Soluciones a catástrofes realimentadas

Todo se realimenta. La crisis energética, que no sale en las portadas de los periódicos ni está en los discursos políticos, pero va minando poco a poco la economía mundial, hace que este país (hoy) y aquel otro (mañana) entren en crisis. La crisis económica trae consigo, inevitablemente, la crisis social. La gente se ve cada día en una situación más precaria y es presa fácil del miedo. Miedo de los pobres que temen por su sustento y miedo de los ricos, que quieren continuar con el business as usual de las ganancias crecientes en mercados cada día más inciertos. Miedo que …

Foto: Olav Ahrens Røtne (Unsplash)

Todo se realimenta. La crisis energética, que no sale en las portadas de los periódicos ni está en los discursos políticos, pero va minando poco a poco la economía mundial, hace que este país (hoy) y aquel otro (mañana) entren en crisis.

La crisis económica trae consigo, inevitablemente, la crisis social. La gente se ve cada día en una situación más precaria y es presa fácil del miedo. Miedo de los pobres que temen por su sustento y miedo de los ricos, que quieren continuar con el business as usual de las ganancias crecientes en mercados cada día más inciertos. Miedo que muchas personas intentan conjurar a base de negacionismo, creyendo creer que el mundo es como ha sido siempre y metiendo la cabeza bajo el ala.

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El negacionismo no es la mejor compañía a la hora de enfrentarse a los problemas del siglo XXI, tan diferente de siglos pasados. Negando los problemas nunca vamos a invertir en ahorro, ni en energías alternativas ni mucho menos en el necesitado cambio de sistema económico.

Con ello, corremos el riesgo de entrar en un lazo de realimentación, una perniciosa pescadilla que se muerde la cola: la crisis energética y social causa el negacionismo, el negacionismo agrava más todavía la crisis energética y ésta agrava la crisis social que impulsa todavía más las políticas reaccionaris… Todo se realimenta.

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Las cosas pueden empeorar si intentamos salir de la crisis a base de exprimir todavía más a nuestra explotada madre tierra. La falta de petróleo puede hacer que busquemos cualquier cosa para saciar el hambre consumista: biocombustibles que arruinan las selvas, biomasa que nos deja sin bosques, coches eléctricos que disparan la minería, carbón que acelera el cambio climático… Todo ello, además, nos conduce a la guerra por los recursos y la guerra también es un enorme consumidor de energía.

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Esto también se realimenta, porque la crisis ecológica no puede por menos de causar, a medio o incluso a corto plazo, crisis económica. Crisis de una agricultura que ya no es rentable, de las playas turísticas que se traga el mar, de los ríos, bosques, mares y suelos degradados que ya no dan empleos y nos vuelven a traer más miedo todavía, más políticas reaccionarias que explotan todavía más la naturaleza…. porque todo se realimenta.

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Si todavía soportamos más catástrofe realimentada podemos echar un vistazo a lo que la crisis ecológica deja en el Sur global: deforestación, acaparamiento de tierras, colapso de las pesquerías, contaminación minera y guerra por los recursos… Todo ello causa pobreza, hambrunas y migraciones. Migraciones que llegan a nuestras costas, alimentan el miedo al emigrante y hacen que votemos más a los partidos reaccionarios que  aplican políticas del pasado y empeoran todavía más la crisis económica, ecológica de migraciones…y todo se vuelve a realimentar.

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¿Qué podemos hacer con toda esta catástrofe?

Una opción es decir que esto no tiene solución y desesperarnos. Es una opción bastante comprensible, pero tiene un serio inconveniente: también se realimenta. Nuestra desesperación es un importante activador del miedo colectivo y nos hace potenciar, a nuestro pesar, ese lazo pernicioso del negacionismo. La otra opción es intentar luchar con la cabeza fría, el corazón caliente y la esperanza por bandera.

Esta segunda opción tiene el inconveniente de que la esperanza suele ser un poco tontorrona y naif, pero, al menos, no empeora las cosas. Si somos capaces de no empeorar mucho y ganamos tiempo, podremos dedicarnos a hacer lo que se debe hacer ante los problemas sistémicos: cortar todas esas realimentaciones que echan gasolina al fuego.

¿Lo intentamos? Propongo cinco cortafuegos que nos pueden ayudar a romper las relaciones más estratégicas.

Cortafuegos nº1: Cuidados

La relación más perniciosa de todo el problema es la que liga la crisis económica con la crisis social. Esta relación puede cortarse si el Estado echa mano de buenas dosis de políticas sociales, reparte la crisis entre todas las espaldas y asegura las necesidades básicas. También son imprescindibles los cuidados que nos damos las personas unas a otras particular o colectivamente sin necesidad de estados de por medio. Poner la vida en el centro…ecofeminismo, en definitiva. Cuidarnos, algo tan importante en momentos de crisis.

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Cortafuegos nº2: Bienestar sin crecimiento

La relación entre crisis económica y crisis social también se rompe si eso que llamamos crisis económica –el descenso del PIB—no es necesariamente algo que dañe la sociedad. ¿Por qué es tan malo que descienda el consumo? Ahora mismo sí lo es porque vivimos en una economía capitalista adicta al crecimiento, pero, en sí, consumir menos o trabajar menos no es malo.

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Crear una prosperidad sin crecimiento es algo tan alejado del actual sistema que lo vemos casi imposible, pero debemos ir, poco a poco, imaginando, planificando y, sobre todo, reivindicando una sociedad así.

