Al desplazar del centro la cuestión del consentimiento (sólo sí es sí) todo se vuelve raro. Desplazada la cuestión formal -el consentimiento, el acuerdo de las partes sobre lo que está sucediendo- la nueva campaña fija la cuestión en el contenido: establece, desde la propia estructura del lema que maneja, una gradación de actitudes que van de lo aceptable a lo inaceptable.
Es decir: ahora la cosa va de como te lo montes. La opinión de la chica sobre lo que está sucediendo ya tal. En una esquina. En pequeñito.
Este es el giro siniestro: el planteamiento del “No es No” -sólo un sí es un sí- ponía el centro de gravedad en la decisión de las mujeres. La nueva campaña en la actitud de los hombres. Ser grosero o ser galante.
No es lo mismo acariciar que manosear. Pero que no sean lo mismo no dice nada sobre si esta bien o mal acariciar o manosear. Lo que decide que esté bien -X, lo que sea- es el acuerdo de las partes sobre lo que está sucediendo. El consentimiento de la chica sobre lo que desea y le apetece. Una caricia es mal cuando no es consentida ni deseada, lo mismo que magrearse en un coche es maravilloso si ambas partes quieren.
Es lo mismo acariciar que manosear cuando no existe consentimiento. Acosar flojito es acosar. Porque acosar no va de como tu te lo montes -de si eres amable o grosero- va de los deseos de la persona a la que te diriges. No de cómo juzgues tu actitud, sino de cómo es juzgada la situación por la otra persona.
Es la decisión, el consentimiento, de las mujeres lo que establece la línea divisoria del acoso. Y eso es lo que debería seguir diciendo alto y claro una campaña contra el acoso.