El 15M me sorprendió con 45 años y con una hija que aún era niña, por lo que solíamos ir todas las tardes al salir del colegio a la acampada en la plaza del Pilar. Desde el minuto cero me pareció maravillosa esa explosión insurreccional juvenil y masiva, que me proporcionaba una sensación de relevo muy esperanzadora, y me interesó mucho más conocer qué proponían y en qué podía participar que descifrar quiénes eran sus promotorxs. A pesar de que en mi entorno político y social -colectivos autónomos y organizaciones digamos a la izquierda de Izquierda Unida- hubo algunas personas reticentes con lo que allí se fraguaba, enseguida empecé a encontrarme con gente conocida, especialmente amigas feministas más jóvenes.
A partir de los lemas fundacionales “Democracia real ya” “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” “Lo llaman democracia y no lo es” “PSOE -PP, la misma mierda es” se desarrolló un amplio abanico de debates alrededor de múltiples cuestiones: la crítica a la democracia representativa y la imaginación política al servicio de nuevas formas de democracia directa, formas de agregación y de organización que combinaban el poner en el cuerpo en las plazas con la deliberación mediante herramientas telemáticas, un nuevo espacio público de relación y comunicación que desbordaba las ideologías e identidades anteriores. La crítica al bipartidismo, al Régimen del 78, a la imposición austericida europea (en agosto de 2011 el gobierno de Zapatero reformó la constitución incluyendo el artículo 135 que antepone el pago de la deuda pública a cualquier otro gasto en los presupuestos generales del estado, lo que ha servido para pagar con dinero público las deudas privadas de los bancos); la oposición a los recortes en educación, sanidad, etc., a las reformas laborales y a la precarización de los empleos... Jara Cosculluela y Elena Pilcher recogieron en el artículo de 2012 “Aportaciones (trans) feministas desde una plaza sin comisión”[1], firmado como “Feministas Bastardas, Zaragoza” la experiencia feminista en la Acampada de la Plaza del Pilar de un grupo diverso que, en sus palabras, polemizó la relación de los feminismos con el 15-M y con la sociedad. Conscientes de la necesidad de introducir el feminismo en el 15M y a la vez de la resistencia de este a operar con identidades preestablecidas, deciden organizarse en la comisión de eventos y desde allí aportar contenidos y análisis feministas de modo transversal a las múltiples actividades y debates que programaban, como una forma de incluir planteamientos que consideraban imprescindibles sin articular una “agenda al margen”. “La revolución será feminista o no será” fue otro de los lemas del 15M que se extendió por las distintas acampadas a raíz de que un cartel que lo proclamaba fue arrancado en la Acampada de Sol, lo que propició un necesario conflicto que abrió fructíferos debates acerca de lo inapropiado e inapropiable que el feminismo resultaba, no sólo en la sociedad, sino también en las experiencias de lucha y transformación social. La agenda de estas feministas bastardas anticipa cuestiones que han sido fundamentales en el desarrollo feminista posterior, hasta llegar al 8M. Partiendo de la crisis multidimensional en la que ya nos encontrábamos, y caracterizando la llamada crisis de los cuidados como un problema socioeconómico central, que desplaza la economía de los mercados financieros y la categoriza como la comprensión de las formas en que cada sociedad resuelve sus problemas de sostenimiento de la vida, se preguntaban: ¿cómo incluir a los colectivos de migrantes, precarias, LGTBIQ, etc.? Si hablamos de trabajo, ¿cómo incluir el trabajo de cuidados, el trabajo sexual o el de las amas de casa que llevaban comida y enseres a la Plaza del Pilar, sacando a la calle el trabajo que realizaban a diario y sosteniendo la reproducción de la Acampada? Resignificando el concepto de democracia desde un planteamiento más profundo enfocado a ampliar los horizontes democráticos articulándolos desde el género, la clase, la sexualidad, la etnia, etc., estas feministas bastardas prepararon el manifiesto que se leyó en prime time un sábado por la tarde en la Plaza del Pilar, organizaron charlas sobre Cadenas Globales de Cuidados ,aquellas en las que unas mujeres transfieren a otras los trabajos de cuidados según jerarquías de clase, etnia, etc., sin que a los hombres, las empresas y el estado se les mueva un pelo. O sobre prostitución: cómo el patriarcado prohíbe la consideración de esta actividad como un empleo que podría ser ejercido por trabajadoras con derechos, a la vez que impulsa el estigma de puta para cualquier mujer que no se somete a la disciplina social. En los planteamientos sobre una huelga general introdujeron la extrañeza de no contar con grupos de personas migrantes, y abrieron los debates sobre la privatización de la sanidad y la educación a la inclusión de otras realidades como la necesidad de guarderías, atención a personas con diversidad funcional, etc., enfocando los posicionamientos hacia la centralidad del sostenimiento de la vida. El artículo propone también una reflexión acerca de la Renta Básica -la vida es en sí misma productiva- como una apertura de horizontes entrelazados entre el feminismo y el 15M, y señala la exitosa estrategia del “Comando Rosa” en la visibilidad y conflictuación de las realidades LGTBIQ en la Plaza del Pilar.