Podemos empezar, además, de una forma bastante fácil: fomentando las empresas familiares y las cooperativas, porque éstas no son empresas capitalistas y no están ligadas necesariamente al crecimiento (a diferencia de las que cotizan en bolsa o trabajan con la banca).

Cortafuegos nº3: Reverdecimiento

El cortafuegos más urgente en estos momentos es romper las relaciones que nos llevan al deterioro de la biosfera. Es esto nos jugamos, literalmente, el comer o no comer, porque las sequías y, en general, la inestabilidad del cambio climático amenaza con convertir grandes zonas del planeta en desiertos (la Península Ibérica es una de las primeras candidatas).

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La naturaleza es lo único capaz de protegernos del cambio climático: los bosques atraen a las nubes, los suelos ricos en materia orgánica son capaces de aprovechar hasta la última gota del agua de la lluvia, las lindes arboladas protegen los campos de la erosión… Sólo los mecanismos de regulación de los ecosistemas pueden evitar que la subida de la temperatura —que vamos a vivir sí o sí— convierta nuestros campos de cultivo en eriales.

Pero, para poder hacer todo esto, la naturaleza necesita estar sana. Por eso debemos, de una vez por todas, proteger los bosques, eliminar los plásticos de un sólo uso, acabar con el vertido de todo tipo de contaminantes y, sobre todo, desarrollar una agricultura que cuide los suelos y los ecosistemas en lugar de destrozarlos.

Tenemos que cambiar radicalmente nuestra agricultura. No nos queda otro remedio, además: los fertilizantes químicos y los pesticidas son derivados del petróleo y el gas que se están acabando. La buena noticia es que podemos y sabemos hacerlo. No tenemos que sacrificar la alimentación de los seres humanos para proteger el Planeta.

Existe un cortafuegos estupendo que se llama agroecología y consiste en utilizar tanto los conocimientos ancestrales como la ciencia más avanzada sobre los suelos para producir alimentos respetando los ecosistemas en lugar de agrediéndolos. La agroecología nos trae buenas noticias: está consiguiendo rendimientos similares a los actuales, regenera los suelos, absorbe CO2, cuida la biodiversidad y produce alimentos sanos. La agroecología es nuestra mejor herramienta contra el deterioro de la biosfera y, además, ahorra energía y crea empleo.

Cortafuegos nº4: Austera abundancia

El ahorro energético es una fantástica forma de evitar todas esas falsas soluciones a la crisis energética que nos hunden en la espiral de la catástrofe ecológica. Bicicletas en las ciudades, trenes, autobuses, casas bien aisladas, alimentos de cercanía… existen muchas opciones que nos dan mucha calidad de vida con poca energía.

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Sí… ya lo sé, durante décadas, cuando intentábamos ahorrar energía, nos venía alguien diciendo que si no consumimos no hay puestos de trabajo y si no usamos el coche se hunde la industria del automóvil. Pero ahora todo eso empieza a cambiar. La crisis energética hace que el ahorro sea vital para que los países no se endeuden buscando una energía cada vez más escasa. La crisis energética puede hacer, por ejemplo, que sea más rentable dejar de importar gasolina para alimentar nuestros coches que exportar automóviles.

Cortafuegos nº5: Éxitos

Por último, no debemos olvidar el poder irresistible que tienen los éxitos a la hora de convencer. Tenemos más éxitos de los que pensamos, muchos más de los que la sociedad cree. Es el momento de que las soluciones del movimiento ecologista empiecen a salir a la luz. Sabemos que es posible comer bien, tener empresas rentables y vivir una buena vida utilizando muchísima menos cantidad de energía y dañando mucho menos el Planeta. Lo sabemos porque ha habido personas, comunidades y empresas de la economía social y solidaria que lo han experimentado durante décadas.

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La sociedad está viendo que las predicciones del ecologismo se están cumpliendo. El cambio climático ya ha llegado. Todas las cosas que deciamos los “ecologistas agoreros”, están llegando mucho más rápido de lo que pensábamos. Es el momento de que la sociedad se crea, también, las soluciones del movimiento ecologista.

No podemos perder el tiempo con luchas estériles sobre esos viejos temas del pasado que enarbolan los reaccionarios. Es el momento de proponer, proyectar, visualizar y debatir cómo puede ser una buena vida en equilibrio con la naturaleza. Y, sobre todo, tenemos que creérnoslo: aquí cabemos todos y todas. Los habitantes humanos y no humanos del planeta podemos vivir una buena vida si somos capaces de auto contenernos y cooperar entre nosotros y con la biosfera.

¿Podemos conseguirlo? No lo sé, sinceramente. Yo no sé si es posible, pero tampoco nadie sabe si es imposible. No lo sabremos hasta que no lo hayamos hecho. De lo que sí estoy segura es de que debemos intentarlo. No podemos aceptar que el canibalismo sea la única opción sin antes habernos dejado la piel buscando otras alternativas.

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Además… no podemos olvidar que también tenemos ciclos virtuosos: a más agroecología, más ahorro y más cuidados más bienestar sin crecimiento y más éxitos que empujan a más gente a cuidar, ir en bicicleta y reverdecer, lo cual nos da más prosperidad sin crecimiento y más éxitos que hacen que más gente se entusiasme con los cambios y éstos tengan más éxito… porque todo se realimenta.


Publicado originalmente en la Revista 15/15/15. Gráficos de Txus Cuende.

La autora de este texto, Marga Mediavilla, integrante del grupo de investigación en Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de ValladolidGeeds, participará el jueves 11 de junio en la mesa redonda de las 25 Jornadas de Economía Solidaria de REAS Aragón.

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