Zaragoza Ciudad de los Cuidados: una visión feminista global

El proyecto “Zaragoza, Ciudad de los Cuidados” no fue un plan de acción concreto, sino un proyecto de análisis y propuestas de trabajo, muy transversal, que habría dado lugar a un plan concreto en una siguiente legislatura, la cual desgraciadamente no pudo materializarse ya que en 2019 la derecha pasó a gobernar el Ayuntamiento de Zaragoza

Este miércoles se ha presentado el informe realizado para la Fundación Rosa Luxemburgo sobre el proyecto “Zaragoza Ciudad de los Cuidados”, proyecto que se desarrolló en el seno de Zaragoza en Común en 2017-2018, y que se puede descargar completo aquí.

Zaragoza Ciudad de los Cuidados

“Zaragoza, Ciudad de los Cuidados” no fue un plan de acción concreto, como ocurrió en Madrid o en Barcelona, sino que fue un proyecto de análisis y propuestas de trabajo, muy transversal, que habría dado lugar a un plan concreto en una siguiente legislatura, la cual desgraciadamente no pudo materializarse ya que en 2019 la derecha pasó a gobernar el Ayuntamiento de Zaragoza. Este proyecto se concibió como una construcción de imaginario social sobre un modelo de ciudad diferente al servicio de la gente, un paraguas discursivo que dotara de sentido y pusiera en relación diferentes iniciativas del gobierno de Zaragoza en Común encaminadas a poner en el centro del quehacer político los cuidados. Fue un proyecto transversal e híbrido entre lo institucional, lo comunitario y los movimientos sociales.

El informe que presentamos explica el proceso de construcción política y teórica del proyecto “Zaragoza Ciudad de los Cuidados”, así como los sentidos atribuidos por los diferentes actores al mismo, pero también tiene una clara orientación hacia la transformación social. Es decir, esperamos que pueda servir de herramienta útil para la reflexión, el debate y la futura implementación de políticas públicas de cuidados que mejoren las condiciones de vida del conjunto de la ciudadanía. Porque es necesario que dotemos de contenidos concretos la tan repetida afirmación de “poner el cuidado de la vida en el centro”, que establezcamos una serie de políticas públicas y público-comunitarias como prioritarias y tengamos una hoja de ruta (que pueda adaptarse a las características de cada contexto) para poder ponerlas en marcha. Por otro lado, tampoco hemos querido obviar en este informe el necesario debate sobre las dificultades de expresar en términos de reivindicaciones políticas más concretas el término cuidados, su alcance transformador y si sería más conveniente usarlo en un sentido más restringido.

En verano de 2017, tras un encuentro con la activista ecofeminista Yayo Herrero sobre el proyecto “Madrid Ciudad de los Cuidados” en el marco de unas jornadas organizadas por REAS (Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria), decidimos empezar a pensar también una propuesta de este tipo para Zaragoza en Común, y formamos un grupo interdisciplinar con feministas, personas de la economía social y profesionales de la medicina comunitaria.

Esta propuesta de "Ciudad de los Cuidados", "Ciudad Cuidadora" o "Ciudad que cuida de su gente" contó con el apoyo de Alcaldía y Vicealcaldía. Éramos conscientes de que nuestro trabajo tenía que comenzar por introducir el debate acerca de los cuidados en la organización -Zaragoza en Común-, la institución -Ayuntamiento-, el tejido comunitario -asociaciones y colectivos- y la sociedad -ciudadanía-. Por tanto, nuestros objetivos, que estaban ligados a promover el desarrollo de ese debate en los diferentes ámbitos mencionados, eran los siguientes:

  • Construir imaginario social sobre un modelo de ciudad diferente, al servicio de la ciudadanía y no de los grandes proyectos ni de las empresas multinacionales o los bancos. Poder extenderlo como marca.
  • Tener un paraguas discursivo que diera sentido y pusiera en relación distintas iniciativas que ya se estaban realizando, y otras nuevas, enfocadas al cuidado ciudadano, a poner la sostenibilidad de la vida de los y las habitantes de la ciudad en el centro de las actuaciones municipales.
  • Difusión de un relato que conectara la política municipal con las necesidades de la gente.

