¿Si cada rincón del planeta fuera un punto de liberación?

Les contamos que estamos liberando la Madre Tierra, que para lograrlo tenemos que resistirle ya siete años al imperio y seguir de largo; que programamos encuentros con otras luchas sin tener ninguna financiación y lo logramos; que salimos en buses o chivas a compartir nuestra cosecha con otras luchas; que en medio de todo sacamos tiempo para vivir. O, mejor, que vivir es sacar tiempo para todo éso y seguir de largo y, sin dejar de sentir el dolor de nuestros muertos y otros dolores, hacer de la lucha una vida bonita, sabrosa. Dejamos una pregunta: ¿Si cada rincón del …

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Les contamos que estamos liberando la Madre Tierra, que para lograrlo tenemos que resistirle ya siete años al imperio y seguir de largo; que programamos encuentros con otras luchas sin tener ninguna financiación y lo logramos; que salimos en buses o chivas a compartir nuestra cosecha con otras luchas; que en medio de todo sacamos tiempo para vivir. O, mejor, que vivir es sacar tiempo para todo éso y seguir de largo y, sin dejar de sentir el dolor de nuestros muertos y otros dolores, hacer de la lucha una vida bonita, sabrosa.

Dejamos una pregunta: ¿Si cada rincón del planeta es un punto de liberación, un rincón arrebatado a las garras del capitalismo, no será que detenemos el calentamiento global?

Venimos de un pueblo indígena, del pueblo nasa. En Colombia hay 110 pueblos indígenas, entre ellos el pueblo nasa que está en varias regiones de Colombia, pero en el caso nuestro, en el norte del departamento del Cauca, caminando un ideario de 10 puntos de lucha de nuestra organización nacida en 1971. Por allí estamos viviendo y estamos haciendo una lucha que puede tener mucho que ver con ustedes.

Al proceso le llamamos Liberación de la Madre Tierra porque en nuestra región, la tierra, todo ese valle gigante, esa tierra plana, caliente, está inundada de monocultivo de caña que es caña industrial para agrocombustible. Son cerca de 330.000 hectáreas sembradas y cultivadas de caña. Mientras tanto, el pueblo afro vive apretado en pequeñas ciudades como peones, más que peones como esclavos para cortar esa caña. Y el pueblo indígena está más hacia la cordillera, asentado y apretado contra la montaña, contra el páramo que son las reservas de agua, y apretado contra las peñas, contra los precipicios, porque es zona montañosa, que es una tierra que está solo para que le crezca el monte, para que crezcan los animales y para que vivan los espíritus de la Madre Tierra.

En esta tierra, que está esclavizada por el monocultivo de la caña, decimos: “hay que liberarla”. El agua que nace en las montañas y el agua que hay debajo de la tierra, en los acuíferos, es utilizada en proporciones de 25 millones de litros de agua por segundo para regar la caña, y eso es de un solo dueño, del hombre más rico de Colombia, uno de los más ricos del mundo. Tiene un ingenio de azúcar, no un ingenio de acá [de la mente], sino una industria muy grande que se llama Incauca donde se hace la transformación más grande de azúcar y agrocombustible de América Latina que está allí en el norte del Cauca.

Al pueblo nasa le dolió ver a la Madre Tierra sufriendo la esclavitud de la caña y se metió a las fincas a cortar la caña con machetes, a sembrar comida: plátano, yuca, maíz, frijol, y a dejar crecer el monte nuevamente. En lugar de caña, que vuelva a crecer el monte. Entonces así hemos visto cómo vuelven los animales silvestres, vemos cómo crece el agua, incluso vemos cómo vuelven los espíritus de la Madre Tierra a vivir allí porque cuando hay ese tipo de cultivos [caña de azúcar] los espíritus no se sienten a gusto y se desplazan. Así que los seres espirituales de la Madre Tierra también son esclavizados por este tipo de cultivos. Ese es el lugar de donde venimos para compartirles esto.

Antes de seguir me gustaría preguntarles si habían escuchado alguna vez hablar del pueblo nasa de Colombia. Nasa significa gente en el idioma nasa yuwe. ¿Y del pueblo mapuche? ¿no? ¿Y del pueblo wichí, qom? En Colombia, como decíamos, hay 110 pueblos indígenas. Esos pueblos están en peligro de exterminio físico y cultural por el cultivo de la caña, por el cultivo de la palma (también para agrocombustible), por la minería de oro, por los hidrocarburos, por la extracción de gas. Así, en el idioma del capitalismo, donde hay riqueza debajo de la tierra, ahí están los pueblos indígenas.