Después vinieron las Mareas, la PAH, el Rodea el Congreso... Participé en la Marea Verde por la educación pública y su crítica a los conciertos con la enseñanza concertada. Encierros, actividades, debates, jornadas de huelga y manifestaciones multitudinarias en las que los niños y niñas eran protagonistas y tomaban conciencia de la importancia de defender su colegio y una educación de calidad, “No recortéis nuestras alas”, decía una pancarta en nuestro cole, el Gascón y Marín.
Las Mareas Verde, Blanca, Naranja... desbordaron a los sindicatos mayoritarios en su defensa de lo público, pero la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) emergió en su lucha contra los desahucios con otras características: familias, muchas de ellas monomarentales, a las que la crisis económica y la especulación inmobiliaria habían arrancado sus hogares. Aquí el extracto popular era mucho más evidente, y novedoso: acompañadas de activistas sociales, las personas desahuciadas eran en muchas ocasiones migrantes, o de etnia gitana, gente que mantienen este país pero que cuando las cosas se ponen duras no recibe la ayuda del Estado. Ya lo ha dicho Ábalos recientemente: la vivienda es un derecho, pero también es un bien de mercado, definiendo a la perfección el régimen del 78, del que el PSOE es garante fundamental. Este nuevo sindicalismo social venía a poner en evidencia la contradicción fundamental capitalista, que no es entre el trabajo y el capital, sino entre el capital y la vida: la incompatibilidad manifiesta entre el capitalismo y la sostenibilidad de la vida.
En enero de 2014 el manifiesto Mover Ficha reclama una alternativa política para las elecciones europeas recogiendo la potencia de los movimientos y las demandas de transformación social y económica de los últimos años, y enseguida vienen a Zaragoza Pablo Iglesias y Miguel Urbán, y comienza la andadura de Podemos. Aquí, como en muchos otros sitios, son Anticapitalistas quienes se encargan de organizar tanto ese acto como las asambleas del nuevo partido-movimiento, en concreto Román Sierra y Pablo Rochela. Recuerdo perfectamente a Román diciéndome que “ese chico de la silla de ruedas que intervino en el acto del Centro de Historias, Pablo Eche...nique creo que se llama, me pareció interesante. He pensado en hablar con él para el tema de las Europeas...” Mucha gente de muy diferentes procedencias empezamos a participar en las asambleas de Podemos, en la facultad de Económicas, en el exterior del Centro Cívico Las Esquinas... Y, tras el bombazo de las Europeas, en septiembre empieza el germen de Zaragoza en Común, con un componente mayor de gente de los movimientos sociales, de la Fundación de los Comunes, de partidos como Izquierda Unida, Puyalón y Podemos, mientras que la composición en Podemos era más heterogénea: había activistas, gente que había pertenecido a otros partidos...pero también muchas personas que no habían estado previamente organizadas y que habían participado en las movilizaciones de los últimos años. Quienes participábamos en ambos espacios, los sabíamos diferentes pero conectados. Mi militancia política siempre había sido fundamentalmente en el feminismo y en la autonomía, y me pareció, como a tantas otras personas, que existía una oportunidad real de empujar cambios importantes también en la política institucional, y ahí fuimos con todo. Recuerdo divertida las caras de terror o desagrado de algunos en las primeras asambleas de Zaragoza en Común (Ganemos Zaragoza) en el Centro Cívico Estación del Norte cuando se sugería la idea de que nuestrxs representantes pudieran ser elegidxs por sorteo, lo que chocaba completamente con otras concepciones basadas en la meritocracia... El caso es que coincidieron en el tiempo los procesos municipal y autonómico, hubo primarias para el primer consejo ciudadano de Podemos Aragón y entré en su dirección, con un buen equipo cohesionado por un horizonte político de transformación social, cuya tarea era ni más ni menos que asentar una organización