En definitiva, construir relato y encaminarnos hacia un ayuntamiento que cuidara de su gente y tuviera en cuenta que:

  • La ciudad funciona porque unas personas cuidamos de otras. Todas necesitamos cuidados, dependemos de l@s demás, y del entorno. Es necesario poner en valor esos múltiples trabajos  reproductivos, sacarlos del ámbito femenino, invisible y gratuito y repartirlos socialmente con los hombres, las empresas y las instituciones.
  • La ciudad es un espacio interdependiente, no funciona si no funcionan sus barrios. La esperanza de vida entre los barrios más pudientes y los de mayor exclusión social puede diferir hasta en 10 años. Disminuir la desigualdad no es sólo de justicia, también es la mejor manera de mejorar la calidad de vida de todas las personas. Una ciudadanía saludable es aquella cuyo derecho a la vivienda, a la renta o a la educación pública están blindados.

Lo comunitario

Era fundamental para quienes formábamos parte del proyecto que éste tuviera un fuerte componente comunitario, esto es, que desarrollara una serie de planteamientos y acciones elegidas y trabajadas por los grupos humanos que participaran en él, que el poder decisorio estuviera en manos de los colectivos implicados, de forma democrática, y que el papel de la institución fuera recoger y posibilitar la realización de las propuestas, en una relación horizontal con la ciudadanía, de forma que su participación implicara poder de decisión y de actuación. Esta premisa coincidía plenamente con los planteamientos municipalistas de Zaragoza en Común como plataforma ciudadana que defendía el derecho de la gente a construir y habitar una ciudad acorde con sus necesidades, donde el gobierno de la ciudad era un instrumento para defenderlas en el plano institucional, para “mandar obedeciendo”.

La economía feminista

En paralelo al proceso que desembocó en la Huelga Feminista del 8M en 2018 y 2019, latía en el sentido de esta propuesta el convencimiento de que el feminismo ya no es una lucha sectorial que aboga por la mejora de las condiciones de vida de las mujeres, sino una propuesta de transformación integral de la sociedad que propone alternativas, especialmente desde la economía feminista y el ecofeminismo. Un salto cualitativo que ha abierto un nuevo ciclo feminista en el que son centrales la reproducción social y la politización de los trabajos reproductivos que sostienen la vida y la economía y son ejercidos mayoritariamente por mujeres de forma gratuita o infrapagada. Una reivindicación de la vida completamente propositiva que propone rupturas políticas, porque se vincula con el anticapitalismo, con el ecologismo, con el antirracismo y con la crítica al heteropatriarcado.

La economía feminista o economía de los cuidados, toma como base la visibilización de la relación de dependencia que el mercado de trabajo productivo mantiene con todos los trabajos reproductivos -o de cuidados- que se encuentran fuera del mercado y son los que finalmente ajustan la economía. Una economía que desplaza a los mercados financieros como eje de análisis y de intervención política, y se centra en el bienestar de la población y en la riqueza que genera ese bienestar.

Con respecto al trabajo, la economía feminista apunta la necesidad de visibilizar los trabajos ocultos, desvalorizados y sin embargo imprescindibles que atienden a la reproducción de la vida, y que el reparto de las tareas de cuidados sea una prioridad política. Y nos invita a imaginar alternativas al capitalismo: una organización del trabajo que responda a las necesidades de la vida y no a las necesidades del proceso de acumulación, ese proceso de acumulación de los mercados capitalistas que ataca a la misma vida.

La economía feminista aborda también la lucha de clases ya que son las mujeres más precarizadas las que llevan a cabo muchos de estos trabajos invisibles e infrapagados. El racismo, ya que son en muchas ocasiones personas migrantes o racializadas quienes los ejecutan. Y el género y la división sexual del trabajo, ya que somos las mujeres, en general, las que realizamos gratis una buena parte de estos trabajos, históricamente asociados a la feminidad.

