Zaragoza y las banderas de España

El medio que fundó y dirige Pedro J. Ramírez es conocido por explicar verdades a medias, publicar titulares engañosos y, sobre todo, criminalizar a los movimientos populares. Como ejemplo una de sus publicaciones mezclaba descalificaciones, tópicos y argumentación rancia contra varios objetivos: el barrio de la Magdalena, y los Centros Sociales Kike Mur y Luis Buñuel, de Zaragoza.

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Ultraderechistas con banderas anticonstitucionales en Zaragoza. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)

Recientemente, el diario El Español ha sido noticia por organizar una polémica fiesta a la que acudieron 150 invitados. Mientras las reuniones sociales se limitaban a seis personas y se culpaba a la juventud, muchas de las personalidades políticas más importantes –entre ellas el Ministro de Sanidad, Salvador Illa- se dieron un baño de masas a finales del pasado mes de octubre.

Sin embargo, el medio que fundó y dirige Pedro J. Ramírez ha sido conocido desde antes por explicar verdades a medias, publicar titulares engañosos y, sobre todo, criminalizar a los movimientos populares. El mejor ejemplo de esto se puede ver en un reportaje publicado hará un año. Solo su titular ya asombra a cualquiera que conozca la realidad social aragonesa: El peligro de llevar una bandera de España en Zaragoza: el descontrol de la extrema izquierda.

La mezcla de descalificaciones, tópicos y argumentación rancia tenía varios objetivos: el barrio de la Magdalena y los Centros Sociales Kike Mur y Luis Buñuel. Tras haber leído todo esto, la mejor parece acercarse a la ciudad del cierzo para comprobar si hay algo de cierto.

La Magdalena, barrio concienciado

La primera parada obligada es en el citado barrio de la Magdalena. Se trata de uno de los puntos más movilizados de la ciudad, donde podemos encontrar bonitos murales internacionalistas, A Enrestida, el casal autogestionado de la organización juvenil Purna o, en octubre, los pilares populares que ellos mismos programan. Según cuenta El Español, entre estigmatizaciones a una pareja de jóvenes, aquí se instala la mayoría antisistema de Zaragoza.

En cuanto a Purna, es una organización juvenil que nació en 2010 con el objetivo de aunar el soberanismo revolucionario aragonés. Sus líneas políticas son el anticapitalismo, el feminismo, el antifascismo y la defensa de la tierra y de los derechos LGTB. Desde A Enrestida, y en las calles, articulan campañas y acciones. Bastantes de estas son en colaboración con otras organizaciones de otros territorios del Estado, como Ernani, vasca, Yesca, castellana o Arran, de Catalunya.

Para Laura, su portavoz, el panorama zaragozano en lo que a movimientos sociales se refiere está lejos de alcanzar el punto en el que se encontraban antes del 15M: “Mucha gente que estaba organizada antes se pasó a los gobiernos o ayuntamientos del cambio”. Con ellos se muestra crítica: “No es más que la cara amable de la socialdemocracia, se dedican a poner parches para tenernos contentos”. Lo explica con el ejemplo del Ingreso Mínimo Vital, una buena iniciativa que acabó quedándose muy lejos de lo proyectado.

Cuando se le pregunta por el curioso titular del artículo que aquí se trata, empieza con risas. “No es nada peligroso, de hecho es muy normal que la gente la lleve (la bandera de España), incluso que lleven dos o tres. Además, es que se venden en la Plaza del Pilar. Es mucho más peligroso llevar una bandera LGTB o Trans, no hace falta ni siquiera que tenga significación política”, comenta sorprendida.

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Mural en el barrio de la Magdalena del ilustrador Rubén Hervas.

Espacios autogestionados que resisten

Los centros sociales acostumbran a ser el blanco de la diana de las campañas de desinformación. Su propuesta alternativa a un ocio mercantilizado ha asustado desde siempre a la derecha política y mediática. Debido a esto, se ha intentado crear la imagen de lugares caóticos en los que se consumen drogas y solo se montan fiestas, aunque lo que verdaderamente existe es la intención de crear espacios por y para el barrio.

A las afueras de Zaragoza, en Torrero, está ubicado desde hace 10 años el CSO Kike Mur. Por aquel entonces, un grupo de jóvenes se lanzó a la complicada tarea de recuperar la antigua prisión, que llevaba allí 80 años, y que se encontraba sin ningún uso desde 2005.

Este centro social es el que más atención recibe por parte de El Español, seguramente, por la gran cantidad de actividades que organiza. En la foto que encabeza el artículo, donde se ve de fondo el Kike Mur, ya aparece la primera manipulación: llamar “cartel contra la policía” a una simple pegatina en una farola.