nueva y preparar las elecciones autonómicas, que en mayo de 2015, -a la vez que Zaragoza en Común ganaba el gobierno de la ciudad-, dieron a Podemos Aragón los mejores resultados de Podemos en el Estado, con 14 diputadxs y una distancia de 5000 votos con el PSOE, que formó gobierno con CHA. Recibimos críticas por no acudir a las autonómicas en coalición con Izquierda Unida, pero pensábamos que esta organización ya había tenido su momento y queríamos intentar otras formas de hacer política que no empezaran con negociaciones por arriba. A nivel organizativo estábamos comenzando y necesitábamos construir organización antes de pensar en coaligarnos, y los círculos de Podemos tampoco aprobaban esta idea. Pactamos públicamente con el PSOE el apoyo a la investidura de Lambán en base a diez cuestiones programáticas, sin puestos ni ningún otro tipo de prebendas, y en las Cortes de Aragón, nuestra apuesta fue construir una oposición potente que presentara alternativas socioeconómicas a las políticas neoliberales y clientelares del PSOE, y durante dos años fuimos la oposición, con mayúsculas, del PSOE en la Cortes, con un PP en la sombra, un PAR fuera del gobierno por primera vez, una Chunta asimilada al PSOE, una Izquierda Unida con una diputada y un Ciudadanos que no sabía por dónde le corría el aire. Forzamos la máquina todo lo que pudimos para arrancar medidas al PSOE en los presupuestos de la Comunidad: con la -muy contestada por la derecha- reducción de los conciertos educativos o la petición de dimisión del consejero de Hacienda Fernando Gimeno, en la que nos quedamos solxs, se conoce que no era el momento o que a nadie le convenía oponerse frontalmente al PSOE, pero nos hubiera venido muy bien a todxs poco después, frente a su impago de la deuda del tranvía al gobierno municipal de Zaragoza en Común. A la vez, se trabajó intensamente en la coordinación de los círculos aragoneses con la organización, además de en las sucesivas campañas electorales estatales de diciembre de 2015 y junio de 2016. Con todo esto y más, no alcanzamos como dirección autonómica a blindar de forma institucional la alianza con el gobierno de Zaragoza en Común, lo que provocaría desastres posteriores. Si bien la sintonía era total y pública, Santisteve era para la prensa un alcalde “podemita” y varias personas militábamos en la plataforma municipalista, delegamos en lxs responsables de Podemos Zaragoza -bajo la dirección de Maru Díaz- una relación institucional que, directamente, no llevaron a cabo. Y este fue, seguramente, uno de nuestros mayores errores.
El impulso feminista fue otra constante, tanto en Podemos como en Zaragoza en Común, en la lucha contra las violencias machistas, en apoyo a las trabajadoras de la limpieza o las empleadas de hogar, en la reforma de la ley de Custodia Compartida aragonesa, que dejó de ser preferente y pasó a depender del interés superior del/la menor, o en la propuesta de una ciudad cuidadora en la que las actuaciones de gobierno pusieran en el centro la sostenibilidad de la vida de sus habitantes... En ambos espacios, Podemos y Zaragoza en Común, las feministas trabajamos también por la democratización interna, por el reconocimiento de todos los trabajos que permiten la reproducción de las propias organizaciones y el sostenimiento de lxs representantes públicos, y por la distribución de poder entre todos y todas. Esto era posible porque formábamos parte de un movimiento, el feminista, que ha desplegado toda su potencia en los últimos años, desde las marchas estatales a Madrid de 2014 por el derecho al aborto y 2015 contra las violencias machistas hasta las multitudinarias manifestaciones del movimiento 8M, planteando alternativas globales de cambio social: abolición de la ley de extranjería, pensiones dignas, derecho a la vivienda, inclusión del trabajo de hogar en el régimen general de la seguridad social, ecofeminismo, alianzas con el movimiento Trans y LGTBIQ... En una internacional feminista que es hoy una internacional socialista.