Los límites

Considerábamos primordial que, tanto la organización como la institución empezaran por familiarizarse con el lenguaje y los conceptos de  la economía feminista o de los cuidados, con la centralidad de los trabajos reproductivos en nuestra sociedad. El concepto de ciudad cuidadora fue desarrollándose desde diferentes áreas y se hizo presente también en el discurso que se realizaba desde Alcaldía en intervenciones, medios de comunicación, etc, lo que valoramos como muy positivo. Pero es relevante apuntar también cómo en el interior de la organización, en Zaragoza en Común, se produjo en ocasiones un deslizamiento de significado que pervertía el sentido profundo de la propuesta, y que tiene que ver, en último término, con las resistencias a incorporar las transformaciones que conllevaría el entender la reproducción social como el eje central  de la economía y la política, digamos una resistencia a admitir que desde la economía feminista se podía articular otro modelo de ciudad.  Este desplazamiento consistía en concebir los cuidados de forma muy reducida como una propuesta de buenos tratos basada en la ausencia de conflicto, en la comprensión y en el “cuidado” de los compañeros  que no tenían intención de cambiar sus dinámicas tradicionales de hacer política, lo que invalidaba la comprensión de que no estábamos allí para cuidarlos sino para, precisamente, cuestionar y conflictuar actuaciones internas y externas.

Una vez explicado cómo nació y en qué consistió el proyecto Zaragoza Ciudad de los Cuidados, analizaremos a continuación los dos estudios que encargó el Gobierno de ZeC. Porque si con este proyecto se pretendía poner los cuidados en el centro de las políticas públicas municipales, esta apuesta ilusionante entrañaba dificultades, al carecer de una hoja de ruta preestablecida. Además, el hecho de materializar en forma de políticas públicas todo lo aprendido de la economía feminista sobre los cuidados y hacerlo sin menoscabar su potencia impugnadora, implicaba una gran complejidad. Por este motivo, desde el Área de Servicios Sociales Comunitarios del Ayuntamiento de Zaragoza se encargaron en 2018 los siguientes estudios [1]: uno que indagase, desde el punto de vista teórico, cómo los cuidados pueden constituir un nuevo paradigma de transformación de las políticas públicas, y otro que rastreara y analizara el alcance de las diferentes políticas públicas de cuidados puestas en marcha en diversas áreas municipales.

Primer Estudio: "Los cuidados: nuevo paradigma de transformación de las Políticas Públicas Municipales de la ciudad de Zaragoza"

Las «políticas públicas» constituyen la materialización más concreta de la política institucional, es decir, todo lo que los Gobiernos (estatales, autonómicos o locales) hacen y dejan de hacer para afrontar los problemas colectivos. Pero no todos los problemas colectivos adquieren la categoría de problema público; de hecho, los cuidados no suelen captar la atención de la política institucional —de ahí su escasa presencia en las políticas públicas—, y cuando sí están presentes, no solo no cuestionan la injusta organización social de los cuidados, sino que incluso la refuerzan.

Por eso, para Zaragoza Ciudad de los Cuidados era importante introducir el cuidado de la vida común como un problema político de primer orden y forzar a que entrase en el relato cotidiano del quehacer de la Administración municipal, sin despojarlo de su potencia transformadora. Pero para hacer eso había que formar parte del entramado de actores capaces de influir en la adopción de las políticas públicas, y en ese momento se tenía una posición privilegiada porque el gobierno de la ciudad estaba en manos de ZeC. Eso sí, en minoría.

En cuanto al concepto de «cuidados», este término hace referencia a los procesos cotidianos de reconstrucción de la vida en su dimensión afectiva y material, es decir, reconstruir el bienestar físico y material de las personas en su día a día. Sin embargo, este concepto presenta una serie de limitaciones cuando lo relacionamos con las políticas públicas que no son fáciles de solventar. Por ejemplo, es un concepto tan amplio que cuesta traducirlo en reivindicaciones políticas concretas, se corre el riesgo de perder la dimensión de conflicto que tiene, o tiende a considerarse una política sectorial.

Pese a las debilidades del concepto de cuidados, este estudio sirvió para tener unas ideas iniciales sobre qué se entiende por poner los cuidados en el centro de las políticas públicas municipales. Son las siguientes:

  1. Supone un cambio de concepción de lo político o cambio de paradigma, que sitúa el bienestar y la atención de todas las personas y al medio que nos rodea como el objetivo prioritario.
  2. Supone centrar la atención de las políticas públicas en quienes llevan a cabo los cuidados, quienes los reciben y las condiciones en que se dan con el fin de alterar el actual reparto injusto del tiempo y de las tareas.
  3. Supone poner en el centro la vulnerabilidad de la vida y reflexionar de manera colectiva sobre cómo podemos implementar unas políticas públicas que den una respuesta real a esa vulnerabilidad y reclamar una eficiente prestación de servicios sociales.
  4. Implica reconocer y valorar la aportación al común que supone todo el trabajo de cuidados. Una forma coherente de reconocer esa aportación es concebir el cuidado como un derecho. Hay que sacar el cuidado de la esfera privada y llevarlo a la esfera pública, es decir, las políticas públicas deben corresponsabilizarse de la gestión colectiva del cuidado y deben aportar recursos e infraestructuras para poder materializar que el cuidado sea un derecho universal.

