Un día cualquiera

Jueves por la mañana. Es otoño y el ambiente es húmedo. Lo normal, vaya. Quizá haya algo de llovizna. Eres docente, estás con tu grupo en el aula y de repente…de repente empieza a caer pintura y escayola del techo. Un día cualquiera en la vida de muchos centros escolares de Aragón. Quizá como docentes hayamos apostado por acostumbrarnos a este tipo de situaciones. Quizá sea también porque bastante tenemos con saber que somos el profesorado peor tratado de España (menos salario, más horas lectivas). Quizá hayamos hecho por construirnos una coraza que nos haga hacer como que la vida …

Jueves por la mañana. Es otoño y el ambiente es húmedo. Lo normal, vaya. Quizá haya algo de llovizna. Eres docente, estás con tu grupo en el aula y de repente…de repente empieza a caer pintura y escayola del techo. Un día cualquiera en la vida de muchos centros escolares de Aragón.

Quizá como docentes hayamos apostado por acostumbrarnos a este tipo de situaciones. Quizá sea también porque bastante tenemos con saber que somos el profesorado peor tratado de España (menos salario, más horas lectivas). Quizá hayamos hecho por construirnos una coraza que nos haga hacer como que la vida pasa y tiremos hacia delante dedicando nuestra vida a la enseñanza. Quizá, pero tenemos que asumir que no es normal.

Cuando los recortes vinieron hace ya más de 10 años pusimos el grito en el cielo -quien escribe estas líneas lo hizo como estudiante-. Teníamos razón, en plena crisis económica se nos hacía pagar lo que no habíamos generado: problemas de infraestructuras en los centros, más carga lectiva, menos recursos materiales… Pese a las numerosas movilizaciones salimos perdiendo, no ganamos la batalla, y muchas de las cosas que nos dijeron que eran circunstanciales vinieron para quedarse.

Y es que el ejemplo que introduce este artículo no es literatura, es una historia real que hemos tenido que vivir esta semana en un centro de FP. Después de oír durante los últimos años las ansias por ‘’dignificar la FP’’, tenemos que encontrarnos a día de hoy con pocos recursos disponibles y con aulas que en ocasiones son inhabitables. ¿En qué condiciones quieren ‘’dignificar la FP’’? Parece que, de momento al menor coste posible, algo que se hace imposible si no es a base de la creatividad de quienes nos ponemos delante del alumnado. Quienes a veces tenemos que vernos en la obligación de justificar por qué faltan y fallan muchas cosas en nuestros centros.

Llega el invierno, ya no serán sólo las humedades las que hagan caer los techos, sino el frío el que deje al descubierto todos los desperfectos que han generado años y años de no dotar económicamente lo suficiente a los centros. De cómo encender la calefacción se haga más que difícil, imposible.

La situación de la educación pública -como el de la actual lucha por la sanidad pública- es el elefante en la habitación que toda y todo docente siente y que nadie se atreve a zarandear. Ojalá sirvan estos párrafos para iniciar las reclamaciones que siguen siendo necesarias. Ojalá cada docente nos atrevamos a sacar a la luz lo que todavía vivimos en nuestras aulas. Ojalá seamos capaces de retomar los gritos en el cielo. Ojalá, ese sea un nuevo día cualquiera.

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