Para quienes llevamos ese mismo tiempo movidos por el análisis de las razones del conflicto entre la OTAN de USA y la Federación Rusa en territorio ucraniano, al margen de esa propaganda uniforme y falsa, las piezas del puzle y sus fanfarrias encajan aceptablemente.
Para no perdernos ni perderse, intentemos concretarlas.
- Donald Trump quiere gobernar los Estados Unidos como una empresa neoliberal: pensando en beneficios, en gastos inútiles −a su juicio− y en aumentar mercados. Para ello, serán pocos −sus amigos y lobbies− los que se enriquezcan, todavía más, y otros muchos los que sufran los recortes. Por consiguiente, ceses de funcionarios, freno a las USAID y recortes en lo público y en servicios sociales.
- Donald Trump piensa que el verdadero peligro para los EEUU no viene de Rusia, sino de China. Salvo catástrofe nuclear, el gigante chino los adelantará, por la izquierda y derecha, en un plazo, como mucho, de dos décadas. No solo en el PIB, sino en temas esenciales como IA, comunicación, armamento, automoción, capacidad espacial o energética. En cierta manera, Trump ve a Europa, también, como competidor.
- Por ello, para evitar ese adelantamiento o retrasarlo, quiere destinar fuerzas, dineros y mimbres al Pacífico, más que a la OTAN europea. Japón, Australia, Corea del Sur, Nueva Zelanda, países corruptos como Filipinas, Birmania o el ‘casus belli’ de Taiwan le servirán para montar una OTAN del Pacífico con la idea de estrangular a China. Sin dejar de tener en el caletre la idea de alejar la entente actual entre Rusia y China.
- Consecuencia de tal estrategia es la reclamación ‘trumpiana’ sobre Panamá (poner palos en las ruedas a la expansión y lazos de China), el intento de que México vuelva al redil del patio trasero norteamericano, la compra −¿invasión?−, de Groenlandia al arrullo de sus riquezas y tener, así, más pasillo a nuevas rutas sobre el Ártico, la pretensión −¿charlotada?− de invitar a Canadá que sea otra estrella de la Unión, la absorción, mediante consorcio judeo-yanqui, de Gaza y de sus riquezas, etc.
- En el interior, para los posibles ajustes que se puedan producir y cuyos perjudicados, lógicamente, serían los propios, necesita chivos expiatorios. Como buen practicante de filosofías filonazis, los ha encontrado: los millones de inmigrantes que insiste en echar del país. Mucho más si son ‘coloured’. Junta así el chivo de la inmigración con el del racismo.
- Donald Trump ve, hoy, a la Federación Rusa como nuevo mercado en su concepción empresarial. Al tiempo, intuye que no será su verdadera oponente en la economía y quiere desembarazarse de un conflicto que lo está agotando. Al menos, dejarlo a la entera responsabilidad de Europa que, como pollo sin cabeza, intenta recomponerse con pocos resultados.
- En su idea de eliminar gastos, o rentabilizarlos más, dejará de lado la OTAN europea. No le importará sacar de ella fuerzas militares. En su nueva geoestrategia, le basta el baluarte del Reino Unido para poner palos en las ruedas de una hipotética Europa independiente de veras y su gendarme israelí en el Medio Oriente.
- La administración Biden −y su OTAN de entonces− comenzó y alargó la guerra con un triple objetivo: desgastar a Rusia, hacerlo, de paso, con China e impulsar un golpe de estado que debilitara y desmembrara, para décadas, a la Federación Rusa. Tapar las corruptelas −50.000 millones de dólares− de su propio hijo lo metió en el mismo cesto. Por eso, se boicotearon los acuerdos de Minsk uno y Minsk dos, además del de Estambul nada más comenzar la contienda.
- Hoy, nadie que conozca, mínimamente, las causas objetivas y geoestratégicas del conflicto, duda de que fue, realmente, Estados Unidos, con la complicidad espuria de Zelensky, quien lo comenzara con su pretensión de incluir a Ucrania en la OTAN, el apoyo a los movimientos nazis del Maidán, el golpe de estado sobre Yanukovich y con la feroz represión civil sobre los territorios de habla rusa del Donbás.
- Trump no tiene empacho, hoy, de afirmar y repetir que no fue Rusia el instigador del conflicto. Le sirve para implicar en la mierda, un poco más, a la administración Biden (pensando, quizá, en otro mandato) y para desembarazarse de alguien que se ha convertido en molesto: Zelensky. Tampoco le duelen prendas para calificarlo de dictador al amparo de una supresión total de libertades y partidos en Ucrania, seguir en su puesto de presidente pasado el plazo y sin convocar elecciones.