Los feminismos y la economía feminista han mostrado que es necesario articular formas de organización social y política que prioricen el bienestar de todas las personas y los ecosistemas por encima de la obtención de beneficios económicos. En esa importante tarea, las instituciones públicas deben cumplir un papel fundamental en la regulación y dignificación del trabajo de cuidados y en la introducción de la corresponsabilidad como principio articulador de una nueva relación entre el mercado, las instituciones públicas, los hogares y lo comunitario. Porque el cuidado debe abordarse desde la lógica de la reciprocidad generalizada y ser una responsabilidad compartida entre el individuo, la familia, las Administraciones públicas y la comunidad. Mientras no se alcance esa reciprocidad generalizada, los cuidados se seguirán solucionando desde los hogares de forma individualizada y la provisión pública seguirá siendo un complemento para aquellos hogares que no pueden resolverlo por sí mismos, focalizando estos servicios de cuidados en la población que más lo necesita (ley de dependencia, SAD) en lugar de entenderse como un derecho más.

En este punto es importante señalar que existen diferentes voces dentro del feminismo respecto a cómo abordar la actual crisis de los cuidados derivada de esa falta de reciprocidad generalizada:

  • Las posturas más reformistas, que demandan políticas concretas para organizar los cuidados a corto y medio plazo y que otorgan un papel protagonista a las instituciones públicas en su socialización.
  • Las posturas más transformadoras, que en confluencia con el ecologismo o el decrecimiento ven en los cuidados una palanca de cambio para transformar el mundo y que entienden que insistir en el papel de las instituciones públicas ha impedido pensar en formas de organización social nuevas y más imaginativas, más innovadoras y que cuestionen el lugar de otros actores, como los hombres o la comunidad, en toda esta situación.

Sin embargo, estas dos visiones no son incompatibles, deben combinarse ambas formas de afrontar la crisis de los cuidados para, por un lado, fortalecer y ampliar la responsabilidad de los ayuntamientos en la provisión de servicios públicos de cuidados de calidad y, por otro lado, para potenciar un modelo de Administración pública municipal que no resulte un freno a las formas de organización comunitaria, sino que las active y facilite. En definitiva, para articular políticas públicas que pongan el cuidado de la vida en el centro deben coexistir políticas reformistas (que atajen los problemas del aquí y ahora) con políticas rupturistas del sistema neoliberal (que siembren la semilla de un futuro cambio estructural), que sirvan para reinventarlo y construir una lógica de lo común.

Pero para encaminarnos hacia una agenda de cuidados transformadora antes debemos delimitar qué son las políticas de cuidado transformadoras. Son aquellas que producen un mayor reconocimiento del valor social de los cuidados, aumentan su provisión, regulan el derecho al cuidado asegurando una mayor protección,  redistribuyen el trabajo de cuidados de una manera más equitativa y mejoran las condiciones laborales de las personas que trabajan en los servicios de cuidados. En definitiva, son aquellas políticas que modifican la injusta organización social de los cuidados e implican cambios en las dimensiones económica, social y política. Estas políticas deben tener las siguientes características:

  1. Deben garantizar simultáneamente los derechos, la capacidad de agencia y el bienestar tanto de quienes cuidan como de quienes reciben cuidado. Las políticas de cuidado deben evaluarse según las repercusiones diferenciadas que tengan en las personas que cuidan y en las que reciben cuidados. Porque si las políticas de cuidados se centran únicamente en el bienestar de quienes los reciben, esto supone dejar de lado los costes en que incurren quienes los proveen.
  2. Deben tener en cuenta la contribución de los trabajos de cuidados al funcionamiento de la sociedad y la economía, sin olvidar quién hace esas contribuciones. Este reconocimiento incluye diferentes aspectos: cuantificarlo a través de encuestas de uso del tiempo, analizar sus efectos distributivos y potencialmente empobrecedores, no darlo por sentado en el diseño de políticas sociales y no sostener estereotipos de género que provocan que el cuidado sea provisto en su mayoría por las mujeres.
  3. La Administración pública debe hacerse cargo del cuidado ejerciendo su rol de proveedor de servicios, instalando infraestructuras y servicios de cuidados y también desde su función como regulador de las iniciativas de otras esferas, como el mercado o la sociedad civil, para la prestación de estos servicios.
  4. Deben garantizar la redistribución del cuidado, pero no solo poniendo el foco en su redistribución dentro de los hogares y en su relación con el funcionamiento del mercado laboral y los incentivos que brinda para poder cuidar (conciliación). La redistribución del cuidado va más allá de los hogares y debe incluir a la sociedad en su conjunto.