A finales de 2017, tras la marcha de Echenique a Madrid, se producen nuevas primarias internas y la dirección de Podemos Aragón pasa a manos de Nacho Escartín, Maru Díaz y su equipo. La línea política cambia, la oposición desaparece y comienza un proceso de subalternización al PSOE y de asimilación a las formas tradicionales de hacer política que desembocarán en una bajada a cinco diputadxs en las elecciones autonómicas de 2019 y la entrada en el Gobierno de Aragón con el PSOE, el PAR en la vicepresidencia y CHA y Podemos con una consejería cada uno más algunas direcciones generales. Un anodino proceso de integración que no ha sido capaz de arrancar mejoras sustanciales en la vida de lxs aragonesxs, ni siquiera de utilizar la importante movilización popular contra el ICA para plantarse por su derogación. Así, Podemos Aragón ha ido tragando con los súper proyectos del PAR y el PSOE para esta legislatura: pelotazos inmobiliarios en el Pirineo y destrozo de Castanesa, proliferación de macrogranjas de cerdos y mataderos que destrozan el medio ambiente, dinero público para el agujero de Motorland.... Graves chapuzas como la derogación del Ingreso Aragonés de Inserción antes de que el Ingreso Mínimo Vital llegue a lxs solicitantes, la nefasta gestión en la pandemia de las residencias de mayores concertadas, y un largo etc. En paralelo a la deriva estatal en la que estar en el gobierno se está convirtiendo en un repetido “No se puede”: la regulación de los precios de los alquileres es un acuerdo entre Unidas Podemos y el PSOE, pero éste no cumple. La ley Trans es otro acuerdo, pero el PSOE la bloquea... Aunque mientras UP a nivel estatal denuncia públicamente los incumplimientos, Podemos Aragón parece estar satisfecho de los resultados de su asimilación. A la interna: ausencia de debate político, nula pluralidad, purgas, amenazas, expulsiones y abandono de la militancia. Todo esto a unas velocidades estratosféricas que chocan frontalmente con la práctica de alimentar procesos a medio y largo plazo que otrxs defendíamos y que no ha tenido cabida en Podemos. Casi todo se ha reducido a un recambio de élites, gentes con aspiraciones a clase media que ha conseguido, eso sí, romper el tapón largamente impuesto por la eterna generación política de la Transición.[2]
Zaragoza en Común aguantó mucho mejor la legislatura a pesar de la presión continua de los poderes fácticos y mediáticos de la ciudad, y con el resto de fuerzas municipales en contra, (incluido el PSOE, que jamás se avino a acuerdos, y los amigos de Chunta), resistiendo a la especulación, impulsando los derechos sociales, el pequeño comercio y el consumo de proximidad, los presupuestos participativos, el feminismo, la memoria histórica, la lucha contra las inmatriculaciones de la Iglesia o los carriles bici, sin desfallecer y resultando ser uno de los gobiernos del cambio más coherentes y con más dignidad del Estado.
También en la interna de Zaragoza en Común empezaron a caerse las caretas quincemeras como a mitad de legislatura: ya no todo el mundo defendía el valor municipalista de la plataforma ciudadana como conglomerado de personas, colectivos y partidos que había logrado el gobierno de la ciudad para la gente, sino que había quienes pensaban que los partidos, Izquierda Unida y Podemos, debían “dar un paso adelante” y tener un mayor protagonismo (un auténtico suicidio). Esto derivó en una comisión negociadora con presencia de todas las sensibilidades políticas de Zaragoza en Común, de cara a las elecciones de 2019, que acabó como el rosario de la aurora, con la ruptura de Podemos con Zaragoza en Común, su presentación a las elecciones municipales en solitario (pensarían que iban a gobernar Zaragoza con el PSOE), consiguiendo dos concejalxs y la entrega del gobierno de la ciudad a la derecha, otro haber en la flamante trayectoria del Podemos Aragón dirigido por Nacho Escartín y Maru Díaz, quienes mandaron a esa negociación a personas sin capacidad ni deseo de llegar a acuerdos, frente a la mano izquierda de Izquierda Unida, consciente de lo bien que le había ido dentro de Zaragoza en Común. Tan fácil con el PAR y tan imposible con Zaragoza en Común, aluflipante.
En un rápido y lúcido análisis de los resultados electorales municipales de Zaragoza en 2019, que dejan a Zaragoza en Común con tres concejalxs, Julia Cámara recoge estas declaraciones de Pedro Santisteve en la campaña electoral: "Salimos a ganar o al menos a ser la fuerza más votada de la izquierda. Pero en realidad nos da igual, porque sabemos que hay tanto trabajo que hacer que eso es lo que menos importa. Queremos tejer comunidades fuertes que trabajen desde la base por construir vidas que merezcan la pena, y no, como ha hecho la izquierda tradicionalmente en este país, pensar que lo único que vale es estar en la institución. La institución no crea comunidad; como mucho puede poner dificultades al reparto del pastel".
En eso estamos, y a pesar de todo la apuesta municipalista se mantiene en Zaragoza en plena pandemia, en un contexto en el que las luchas sociales van a ir en aumento. En relación con ello, y, para terminar, quiero señalar la estupenda iniciativa de la Escuela Municipalista de Zaragoza en Común , un necesario espacio de reflexión, relación y alianzas con los movimientos, y dar las gracias públicamente a las compañeras por el esfuerzo.
Notas:
[1] En Re-volucionando: Feminismos en el 15M / García Grenzner, Joana [et.al]. Barcelona : Icaria, 2012
[2] Emmanuel Rodríguez e Isidro López han analizado estas cuestiones en varios artículos:
https://jacobinlat.com/2021/02/04/podemos-la-politica-en-la-crisis-de-la-clase-media/
Todo sobre el especial #20voces10años15m.