Un viaje en tren

La madrugada del 26 de abril de 1986 estallaba el reactor de Chernóbil. Dos días después se estrenaba en TVE una serie que prometía fuertes emociones y que marcaría tendencia, "Corrupción en Miami". Esa madrugada fue una víspera de nervios y de costar conciliar el sueño para un zagal de 13 años, a pesar de que había que madrugar para ir a Madrid. El Real Zaragoza jugaba la final de Copa. Enfrente, un Barcelona que venía de disputar en San Mamés la última de las grandes batallas ochenteras que libró contra el Athletic. No hay forma más bella de inculcar …

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Estadio de la Romareda. Foto: Pablo Ibáñez.

La madrugada del 26 de abril de 1986 estallaba el reactor de Chernóbil. Dos días después se estrenaba en TVE una serie que prometía fuertes emociones y que marcaría tendencia, "Corrupción en Miami". Esa madrugada fue una víspera de nervios y de costar conciliar el sueño para un zagal de 13 años, a pesar de que había que madrugar para ir a Madrid. El Real Zaragoza jugaba la final de Copa. Enfrente, un Barcelona que venía de disputar en San Mamés la última de las grandes batallas ochenteras que libró contra el Athletic.

No hay forma más bella de inculcar el amor a unos colores que ir de la mano de tu padre al estadio. Emoción e ilusión camino de la estación de El Portillo para tomar uno de los tres trenes especiales que había fletado Renfe para la ocasión. Ambiente festivo en el andén y antes de subir oye un comentario que le anima más, el Zaragoza afronta su sexta final de Copa y siempre ha ganado en pares. Con un optimismo avalado por la trayectoria ascendente en la Copa y cuarto en la recién finalizada Liga. Por el Mundial en el que Maradona maravilló al mundo. A pesar de la salida de Barbas, qué bien jugaba y qué pareja hacía con Señor. Como desde hace siglos, hay que atravesar la vieja Celtiberia remontando el río Jalón para llegar a la meseta castellana. Una sucesión de puentes y túneles que amenizan el viaje entre paredes rocosas. Hay tramos en paralelo a la sinuosa N-II, que empezaba a transformarse en un intento de autovía a la europea, recién entrado el estado español en la entonces CEE. Por ahí viajan más zaragocistas en coches particulares y 250 autocares. Entonces era un viaje que debía tomarse con calma.

A mitad de viaje ya ha dado tiempo de repasar las primeras eliminatorias. Un inicio aragonés con SD Huesca y CD Teruel. Un periplo de norte a sur peninsular eliminando a SD Eibar, CD Málaga y Real Burgos. El susto frente al Castilla, solventado en la vuelta con un aplastante 7-0. Donde Rubén Sosa anticipó su protagonismo con un hat-trick. A partir de ahí recrearse con gozo en las semifinales. El Real Madrid padeció una de esas noches que hacen de La Romareda un estadio especial, viéndose totalmente superado. Qué bonita estaba ese día. El Poeta del gol hizo los dos goles. Disipando las dudas que en los primeros meses tenía la prensa sobre un joven uruguayo de 19 años. Una vez más Avelino Chaves había acertado. La imagen del Principito subido a la valla celebrándolo con la afición, recordaba sin duda a la de Nino Arrúa. Sí, ¿por qué no iba a poder repetir en la final? En la vuelta y con un viejo conocido en el palco, Leo Beenhakker, el Zaragoza estuvo cerca de ganar el partido, pero el 3-2 le clasificó igualmente para la final.

Y tras la llanura castellana y con el proverbial retraso de Renfe, Madrid Atocha. Un enorme edificio de ladrillo cubierto con una estructura de hierro. Contrasta con las líneas modernas de El Portillo, de acero y cristal. El recibimiento es espectacular, con los viajeros agitando bufandas y banderas al saludo de la afición que había llegado previamente. Un momento emocionante y de recuerdo imborrable. Es como si estuvieras en Aragón viendo a tanto paisano. La estación y una rotonda están en obras, alguien dice con inequívoca somardería aragonesa que en Madrid siempre están de obras. El día está nublo e incluso lloverá un poco. Eso le dará un aire más épico al partido y el césped estará rápido.

Poco a poco Madrid se va tiñendo de azul y blanco y de cuatribarradas aragonesas. Bandera y orgullo de nuestro Aragón. Ambiente inmejorable. Hay ilusión por volver a ganar un título 20 años después de los Magníficos. En la cíclica historia zaragocista de montaña rusa, con dos abruptos descensos entre medio. Los zaraguayos dejaron dos subcampeonatos, de Liga y Copa respectivamente. Y el fútbol de seda del Zaragoza de don Leo sigue resonando en el recuerdo reciente con partidos memorables. De aquel equipo contracultural en un fútbol predominantemente físico quedan varios jugadores. Y un legado que se alarga hasta el Zaragoza de Víctor Fernández, pero eso, es otra historia. Una nueva generación zaragocista quiere construir su relato. Un hito.