Para poner en marcha una agenda de cuidados transformadora también es necesario vincular las políticas de cuidado con:

  • Las políticas de igualdad de género, pues pasar de analizar el cuidado desde el ámbito de la teoría feminista a las políticas sociales concretas comporta el riesgo de desprenderse de la agenda de igualdad de género y adoptar connotaciones familistas que refuerzan el cuidado como algo propio de las mujeres e impropio o subsidiario de los hombres.
  • Las políticas de protección del medioambiente y la salud pública. La elaboración de políticas públicas de cuidado deben articularse con políticas específicas de protección medioambiental, de sostenimiento ecológico, de soberanía alimentaria (protección del mercado doméstico-local) y que persigan disminuir la desigualdad para mejorar la calidad de vida (salud) de todas las personas.
  • Lo comunitario. Desde el ámbito de lo comunitario, y ante la falta de implicación de las Administraciones públicas, se están proponiendo formas institucionales alternativas surgidas de la capacidad de las comunidades para autoorganizarse y para gestionar los bienes basada en la interdependencia y no en la búsqueda del beneficio. Por tanto, debe existir una colaboración público-comunitaria, aunque no sea fácil de articular, donde la Administración no delegue sus responsabilidades en la comunidad y favorezca los procesos de autoorganización comunitaria.
  • El reconocimiento del derecho universal a cuidar y ser cuidada/o. Para encaminarnos hacia un cambio de paradigma que ponga la sostenibilidad de la vida en el centro, también es necesario trasladar el análisis al ámbito de la regulación jurídica. Solo se logrará un importante avance en ese sentido en la medida en que se incluya el derecho al cuidado como un derecho propio y universal. Además, otorgar el derecho al cuidado implica a su vez un proceso de empoderamiento para las personas titulares, así como la obligación correlativa y la garantía de ese derecho por parte de las Administraciones públicas, que también podrán imponer a terceros determinadas obligaciones. Ahora bien, el reconocimiento de este derecho debe hacerse desde criterios de universalidad (sin restricciones a su acceso), pero también de singularidad, ya que no existe una única noción del cuidado que pueda tener validez en cualquier contexto, sino que más bien esta cobra sentido cuando se inscribe en contextos concretos y situados.

Segundo Estudio: "El diagnóstico de las Políticas de Cuidado Municipales"

Para hacer un diagnóstico de las políticas de cuidado municipales es necesario señalar las políticas, los programas o los organismos que, de manera directa, tienen entre sus objetivos influir en la asignación de responsabilidades de cuidado. Para ello es importante evaluar el grado en que se contempla o no el cuidado en las distintas políticas sectoriales; analizar a las personas definidas como sujetos de cuidado y como responsables; si los cuidados se ofrecen de forma asistencial o como un derecho que permite a quienes los reciben participar de las decisiones que les afectan; el modo en que se definen las condiciones de acceso (si son universales o no); si existen o no sesgos de género en el acceso y la cobertura (más probable entre quienes la política define como «responsables» que entre las personas receptoras de cuidados), o si a través de las políticas se contrarrestan o no desigualdades de ingresos.

Tras esta delimitación teórica, los autores identificaron como políticas de cuidado aquellos servicios, programas o ayudas provistas por el Ayuntamiento a la ciudadanía que:

  • Tuvieran un punto de vista de equidad (redistribución).
  • Fomentasen lo comunitario.
  • Entrasen dentro de los siguientes ámbitos sectoriales:
    • Educación.
    • Igualdad, transparencia, participación, dependencia e inclusión.
    • Empleo de calidad, especialmente el empleo de cuidados.
    • Movilidad sostenible.
    • Salud (personal y ambiental).
    • Vivienda digna.