Se muestran testimonios sobre borracheras y vecinos molestos que se quejan de estas y de los graffitis que aparecen. El centro tiene varias estancias: una tienda gratis para quien necesite ropa, un gimnasio, la clásica biblioteca, un huerto exterior y hasta un búlder para practicar escalada. También cuenta con una sala para conciertos, aunque cuando se pregunta por ella responden sin volverse locos, ya que, explican, solo se utilizaba (antes de la pandemia) un sábado al mes para no molestar al vecindario. Respecto a los graffitis que enseña el artículo, podría haberlos hecho cualquier persona, especialmente porque no tienen ninguna significación política ni nada que pueda comprometer a nadie.

En cuanto a llevar una bandera de España, desde el centro su respuesta es clara: “Menos banderas y más lucha obrera, menos banderas y más sanidad, diversidad y antifascismo”. Remarcan lo importante que es conocer de verdad esta ciudad para poder hablar sobre ella, y, aunque se muestran optimistas con movimientos como la reciente creación de la plataforma Aragón sin Desahucios –que el pasado jueves consiguió paralizar un lanzamiento que se daba por ejecutado-, tienen claro lo necesario que es una mayor organización: “Si eres de izquierdas, es el momento de hacerlo, milita”.

Los últimos eventos tuvieron una gran acogida en Torrero. Tanto fue así que la gran respuesta al cine de verano hizo que se acabase alargando hasta otoño. Sin embargo, el desarrollo de la pandemia ha obligado al centro a cesar sus actividades hasta que la situación mejore. Por si esto fuera poco, actualmente el CSO Kike Mur se encuentra en trámites de desalojo. Tras haber organizado más de 400 actividades en sus diez años de existencia y dar vida a un espacio antes muerto, el proyecto podría perderse porque la voluntad especuladora pesa más. Con esto explican la necesidad de apoyar este tipo de iniciativas: “Si el Kike Mur cae, Zaragoza se levanta”.

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CSO Kike Mur. Foto: CC.

A unos diez minutos de la Basílica del Pilar, en la plaza de Santo Domingo, un montón de niños –la mayoría racializados- corren y juegan a la pelota ante la mirada de los jubilados que ocupan los bancos. Es el retrato más fiel del barrio del Gancho, donde preocupa mucho la exclusión en la que puedan verse sus vecinas por el proceso de gentrificación que está sufriendo.

Donde antes hubo un instituto con su mismo nombre, en respuesta a estas problemáticas nació el CSC Luis Buñuel. En un principio okupado y ahora contando con una concesión municipal, el centro desarrolla una labor social inestimable. Desde reuniones de la Plataforma Antidesahucios hasta clases de flamenco, pasando por actividades deportivas para las personas de la tercera edad. Tanto es así que incluso el Gobierno de Aragón recomienda el sitio para el desarrollo de la gente mayor.

En el almacén enseñan las toneladas de pasta que guardan, ya que los sábados ofrecen una olla comunitaria que reparte cerca de 200 comidas que ayudan a la complicada situación del vecindario. Al lado de los paquetes de arroz hay cajas de snacks para los niños que antes se nombraban. Se nota lo que se les tiene en cuenta. Ante las dificultades que les puedan surgir, el Luis Buñuel ofrece un ocio completamente libre, con proyecciones de cine, talleres y actuaciones. En cuanto al artículo de El Español que se pone en entredicho, parece muy complicado que alguien con corazón se oponga a nada de esto.

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Actividad infantil en el CSC Luis Buñuel. Foto: CSC Luis Buñuel.

Patriotismo desatado

A pesar de estos intentos de tergiversación, la realidad se acaba imponiendo. Tras la sentencia del procés y las protestas en Catalunya, una ola de solidaridad antirrepresiva se extendió por las principales ciudades del Estado. También llegó a Zaragoza, donde participaron, entre otros, estos colectivos.

La respuesta por parte del nacionalismo español fue muy contundente. Una multitud que superaba por mucho en número a esa concentración (autorizada, al contrario que esta respuesta) estaba pidiendo sangre. Para El Español eran “zaragozanos que plantaron cara”. Lo cierto es que neonazis y falangistas camparon a sus anchas con sus banderas, amenazaron y agredieron a los manifestantes ante la permisividad policial.

Estos grupúsculos, fuertes a finales del siglo pasado, nunca han dejado de estar ahí. Tras este incidente, que dejó tocada y pensativa a la izquierda maña, lo único que puede hacerse es continuar. El tejido social de Zaragoza lo tiene claro, el camino es la organización y la lucha.

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