Pero no lo vemos como una riqueza sino como los seres de la vida, como hermanos. El petróleo, por ejemplo, es la sangre de la tierra. El petróleo no es un hidrocarburo como lo conocemos en el lenguaje occidental. Sacarle el petróleo a la tierra es sacarle la sangre a la Madre Tierra. Y el oro es un ser que ayuda a equilibrar las energías de la vida. Así que extraer el oro es desequilibrar la Madre Tierra.

En el idioma nasa, Madre Tierra se dice Uma Kiwe. Uma es mamá, Kiwe es tierra. Uma Kiwe, la Madre Tierra. Como decir la Pacha Mama. En Colombia, los pueblos que están sosteniendo el equilibrio de la vida, que están cuidando la naturaleza, están en peligro de exterminio físico y cultural a causa de la explotación de esos territorios.

La lucha que nosotros estamos haciendo allí es una lucha que se ha rebelado contra este sistema. Vamos a acabar con la caña que está destruyendo a la Madre Tierra. En 7 años hemos logrado acabar con 4.000 hectáreas de caña. En esas hectáreas, antes crecía caña, hoy crece monte, agua, vuelven las abejas, vuelven las mariposas, vuelven las familias a vivir allí, con los perros, con los gatos, con las gallinas, con los pavos, y también con las vacas que ayudan mucho a liberar a la Madre Tierra.

Así que podemos contarles que de esas 330.000 hectáreas hemos logrado acabar el 1% de la caña, 4.000 hectáreas en siete años. ¿Ustedes se imaginan si en siete años logramos 4.000 hectáreas, cuánto nos tardaremos en lograr las 330.000 hectáreas? Se nos va a ir la vida allí.

Pero eso decimos: la Liberación de la Madre Tierra es a largo plazo, es de aquí a 150 años por lo menos. Porque hemos crecido también dentro del sistema patriarcal, tenemos muchos resabios del sistema patriarcal, lo reconocemos. Y nosotros, nosotres, alcanzaremos a liberarnos de una parte de ese patriarcado. Pero ya vendrá la siguiente generación que va a liberarse más, y la siguiente va a liberarse más. Hay quienes dicen que en siete generaciones uno logra eliminarlo. Entonces, si no empezamos ahora nunca lo lograremos.

En esas trece fincas estamos haciendo la vida. Las llamamos puntos de liberación o aldeas de liberación. Un lugar donde se puede vivir bonito, donde se puede vivir sabroso. ¿Si cada rincón del planeta fuera un punto de liberación? Ya no serían solo 4.000 hectáreas, sino que habrían miles de hectáreas sin caña, sin pino, sin palma de aceite, sin soja, y allí creciendo la vida.

Así que si caminamos juntes creo que podemos ir un poco más rápido. Pero si las luchas las hacen solo comunidades aisladas con su limitación nos vamos a demorar mucho más. Algunos expertos del cambio climático dicen que nos quedan diez años para un punto de quiebre, otros dicen doce o treinta. El caso es que estamos muy cerca de un punto donde el daño causado por el cambio climático será tan grande que ya será difícil sanar la enfermedad que se le ha causado a la Madre Tierra.

Vivimos allí y allí celebramos, festejamos, lloramos. Cuando hay que llorar los muertos, los lloramos. Han matado doce compañeros en siete años. Y eso no ha sido motivo para detener la lucha que estamos haciendo. A esos compañeros los ha asesinado el Estado colombiano.

Y el hecho de que lo contemos aquí abiertamente es un juicio político que le hacemos al Estado colombiano por ser responsable del asesinato de doce compañeros liberadores del pueblo nasa del norte del Cauca. Más adelante la historia y la Corte Interamericana o las cortes internacionales tendrán que juzgar al Estado colombiano.

¿Cómo han sido asesinados? Han sido asesinados porque mientras estamos en las fincas han intentado desalojarnos. Llega la gendarmería, los antimotines, el ejército, disparan gases. Disparan balas, llegan con tractores, con máquinas, nos dañan los cultivos a punto de cosecha.

