Nitratos, una contaminación rural

El agua del pueblo de Romanos (Campo de Daroca) no se debe beber, de hecho ni siquiera es adecuada para cocinar. Algunos habitantes la evitan y otros no. Tampoco la de otras localidades cercanas y hasta una treintena o más en todo Aragón. Paradójicamente es una zona con acuíferos cercanos y estos pueblos están situados cerca de cursos de agua

El paisaje ya nos da una pista. Extensiones de cereal y ni un árbol. Aquí y allá granjas de producción avícola o porcino. Muy similar a muchas otras zonas de Aragón y con los mismos problemas de despoblación.

Tanto la agricultura como la ganadería intensivas son la fuente de contaminación por nitratos y otras sustancias a los suelos y de ahí a las aguas. La fuente fundamental de esta contaminación son los abonos agrícolas, pero más peligrosa aún es la de los purines, que también polucionan con fosfatos y los aún más tóxicos nitritos. Desde el comienzo de la llamada revolución verde, allá por los 70 del siglo pasado, con la práctica del monocultivo y el uso masivo de toda suerte de agroquímicos artificiales la presión de determinados agentes químicos sobre la tierra ha sido extrema.

Resultado de ello la polución por nitratos, mucho más frecuente de lo que nos imaginamos, sobre todo centrada en zonas rurales. Grandes zonas del Estado tienen este problema, que en Catalunya se ha vuelto endémico, y cada equis tiempo saltan noticias puntuales sobre la cantidad de localidades que no pueden consumir agua corriente, aunque se tome de manantiales de la zona. En Aragón en 2015 fueron 30 los municipios afectados y decenas las alertas puntuales. La cifra oscila cada año, siendo 27 en 2014 y 31 en 2013.

No se puede saber a ciencia cierta cuando se puede beber o no el agua, pues la concentración de estos compuestos puede presentar picos y descensos puntuales y a menudo la medición se limita a un control mensual. También puede ser que, dependiendo del suelo, áreas separadas por muy poca distancia den mediciones dispares. Es por ello que en las zonas donde las mediciones son altas en general la población opta por no consumir nunca agua del grifo y comprar agua embotellada. En Lagata se optó por instalar una desnitrificadora en la fuente de la plaza del pueblo y de allí se abastecen los habitantes. En este lugar los niveles siempre se mueven en torno al límite situado por la OMS como seguro para la salud, situado en 50mg/l.

En otras localidades como Bello, por ejemplo, en 2015 se han alcanzado mediciones de hasta 150mg/l de nitratos, el triple del límite. La solución pasa por traer el agua de fuera del término municipal con una inversión de medio millón de euros. Habida cuenta que esta localidad está situada junto a la Laguna de Gallocanta se entiende que este humedal singular permanezca siempre declarada como zona vulnerable a la contaminación por estas sales.

Toda la zona del Matarranya presenta una problemática similar, con el añadido de que los sistemas de depuración están obsoletos y ya están previstas nuevas inversiones para depurar unas aguas que, según reconoció el alcalde de La Fresneda, presentan picos de contaminación por las “malas prácticas”. Y es que el vertido incontrolado de purines es un mal presente en todo el país y muy difícil de controlar.

Ahora bien, qué consecuencias tienen para la salud los nitratos. El nitrato en sí es poco tóxico, pero su conversión a otros compuestos, sobre todo los nitritos es lo que lo convierte en potencialmente peligroso. Los nitratos y nitritos pueden producir severos daños a medio o largo plazo por la generación de un compuesto en nuestra sangre que se llama metahemoglobina que impide el transporte del oxígeno a los tejidos. Esta carencia tiene graves efectos en la salud y a ella son especialmente vulnerables los bebés. Asimismo, combinados con los fluidos de nuestro aparato digestivo producen nitrosaminas, un agente carcinógeno que también se encuentra en las carnes procesadas o el tabaco.

Por otro lado los nitratos no se eliminan con filtros físicos ni por ebullición, que de hecho los concentra. Así pues la solución pasa por plantas de electrolisis que son costosas, especialmente para los pequeños municipios que suelen ser los damnificados de esta contaminación.

Otra solución lógica pasaría por dejar de verter estas sustancias y los propios cursos de agua terminarían regenerándose. La reforestación sería otro remedio óptimo, pues los árboles, sobre todo los de raíces profundas, actúan como filtro natural de todo tipo de sustancias.

Ahora bien, cualquiera de estas soluciones choca con varios obstáculos. El factor tiempo es fundamental, pues serían necesarias actuaciones inmediatas y una planificación a largo plazo de recuperación de suelos y acuíferos. También en un sistema productivo agrícola con unos precios muy bajos, que requieren de cada vez mayores extensiones de cultivo, se antoja difícil destinar parte de esa superficie cultivada a masa arbórea.

Pero una cuestión troncal es el reconocimiento del problema. De momento la contaminación de nuestras aguas hace saltar alarmas con problemas especialmente graves, como fue la contaminación por lindano del río Galligo, pero cuestiones como la contaminación por nitratos, que afectan a grandes extensiones del medio rural, quedan en un segundo plano.

En Aragón ya existe un seguimiento institucional y control protocolario del problema. Es tiempo, quizá de ponerse en serio con las soluciones.

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