demasiados ciudadanos en sus partidos de hojalata, quieren ser cabezas de ratón, solo por enseñar los caninos, sin conformarse con ser gregarios o cola de cualquier animal mayor, es difícil, muy difícil que ese apetito cainita que embarga a una buena parte de las sensibilidades progresistas se detenga. Mucho más cuando la crítica se ha perdido o circunscrito a postureos barnizados. Sorprendido al principio, reflexionando más tarde, me parece inteligente y valiente el anuncio electoral del próximo 23 de julio. Muy arriesgado, pero …

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Carlos Tundidor

La debacle electoral del 28M, como cualquier fracaso, enseña. Pero alguien aprende solo si se quiere. Cuando demasiados ciudadanos en sus partidos de hojalata, quieren ser cabezas de ratón, solo por enseñar los caninos, sin conformarse con ser gregarios o cola de cualquier animal mayor, es difícil, muy difícil que ese apetito cainita que embarga a una buena parte de las sensibilidades progresistas se detenga. Mucho más cuando la crítica se ha perdido o circunscrito a postureos barnizados.

Sorprendido al principio, reflexionando más tarde, me parece inteligente y valiente el anuncio electoral del próximo 23 de julio. Muy arriesgado, pero pondrá entre las cuerdas a muchos “líderes” de la izquierda y les dejarán con menos, con pocos diría yo, argumentos para volver a la liza electoral fragmentados.

Agárrense que vienen curvas

En la derecha lo saben y, hoy, solo hay una gran derecha que engloba −salvo en el País Vasco y Cataluña− a todas las corrientes conservadoras: desde las democráticas y liberales hasta las que se pronunciarían, caso de ponerles a prueba, por golpes de estado y dictaduras. Si esto es así de meridiano, no entiendo, salvo por cuestiones personales, los porqués en los partidos del progreso para no hacer lo mismo.

El otro partido, el franquista, todo el mundo puede adivinar qué deriva puede tener. Eso, a pesar de que su nombre suene a diccionario, para despistar.

La división de la izquierda logra lo que cualquier dictadura franquista podría hacer si los ilegalizara. En la práctica, entre el antidemocrático límite porcentual para entrar en el reparto de escaños y la desigual ley D´Hont, varios de estos partidos lo que registran son votos que no solo van a la basura, sino que los partidos que superan ese límite, obtienen representación mínima. Pasó en las anteriores elecciones autonómicas y locales y, sin querer aprender, en las actuales. Solo con que ZEC, Chunta, Podemos y Teruel Existe se hubieran presentado juntos en la ciudad de Zaragoza, con los mismos datos, el Partido Popular hubiera bajado un concejal y dicha coalición alcanzado los cinco concejales.

Los votos de Podemos, Chunta y Teruel Existe −puesto que, hoy, con la correlación de fuerzas existentes, esos votos son de personas inclinadas hacia la izquierda− han ido a la basura en las locales zaragozanas y los pírricos 5,83% de ZEC solo servirán para dos concejales.

Pero, además, está el ejemplo que da esta fragmentación: abstención, pasotismo, abulia, de quienes debieran ser los votantes más generosos, menos egoístas y, por lo tanto, cercanos al voto avanzado, moderno, de futuro, al voto que cambia a una sociedad mejor: los jóvenes.

Esa apariencia de perpetuarse, de poner muros a los acuerdos inter pares, de aparentar estar en la política solo por hacer carrera o por sacar la cabeza del tiesto hasta ser un ratoncillo de aquellos mencionados, da alas a esa apatía desilusionada de toda una generación encarnada en la abstención mayoritaria.

Si a la vista del anuncio del 23 de julio, de los resultados del 28 de mayo, de la apuesta, sin disimulos, de los grandes medios de comunicación por los partidos de la marcha atrás, del regresivo poder judicial, de todos juntos por reducir a escombros la España social del bienestar, del progreso, no reaccionan los llamados líderes de partidos, mareas, banderías, clanes, tertulias y corrillos y siguen discutiendo si galgos o podencos, o ignorar avisos de “que viene el lobo”, los resultados supondrán un retroceso de décadas en nuestro país a tenor de la vuelta a las corrupciones descaradas, a las comisiones, a la anulación de leyes o promulgación y mantenimiento de otras cercenando lo público y las libertades.

Si Sumar −se llame así o como le dé la gana, sea liderada por una u otra persona− no es la única, repito, la única alternativa electoral de la izquierda desde Finisterre hasta Trafalgar y desde el cabo de Ajo hasta el de Palos, las próximas generaciones lo van a pasar mal, muy mal. No hay más que aventurar los caminos de la Sanidad Pública, del negocio energético, del futuro de las pensiones públicas, de sueldos, a vueltas, de nuevo, con el mileurismo, de la revalorización de las pensiones, de los parones en leyes sociales actuales, del cambio climático en manos de quienes lo niegan… Que cada cual, incluso los que han votado a los mal llamado populares o al partido franquista, reflexionen unos minutos con el futuro posible hacia los que heredarán el país: los hijos y nietos de todos.

Porque, la situación es tan crítica que, hasta el propio PSOE puede estar en trance de desaparición o de perder, definitivamente, el apellido socialista. Tampoco pasaría nada si este país optara por una coalición de partidos que representaran la mayoría progresista de este país integrando, incluso, a los socialdemócratas. Pero ya que ese supuesto es difícil de imaginar, el del agrupamiento de toda la izquierda en una sola papeleta electoral que se llame lo mismo en Cataluña que en Andalucía, en Galicia, Aragón, Valencia o en el País Vasco, es vital y urgente. Tan urgente que, en el plazo de diez días, todos esos pequeños actores y divos −hombres y mujeres− con deseos de ser protagonistas, se deben de conformar, muchos de ellos, con tener papeles secundarios.

Y empujando todos a la vez, protagonistas, secundarios y tramoyistas, con misma fuerza e ilusión para que, como dijo Labordeta, los que vengan después la puedan ver.

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