- Donald Trump ha hecho inventario y reclama 350.000 millones de dólares que, dice, ha recibido la administración ucraniana de la norteamericana de Biden. Dineros que, al parecer la mitad, se han evaporado. Zelensky y su camarilla tendrían mucho que ver en ello. Aunque algunos reajusten la cifra a 150.000 ó 250.000 millones, el montante “perdido” es demasiado. Empresario de la más rancia filosofía neoliberal reclama lo prestado, no regalado. Y mejor, quiere intereses sobre ello.
- De ahí viene el contrato que quiere hacer firmar a Zelensky. Es lo que le importa de Ucrania. Las vidas, los muertos, los ucranianos o los rusos le importan un higo, pero el litio, el cobre, el oro, el gas, las tierras raras, el petróleo de la minería en la Ucrania que reste, le importan, si es posible, de por vida. Contrato que reportaría a Estados Unidos entre 500.000 millones y un billón. Contrato que hipotecaría a Ucrania como Estado reduciéndolo a fallido. Si se lo firma, de nuevo le tenderá alguna garra, o zarpa, para dilatar, poco, su caída total. Zelensky se ha convertido en persona non grata para todos, para los europeos (por mucho que digan, hipócritas, lo contrario), para Trump, para el ejército ucraniano, para el 96% del pueblo, para Putin.
- Lo peor es que Zelensky puede que haya vendido (o prometido) la misma piel a varias peleterías: a los fondos Black Rock, a empresas francesas, a inglesas.
- La posibilidad de que sean Estados Unidos y la Federación Rusa quienes ‘cosan’ la negociación de paz y Zelensky −Ucrania− y Europa queden marginadas, ha dejado noqueada a la casta de Bruselas, la misma que la de la OTAN. La afirmación de Trump, es decir, de Estados Unidos, que fue Ucrania y sus valedores, Europa, la OTAN y, en la cúspide, la administración Biden, los reales causantes del conflicto, ha dejado a la Europa de Bruselas con los argumentos de tres años despojados de credibilidad. Han puesto el grito en el cielo, incluido Pedro Sánchez, sin ‘recordar’ que la ‘payasada’ de Suiza dejó de lado a la Federación Rusa, acudiendo, solo, los países de la OTAN y una decena más. Parece que entonces era correcto. Como siempre, en lo que se ha llamado ‘primer mundo’ que, ahora, va camino del precipicio, las varas de medir han sido dos y muy distintas. Si el real conflicto entre partes es entre la Federación Rusa por un lado y los dineros, las armas, los apoyos de Estados Unidos por otro, no parece muy descabellado que sean ellos dos quienes pongan las bases de la mesa de paz. Después, ya acudirán los otros actores, Ucrania y Europa.
- Entre esa Europa que corre como ‘pollo sin cabeza’, la verdadera perdedora de la guerra −perdedora gestada a lo largo de tres décadas de tener a los USA como ‘amo y señor’ con derecho a pernada−, y los Estados Unidos, campeón sacralizado de la extrema derecha mundial como es, ahora, Donald Trump, no llegará la sangre al río. Al menos, de momento. Europa seguirá perdiendo si va al rebufo del ‘pato Donald’. Solo volvería a tener la importancia mundial que no debió perder, en terrenos de autoridad moral, economía del bienestar, freno del autoritarismo, campeón de los derechos y la igualdad entre personas y pueblos, cuando entienda que, a la Europa actual, la de Bruselas, le falta la Rusia europea. Quizá le sobra Reino Unido. Y, desde luego, el edificio soportado por una casta en Bruselas ajena al bienestar de todos, a la igualdad. Sostén de una sociedad que ha perdido la fe en partidos, que aboga, con una de sus lenguas, por la democracia y lo que rodea y, con otra lengua y otra mano, perpetra una corrupción continuada, el privilegio descarado y la formación de un reinado y ‘nobleza’ política. Esa percepción en los ciudadanos es la que fomenta el crecimiento de los partidos de extrema derecha cuando no, claramente, nazis.
- Si, al final, las bases del conflicto quedan reguladas para conseguir la paz en Ucrania, el país quedará mermado. Por una parte, un 25% del territorio que votó integrarse con Rusia y que la Federación ha conquistado. Porción que, si la guerra se prolonga, irá a más, hasta Odesa. Por otra parte, hay ‘pellizcos’ con posibilidad de integrarse en la vecindad. Polonia, Rumanía, Hungría y Eslovaquia están al quite con terrenos reclamados al albur histórico. Zelensky caerá, quizá con un golpe de estado interno, quizá con un exilio dorado, quizá con algo peor. Su ‘salud’ personal está amenazada y no solo por Rusia. Dependerá de lo lejos que se vaya −dinero tiene para rato− y de que su lengua esté lo más quieta posible. Sabe muchos secretos de sus ‘amigos’ y es por ahí por donde le pueden venir las ‘enfermedades’. De una manera u otra, Ucrania será un estado fallido por mucho tiempo.
