La jornada electoral venezolana de ayer, 7 de octubre de 2012, supone un nuevo avance en la construcción del modelo denominado genéricamente “socialismo del siglo XXI”. La importancia geoestratégica de Venezuela y la influencia de su proceso de Revolución Bolivariana tienen dimensiones e implicaciones planetarias. Ante la genocida guerra que el capitalismo libra contra la clase trabajadora de todos los pueblos del mundo, y que los militaristas aficionados a la mentira y el eufemismo denominan “crisis económica global”, se alza la voz de un pueblo digno que ha decidido continuar plantándole cara al imperialismo.
---------------------------------------------------------------------------------------------------
La importancia de la victoria bolivariana para los intelectuales de izquierda
En las últimas horas, han sido varios los intelectuales de izquierda que han mostrado su respaldo al presidente Chávez de cara a los comicios de ayer. Entre ellos destaca Atilio Borón, prestigioso intelectual argentino, quien opina que “un triunfo del presidente Hugo Chávez Frías fortalecería los aires de renovación política, económica y social que recorren América Latina y el Caribe desde finales del siglo pasado y que nos han permitido dar importantes pasos hacia nuestra segunda y definitiva independencia. Su derrota, en cambio, implicaría un fenomenal retroceso no sólo para Venezuela sino para los países del ALBA y, además, para toda Nuestra América”.
Para Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, el gobierno bolivariano “domesticó los mercados, detuvo la ofensiva neoliberal y posteriormente, mediante la implicación popular, hizo que el Estado se reapropiara los sectores estratégicos de la economía”, lo cual favoreció una ”redistribución de la riqueza, en favor de los servicios públicos y de los olvidados”.
Desde México, Ana Esther Ceceña, especialista en geopolítica, ha señalado que “Venezuela es un epicentro de dotación de recursos valiosos para el continente, porque la cantidad de petróleo lo hace insustituible”. En este momento se dan las circunstancias históricas en que el pueblo controla dichos recursos. Ello convierte al país bolivariano en “blanco principal de los ataques imperialistas”. Es importante lo que ocurra el día 7 de octubre, porque “una victoria de Chavez significaría un soporte para muchas luchas a lo largo y ancho del planeta”, y concluye: “nuestro futuro está en riesgo si los venezolanos votan mal”.
Para el norteamericano James Petras, ”la victoria de Chávez no sólo va a ser una derrota para la derecha venezolana sino también para la derecha del continente. La tarea de Chávez a corto plazo es ganar estas elecciones y luego hacer una rectificación en el funcionariado, cambiar las prácticas clientelistas que vienen de muchos políticos que se han enganchado al vagón de Chávez”.
Por otra parte, el escritor uruguayo Eduardo Galeano incide en el nefasto papel jugado por los medios de comunicación mundial en el tratamiento informativo sobre Venezuela. “El caso mas claro, mas escandaloso de manipulación de la opinión pública es hoy por hoy el caso de Venezuela”, comenta Galeano. “Hay un divorcio ejemplar entre la realidad real y la realidad virtual que los medios muestran como única realidad. En el gran teatro del bien y del mal hay una distribución de funciones entre ángeles y demonios y Hugo Chavez es uno de los principales demonios. Es un dictador desde el punto de vista de las fábricas de la opinión pública mundial. Sin embargo, es un extraño dictador", ironiza Galeano, "ganó ocho elecciones en cinco años y en el referendum fue el primer presidente en la historia de la humanidad que puso su cargo a disposición de la gente. Asistí como observador a unas elecciones transparentes donde por primera vez se evitó que votaran los muertos que en Venezuela tenían la mala costumbre de votar y también se logró evitar que cada persona votara varias veces”.
Cayapa Comunicacional | para AraInfo
----------------------------------------------------------------------------
Venezuela: el chavismo contra un candidato no tan nuevo
El 7 de octubre, el pueblo de Venezuela optará por Henrique Capriles Radonski, candidato de la derecha, o Hugo Chávez, presidente elegido y reelegido desde 1998 por una mayoría nunca menor del 56%. Según la prensa extranjera, Capriles ha montado una gran campaña – es decir una campaña moderna y efectiva, con amplios recursos publicitarios. Ha hecho todos los intentos posibles por representarse como algo nuevo – joven (relativamente hablando), en buena condición física, bien parecido, relucientemente blanco. La novedad consiste en una derecha que promete mantener elementos del programa de gobierno de Chávez en lo que a servicios sociales se refiere, y de ofrecer un capitalismo más suave – hasta blando, dicen –o sea, algo distinto del neoliberalismo que tantos estragos ha hecho con América Latina desde la década de los noventa.