Cerca de 600 heridos en estas confrontaciones y doce compañeros muertos por estas incursiones del Estado colombiano o por persecución selectiva. Son cerca de 300 intentos de desalojos en siete años y queremos contarles que en 300 intentos nunca han logrado desalojarnos. Siempre nos mantuvimos en las fincas, siempre pudimos mantener nuestro honor de no permitir que el Estado llegue a desalojarnos porque son nuestros territorios ancestrales. Allí vivieron nuestros abuelos, nuestras abuelas.

No hemos podido alcanzar mucho porque la mayor parte de estos años se han ido en confrontar con el Estado. En estar pendiente de que no llegue la maquinaria a trabajar, en estar pendiente de que no crucen los paramilitares, en estar pendiente de que la seguridad privada de los ingenios azucareros no llegue y haga daño a la gente que está haciendo el control territorial, guardiando a la Liberación de la Madre Tierra.

Y hay otros grupos como las Águilas Negras, paramilitares. Así que el poder cuidarnos, el poder proteger esas 4.000 hectáreas que ya hemos alcanzado, requiere mucho tiempo.

Mientras tanto, hemos tenido tiempo para hacer tres encuentros internacionales con gente así, como están ustedes, con gente que llega de alrededor de catorce países del mundo, alrededor de ochenta luchas distintas que llegan allí y nos comparten qué están haciendo, sus dolores, sus alegrías, sus apuestas. Hemos aprendido mucho de esas luchas.

Hemos hecho también en estos cinco años, mientras el imperio nos ha dado un respiro, dos marchas de la comida que consiste en cosechar lo que hemos sembrado en esas tierras que estamos liberando, las ponemos en un bus, que acá llamamos chiva, que es destapado. En la parte alta la llenamos de comida, de plátano, de yuca, de maíz, de frijol, de frutas.

La última vez llenamos ocho buses y nos fuimos a cuatro ciudades. No llevamos la comida para vender, no la llevamos para truequear, solamente la entregamos en los barrios populares donde hay procesos de base, donde hay luchas en la ciudad. Nos encontramos con la gente que está haciendo la lucha allí y le compartíamos un poquito diciéndole: “nuestra lucha de liberar la Madre Tierra no es una lucha de nasas para nasas, sino es de nasas para todo el planeta”.

No tuvimos la posibilidad de hacer presencia en el festival Ecozine para llevarles un poco, pero nos hubiera gustado. Acá le decimos revuelto. Ojalá algún día podamos llegar allá con un poquito de revuelto y compartirles. Pero lo que hicimos en las cuatro ciudades, tómenlo como un símbolo de que lo que estamos haciendo en el norte del Cauca también es por ustedes.

Porque el agua que crece aquí, le da la vuelta al planeta, el aire que nace aquí, el oxígeno que generan los árboles que crecen aquí en la tierra recuperada, también se respira allá. Y si logramos reforestar, así como esas 4.000 hectáreas, todas las regiones que el capitalismo ha esclavizado con sus cultivos, pues es muy sencillo, vamos a detener el calentamiento global.

Lo que vemos es que la vía institucional, es decir, pedirle al Estado que entregue esa tierra para sembrarla, nunca lo va a hacer. Hacer una marcha para que haya una ley que diga que esas tierras van a ser reforestadas, la burlan. Podemos lograr algo, pero en el congreso detienen todo y archivan el proyecto de ley. Y si llegara a ganarse, violan la ley, no la cumplen.

Así que ese espacio de ir a pedirle al Estado como si fuera un favor que está haciendo, como si fuera el dueño de la Madre Tierra, consideramos que ya no es el camino. Entonces nos metemos directamente a las fincas y hacemos la reforestación, la Liberación de la Madre Tierra por línea directa sin pedirle permiso al Estado. Solamente diciéndole a la Madre Tierra que estamos haciendo la lucha por su libertad, y cuando liberamos a la Madre Tierra, nos liberamos nosotras, nosotres.

No somos un grupo armado, no sé si lo que decimos se entiende como algo violento. No somos un grupo violento pero nos toca hacer la lucha a la fuerza, sin pedir permiso ni tener respaldo de una ley del Estado colombiano.

Lo hacemos desde una ley natural que dice una cosa muy sencilla: “la Tierra es nuestra Madre”. Y si dejamos que se siga explotando por este sistema económico pues dentro de poco tiempo no vamos a tener el único hogar común que tenemos para vivir los pueblos, las especies, los espíritus.

Saludamos a Ecozine, al Copihn y a la familia de la compañera Berta Cáceres por otorgar reconocimiento a nuestra lucha. Seguimos liberando nuestra Madre Tierra.

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