- Las pretensiones del Reino Unido y de Francia de poner un cuerpo expedicionario de entre 20 y 50.000 soldados en suelo ucraniano para ‘garantizar’ las condiciones de paz, son papel mojado. Trump no insistirá demasiado en ello y Rusia no las aceptará puesto que sabe que, ese ejército, sería una especie de caballo de Troya con capacidad de poner palos en las ruedas, trabas y fuente de rencillas en el normal desenvolvimiento entre Ucrania y Rusia. Ese ejército ‘expedicionario’ solo estaría con el objetivo de incitar, de nuevo, a la guerra.
- Resumiendo, no es aventurado suponer que el ‘pato Donald’ sacará tajada mercantil de Ucrania. A la postre, al empresario filo fascista es lo que le importa. La Federación rusa no se conformará con menos de los cuatro oblast históricos rusos, eso y quedar fuera la pretensión de añadir otra bandera a la OTAN. La Federación quedará más fuerte que nunca, al menos desde la desaparición de la URSS, construyendo algo que se ha consolidado: los BRICS. Ucrania se despedazará, si es que, finalmente, queda país, en el mejor de los casos, será fallido. Y Europa será la gran perdedora en el tren económico, en el tren del bienestar, en términos democráticos y en inestabilidad. La OTAN actual estará en el filo de navaja, las posibilidades hacer crack están subiendo. Desde luego, Estados Unidos se involucrará muy poco, dejará hacer, pero no asumirá demasiado. El Estado español haría muy bien en plantearse, seriamente, un referéndum para su salida de dicha organización.
- Por último, los más belicosos dentro de los beligerantes representantes de la casta de Bruselas, las Úrsulas, Macron, hasta Pedro Sánchez saca pecho, pueden decidir que siga la guerra, los envíos de material bélico, de material humano, de mercenarios al por mayor, que siga agonizando ese espacio llamado Ucrania y, dentro de él, los muertos persistan (siempre que no sean ellos). De hecho, ha habido una ‘cumbre’ para arropar a un individuo al que la historia lo pondrá en su sitio. A un heredero de un golpe de estado que avivó cuantas ‘banderas’ nazis pudieran existir en Ucrania. A un filonazi que clausuró, de manera absoluta, el derecho de expresión, los partidos políticos, la libertad de prensa, que envió a un millón de ciudadanos al matadero porque sabe muy bien −al igual que Netanyahu−, que parar la guerra significa su final político y, quizá, el físico. Tendría que explicar, entonces, en un ambiente algo mayor de libertad que el actual, muchas cosas, muchas negaciones, muchas corrupciones, muchos muertos inútiles.
- Si esto fuera así, la Europa que conocemos caminaría a su aniquilación en un plazo medianamente corto. Las Úrsulas, Macrones, Christines y quienes están alrededor, los que, en su feudo de Bruselas, ejecutan políticas que aniquilan la antigua Europa del bienestar, solo buscan su privilegio, bienestar y enriquecimiento, están logrando que el caldo de cultivo, para las ideologías de extrema derecha y abiertamente nazis, se multiplique. Es por su incompetencia, por su voraz rapiña, por esa percepción, desconfianza y decepción que los europeos han sumado en los últimos treinta años, por lo que se vuelven grandes esas ideologías demagógicas y fáciles que llevan, irremediablemente, al abismo. Si la Europa de Bruselas y de una OTAN rearmada a toda velocidad, decidiera apoyar la continuación de una guerra, apoyar a un tipo que hiede y que es pura molestia para la paz, se desangrará y cada vez pintará menos en la escena internacional, mucho menos en la autoridad moral que nunca debió de perder siendo pinganillo de USA y de su OTAN.
Estrambote. Si el acuerdo entre la Ucrania de un Zelensky casi defenestrado y los EEUU de Trump llega a buen puerto, no tardaremos en comprobar los cambios de máscaras en los medios informativos. Arreglos de cara, ajustes para que las mentiras de ayer cuelen como verdades de hoy, movimientos en los falderos europeos que se moverán lo justo en las sillas para seguir siendo falderos del que es amo y señor, Estados Unidos, al margen de que, en este caso, hay que poner más máscaras para reír las gracias del mandamás. Se condenará lo condenado por el amo, se justificará lo injustificable, se sonreirá en la cara, aunque por detrás salga la mueca. Ayer mismo, en el Consejo de Seguridad de la ONU, China, Estados Unidos y la Federación Rusa votaron juntos un mandato por la paz que excluye la culpa en Rusia. Salió adelante con el voto afirmativo de diez países y la abstención de los cinco restantes, los cinco europeos y en la OTAN, entre ellos Francia y Reino Unido con derecho a veto. Abstención, que no en contra. Signo evidente del “sí señor, lo que ordene, señor”.