La realidad, sin embargo, es que la coalición que encabeza Capriles es bien conocida y su estrategia claramente neo-liberal. Se trataría del regreso al poder de una burguesía que sacó provecho durante casi un siglo de su relación con el imperio del norte, que disfrutó el boom petrolero y el consumo ostentoso que les aseguraba. Se trata de la misma burguesía que desde la llegada de Chávez a la presidencia ha movilizado todos sus recursos para destruir su gobierno y sabotear las iniciativas que, con todas sus fallas, dirigían por lo menos una parte de las ganancias petroleras hacia el pueblo, un pueblo que sufrió directamente el impacto del neo-liberalismo. En febrero de 1989, el entonces presidente, Carlos Andrés Pérez, impuso un programa de ‘ajustes estructurales’, exigidos por el Fondo Monetario Nacional, que recaían sobre las mayorías de forma brutal. La respuesta fue el Caracazo del 27 de febrero de 1989, una explosión insurreccionaria del pueblo que culminó con una represión que dejó un saldo de 3000 personas muertas (aunque el gobierno dijera que eran 300) enterradas muchas de ellas en fosas comunes. Lo importante del asunto es que Pérez acababa de ser re-elegido en base a una promesa de montar resistencia a las exigencias del Fondo y el Banco Mundial. Es exactamente lo que se puede esperar de un Capriles cuyos aliados entonces y ahora son los enemigos acérrimos del pueblo.
La misma burguesía venezolana ha peleado sin descanso contra el proceso político que se puso en marcha en 1998. En 2001 intentaron paralizar la economía, en 2002, en un intento de golpe encabezado por altos mandos militares junto con la organización de los empresarios, Fedecámaras, se secuestró a Chávez. Si duró sólo 48 horas, fue porque el pueblo tomó las calles en una movilización de masas que mostró su fuerza –pero también sus esperanzas de profundos cambios. Chávez regresó. En el mismo año, la burguesía volvió a movilizarse en un paro patronal que, de haberse realizado, hubiera destruido la industria petrolera, que es decir la economía entera. Duró tres meses, y si fracasó fue por la iniciativa y la resistencia del pueblo que mantuvo en marcha la producción petrolera. El paro patronal fue violento. Y ahí aparece Capriles, entre un gentío buscando destruir la embajada cubana y cortando el agua y la electricidad a los que seguían dentro del edificio. Eso en el 2002-3. Es el mismo Capriles Radonski de ahora. Y a pesar del entusiasmo que manifiesta la prensa global ante su campaña lo más probable es que quede con una minoría de votos.
Es factible que baje el voto a Chávez, aunque los voceros oficiales insisten en que subirá. Pero es inimaginable que no sea mayoritario. El chavismo ha hecho hincapié en las esperanzas expresadas en 2002, identificándose con la memoria colectiva del Caracazo y la movilización de masas que simboliza. De allí el apoyo incondicional de las masas.
Pero la realidad de Venezuela es que, aunque se cambien los nombres de los ministerios a Ministerios del Poder Popular, y aunque el discurso de los políticos y los gobernantes recurra siempre a un lenguaje revolucionario, socialista, popular –reforzado por el atuendo rojo ubicuo- Venezuela está lejos de la revolución. El apoyo a Chávez no entra en duda. Por muchas razones históricas él sigue encarnando la esperanza revolucionaria para una gran mayoría. Sin embargo, es un apoyo a un personaje que de alguna manera flota por encima de una realidad que pone en jaque cada vez más esa promesa.
Uno se pregunta de dónde viene la rabia de la burguesía. A pesar de 14 años del proceso, no se han tocado sus intereses. No ha habido redistribución del ingreso. Si bien es cierto que los programas sociales –las Misiones– metieron amplios recursos en los servicios de salud, de educación, de vivienda, eso no fue a expensas de la clase capitalista. Se financió con el excedente petrolero. Y quien viaje a Venezuela con los ojos abiertos no puede dejar de ver el consumismo conspicuo de la burguesía en los centros comerciales, los restauranes, las casas y edificios con guardia permanente, y los cuatro por cuatro con vidrio ahumado que circulan a velocidad por las calles.