Y dentro de ellos se tuvieron en cuenta los siguientes aspectos:

  • ¿Quiénes son las personas «beneficiarias»?
  • ¿Quién tiene derecho a recibir cuidados? (condiciones de acceso)
  • ¿Cuál es el nivel de cobertura efectiva?
  • ¿Qué características tiene la prestación en términos de infraestructura, horarios, grado de profesionalización, grado de institucionalización?
  • ¿Cuál es la calidad del servicio?
  • ¿Permiten reemplazar el cuidado familiar?
  • ¿En qué medida contrarrestan o exacerban estereotipos de género?
  • ¿En qué medida contrarrestan o exacerban desigualdades de ingresos?
  • ¿En qué medida las condiciones de trabajo de las y los trabajadores del cuidado (municipales o de subcontratas municipales) constituyen empleo decente?
  • ¿Cubren los costos de cuidado o garantizan ingresos mínimos?

Estas preguntas sirvieron para definir las características de la provisión de cuidados del Ayuntamiento de Zaragoza y evaluar los efectos que tienen las políticas de cuidados en la asignación de responsabilidades de cuidado. En general esta provisión de cuidados responde a una concepción muy limitada de los mismos y está lejos de constituir un verdadero derecho universal para el conjunto de la ciudadanía zaragozana, que favorezca la desigual e injusta distribución de los cuidados. Se constató que quedaba mucho camino por recorrer, aunque hay que destacar que hubo tres actuaciones de carácter estratégico, puestas en marcha por ZeC, que al responder a la mayor parte de los criterios anteriormente enunciados  podían considerarse especialmente cuidadoras en un sentido integral: el Plan Integral del Casco Histórico, el Plan de Igualdad y el Plan Joven.

Conclusiones

El proyecto Zaragoza Ciudad de los Cuidados supuso una clara apuesta por una transformación feminista que fuese más allá de la igualdad de género. En ese sentido, se tuvo presente que poner el cuidado de la vida en común en el centro de las políticas públicas implicaba un ajuste estructural consistente en poner el sistema socioeconómico al servicio de la vida. Debía producirse un cambio en el conjunto de las políticas públicas para proporcionar los recursos suficientes para el cuidado de la vida y poner fin al déficit de cuidados. Este cambio debía encaminarse en la siguiente dirección:

  • Poner las necesidades de todas las personas (sobre todo las más vulnerables) en el centro de las decisiones políticas para garantizar la cobertura de las necesidades básicas y el bienestar de toda la ciudadanía.
  • Todas las personas tienen derecho a acceder a unos servicios de cuidados dignos y de calidad sin necesidad de recurrir al mercado.
  •  Atender la diversidad, pues no existe un modelo único y universal de prestación de servicios de cuidados.
  • Los cuidados deben ir siempre asociados a la equidad, a la justicia social y a la democratización de las instituciones públicas para que estas sean más permeables a las demandas ciudadanas y potencien las prácticas comunitarias.
  • Favorecer la sustitución de la lógica de lo público-privado en la provisión de cuidados por una lógica de lo público-comunitario, en la que lo público se corresponsabilice en un mayor grado de los cuidados y facilite las iniciativas comunitarias.
  • Asumir que somos ecodependientes y debemos respetar el medio ambiente.
  • Hablar de interdependencia en lugar de dependencia supone reconocer que los cuidados son una responsabilidad compartida (corresponsabilidad) que no coloca a las personas en posiciones de desigualdad. La interdependencia hace referencia a relaciones de ayuda mutua, cuidado horizontal y colaboración para resolver las necesidades de cuidado.
  • Poner en valor los cuidados implica evidenciar la contradicción social que hace que los trabajos de cuidados, imprescindibles socialmente para el sostenimiento de la vida, sean los peor valorados, los peor pagados, los más feminizados y racializados, y mejorar así sus condiciones laborales.
  • Mejorar las condiciones materiales de vida de la ciudad (espacios de encuentro y relación, vivienda digna y colaborativa) y las inmateriales (ayuda mutua, comunes, mediación de conflictos).
  • Reducción de la jornada laboral para poder dedicar más tiempo a los cuidados.

[1] Ambos realizados por Félix Rivas y Sofía Jiménez.

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