La llegada del equipo al estadio es espectacular con la afición blandiendo los colores blanquillos a su paso. Entrada al estadio junto a 20.000 almas zaragocistas. La emoción embarga de ver al equipo de tu ciudad jugar una final. Por fin ha llegado el gran momento. La delantera es jovencísima y de resonancias epopéyicas, el Poeta del gol 20 años y el literato Pardeza de 21. Es Pardeza quien pone el primer uy, gran jugada dentro del área y disparo que busca la escuadra pero se marcha alto. Quizá se acordó de la vez que en juveniles destrozó al Barcelona. En la grada un respingo, seguro que la siguiente entra. Cedrún se hace gigante para frustrar el remate de Alexanko. Nuevo respingo esta vez por el susto.

El favoritismo del Barcelona se desmorona a los 35 minutos. Julià hace una fenomenal cabalgada sacando el balón desde la defensa siendo cortado en falta. Rubén Sosa golpeó furibundo la falta, que pega, irónicamente en el ex zaragocista Pichi Alonso, para despistar a Urruti que no puede rectificar. El Principito se autorregala un día después de su cumpleaños el gol de la victoria y un lugar de honor en el imaginario zaragocista. Corre como un caballo salvaje. Recuerda lo premonitorio de su compromiso a sí mismo de no decepcionar a la marea blanquilla que ha viajado para ver la final con toda la ilusión del mundo. Ve a Señor inmenso todo el partido, correr a su lado con su típico de gesto de cantar un gol y puño en alto. Casuco lo espera para elevarlo del suelo. En la grada, ¿cómo cantar un gol que te da un título? La mirada perdida y el corazón se acelera y el momento fluctúa entre la emoción y lo irreal. Ya sabía que el Poeta del gol iba a marcar. Es verdad y es real, 1-0 en el marcador.

Simultáneamente un niño de 5 años mira absorto el televisor. La narración del gol por José Ángel De la Casa, lacónico, "Ha tocado en un jugador del Barcelona y gol". Su primer recuerdo zaragocista y hasta el día de hoy una pasión. Un mar blanquiazul siguió jaleando al equipo hacia la victoria, que pudo sentenciar la final al contraataque. Palmadas al viento que gritan ganaréis. Emoción, nervios y esperanza en la grada, el reloj avanza pero no lo suficientemente rápido. Cantando se arregla todo. Final del partido. Azul y blanco es el color del campeón. Abrazos y júbilo en la grada. Frente al televisor, el color desvaído y borroso de la imagen de la época, como la neblina de los recuerdos de niñez. La grada zaragocista celebra una victoria, todavía no sabe que era la Copa pero sabe que es algo importante y que va a guardar siempre. Años después en una entrevista en EPDA el Principito dijo que ganar aquella final fue como ganar el campeonato del mundo.

Por su parte, el Barcelona iniciaba una primavera negra con la final de la Copa de Europa en Sevilla y Duckadam al fondo. Ser culé aquellos años era más duro. Y les quedaba el viaje de vuelta teniendo que atravesar los pueblos aragoneses de la N-II con la gente en la calle celebrándolo. Algunos dicen que aquella Copa fue inesperada. En 2001 Luis Costa logró su segunda Copa como entrenador blanquillo, algo que nadie más ha conseguido, y esa sí que fue más inesperada. Pero sí que fue bien celebrada.

Qué viaje de vuelta, qué felicidad. En paisaje que sobrecoge en la oscuridad, sólo interrumpida por las luces de los pueblos, cuando además de pasar trenes, paraban, donde la gente salió a la calle. El Real Zaragoza como elemento de cohesión de la población aragonesa. Era realmente emocionante ver aquella celebración desde la ventanilla del tren o del autobús. Un anticipo de las 50.000 personas que se congregaron en la Plaza del Pilar al día siguiente. ¿Estaría un joven Víctor Fernández entre ellas? ¿Qué se le pasaría por la cabeza a Cedrún? Al año siguiente en la Recopa se llegó a semifinales y se abrió un camino. La sencillez y alegría que proporciona el fútbol. Por algo es el deporte más popular. Porque puedes derrotar a gigantes. Porque te hace sentir orgulloso de Aragón estés donde estés y tener autoestima como pueblo.

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