También hay maricas en Vox

El pasado 10 de agosto, festividad de Sant Lorient, se consumó el pacto infame entre la derecha extrema y la extrema derecha que gobierna este país agonizante llamado Aragón. No obstante, no es sobre esto sobre lo que quiero reflexionar, sino acerca de la dichosa frase: "también hay maricas en Vox". Que ciertamente es cuanto menos tendenciosa de raíz, como si las maricas no formasen parte de todas las dinámicas sociales. Hace poco, navegando por internet, me apareció sugerido un videoclip titulado Orgullo marifacha, publicado con motivo del 28J por tres maricas, de un modo u otro vinculadas públicamente con …

Miguel Mariñoso

El pasado 10 de agosto, festividad de Sant Lorient, se consumó el pacto infame entre la derecha extrema y la extrema derecha que gobierna este país agonizante llamado Aragón. No obstante, no es sobre esto sobre lo que quiero reflexionar, sino acerca de la dichosa frase: "también hay maricas en Vox". Que ciertamente es cuanto menos tendenciosa de raíz, como si las maricas no formasen parte de todas las dinámicas sociales.

Hace poco, navegando por internet, me apareció sugerido un videoclip titulado Orgullo marifacha, publicado con motivo del 28J por tres maricas, de un modo u otro vinculadas públicamente con la formación ultraderechista. Una suerte de pulsión sadomasoquista me empujó a continuar investigando al respecto hasta llegar al videoclip colaborativo Orgullo facha, publicado para el 28J de 2020.

Tras analizar minuciosamente sus letras y asimilarlas, fui consciente una vez más de lo evidente: por supuesto que hay personas del colectivo LGBTI en las filas de la extrema derecha. Vinieron a mi mente entonces antiguos debates tan absurdos como estériles que se habían producido en su día dentro de ambientes militantes acerca del avance que suponía la visibilidad de las maricas ocupando posiciones que tradicionalmente habían pertenecido al cisheteropatriarcado, dando a entender que esto realmente significaba algo.

Es menester pues recordar de nuevo la diferencia entre sujeto político y sujeto revolucionario. El colectivo LGBTI, del mismo modo que la clase obrera, es un sujeto político per se, aunque no necesariamente revolucionario. De hecho, a la vista queda que puede tornarse plenamente contrarrevolucionario y oponerse a las reivindicaciones que en un principio debiera defender a tenor de la coherencia.

A mi juicio, por supuesto, todo esto radica en el capitalismo y el sistema neoliberal que domina nuestras conciencias, haciéndonos creer seres aislados e independientes que pueden desarrollarse fuera del común, delimitando perfectamente los ámbitos publico y privado, todavía más que en la Antigua Grecia. Esta conclusión me hizo pensar en otra conversación dada en el ámbito militante en la que, al plantear la cuestión sexual y de género, se acordó que eso pertenecía a la intimidad de cada cual. ¡No! Eso no es así ni jamás puede serlo.

Asimismo, llamó especialmente mi atención el estribillo que decía: "somos españoles antes que maricones", haciéndome pensar de inmediato en Paco Vidarte y su implacable frase que viene que ni pintada al caso: "no somos nada antes que maricas". Y es que la pertenencia a un colectivo tan oprimido, vilipendiado y masacrado a lo largo de la historia –y también en la actualidad– habría de ser motivo de sobra para la organización y la génesis de una conciencia colectiva fuerte. Porque antes que marica no se es nada y, careciendo de esta conciencia, sin lucha activa, tampoco se puede llegar a ser nada.

Con todo y con eso, muchas personas consideran haber alcanzado un nivel extraordinario de crecimiento personal al romper con algunas convenciones sociales –para entrar en otras–, autorreprimiéndose como seres libres, relegando el sexo, la expresión y el amor a la oscuridad de lo individual. Estas personas, ciertamente, desempeñan el papel comúnmente denominado como tontos útiles. Practican el servilismo desinteresado para un partido que les necesita, para el que en el fondo son absolutamente irrelevantes –en el mejor de los casos– si es que no confabula en su contra desde las cloacas organizativas.

Llegadas a este punto sólo queda una vía: despertar y fortalecer la conciencia de clase –clase sexual y de género, como planteaba Simone de Beauvoir– y organizarse con discurso propio ante la ideología social, elevando el sujeto político transmaribibollo a sujeto revolucionario.

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