¿Y el poder popular? Si se preguntara a los sindicalistas de Mitsubishi, del metro de Caracas, de Sidor en Ciudad Guyana, contarían una experiencia durísima, atacados por sicarios y muchas veces por la policía nacional cuando ejercen su derecho de huelga por un lado, por otro denunciado por contrarrevolucionarios desde el estado. Si bien es cierto que este año se promulgó una nueva ley del trabajo –después de 14 años– queda en verse hasta dónde ésta informará la práctica del estado y el empresariado. Y si se preguntara a los herederos del Caracazo, quienes luchan por transformar la vida de las masas, dirían que todo se dirige desde arriba, que sus luchas se enfrentan cada vez más con un estado que las caracteriza de indisciplina y reto al orden público –sean campesinos luchando por sus tierras, sean comunidades de los barrios exigiendo que les lleguen los servicios prometidos. Porque la realidad es que el estado chavista se ha convertido en un aparato de poder que se dedica a frenar toda iniciativa popular, incorporando a líderes de base por un lado y muchas veces reprimiendo las inciativas populares a escala local por otro. Mientras los servicios se deterioran y las promesas se empiezan a incumplir –en materia de vivienda por ejemplo, no se ha pasado del 25% de las casas prometidas– la riqueza ostentosa e insultante de los burócratas es incalculable. La nueva burocracia del poder (algunos de ellos sobrevivientes de la anterior), con todo y gorro y camiseta rojos, se ha convertido en una nueva clase dirigente que manda y se enriquece en nombre de un pueblo que debe aceptar la escasez, una inflación que pasa el 30% anual en términos reales, y la imposición de voceros sin oportunidad de elegirlos directamente. El pueblo lo sabe y comenta en voz alta su corrupción rampante.
Y sin embargo, esas masas darán su apoyo otra vez más a Chávez. Saben qué es realmente la derecha y quién es Radonski detrás de su máscara sonriente. Él es el portavoz de un odio de clase que, de llegar al poder, buscará una venganza terrible y devastadora. Chile en 1973 nos mostró cómo se comporta una burguesía que ha visto la fuerza real del pueblo. Este pueblo ha visto las posibilidades de cambio, y ha invertido sus esperanzas en la figura de Chávez. Hoy día, un voto por Chávez es una reafirmación de esas esperanzas y ese deseo de cambio al mismo tiempo que un rechazo contundente a la derecha.
Pero ¿después de las elecciones? Si gana Chávez, la burocracia lo tomará como una luz verde para seguir enriqueciéndose, como un aval a su poder. Se equivocan. Dentro del chavismo se están disputando ya el relevo. El elegido parece ser Diosdado Cabello, cuya lista de cargos es demasiado larga para reproducir aquí. Es también uno de los hombres más ricos de Venezuela (si no el más rico) cuyos caudales son fruto de su papel en el estado chavista. Podrá tomar las riendas del sistema de poder desde el poder, pero él no es Chávez, y mucho menos representante de la voluntad de cambio revolucionario al que aspiran muchos de los que se llaman chavistas. Al contrario, Cabello es ejemplo vivo de las contradicciones internas al chavismo, entre aquel pueblo organizado desde abajo y la nueva burocracia. Sin Chávez su control se volverá cada vez más represivo y el pueblo tendrá que organizarse de nuevo, independientemente de las instancias del poder. Pero esto se tiene que preparar desde hoy.
Las personas socialistas, muchas de ellas peleando sinceramente dentro y desde el chavismo, se dedicarán desde ahora a trabajar desde las bases, creando la capacidad de actuación y rescatando el socialismo –teoría y práctica de las clases trabajadoras que se transforman en protagonista de su propia historia– de quienes tratan de redefinirlo como protagonismo de un estado que actúa de parte y en ausencia de ellas, y cada vez más en sus propios intereses.
Mike Gonzalez (militante del Socialist Workers Party , ha sido profesor en la Universidad Bolivariana de Venezuela) | para AraInfo
--------------------------------------------------------------------------------------
Noticias relacionadas:
Puyalón de Cuchas, votamos por Chávez
Venezuela con Chávez, pero más allá
La juventud trabajadora aragonesa con la Revolución Bolivariana, con el comandante Chávez
Actividades en Aragón en torno a Venezuela y las próximas elecciones presidenciales
Una visión desde el anarquismo de la Revolución Bolivariana
¿Qué está en juego en las elecciones de octubre en Venezuela?