Santiago Llanero: "Hasta que no salga el último de ahí, de todos ellos, yo no tengo pensado salir del campamento"

Santiago Llanero lleva varios meses viviendo por las calles de Zaragoza. Comenzó en las inmediaciones del río Ebro, más tarde tuvo la iniciativa de ocupar un hotel abandonado propiedad de la Sareb en la calle Manifestación y tras su desalojo, él junto con algunos y algunas de sus habitantes, también personas "sin techo", decidieron instalarse con sus pertenencias junto a las inmediaciones del IAAS de la plaza del Pilar, y nombrar a su improvisado campamento, el "Campamento Justicia".

Foto: @AnoroVargas

Se van acercando las 18.30 horas de la tarde del jueves 17 de septiembre de 2020, la hora de mi cita con Adolfo, miembro de la Coordinadora Vivienda, nueva plataforma formada en Zaragoza por varios grupos y colectivos que luchan por un derecho a la vivienda y poner fin a la oleada de desahucios que se está viviendo. Éste, va a presentarme a Santiago Llanero, quien tuvo la iniciativa de entrar en el hotel de la calle Manifestación hace algunos meses, y dar cobijo a más de 20 personas sin hogar. Tras su desalojo a finales de julio, los habitantes temporales de este edificio decidieron instalarse bajo los porches de la plaza del Pilar para tener un cobijo y llamar la atención de las instituciones aragonesas dado que su “Campamento Justicia” (como ha sido nombrado), está muy próximo a las instalaciones del Instituto Aragonés de Servicios Sociales.

Voy entrando en materia y le lanzo algunas preguntas que me han asolado, y es que no entiendo cómo en plena alerta por la pandemia de la COVID-19 se sigue la directriz férrea de desalojo y desamparo, sin que haya un seguimiento hacia las personas que quedan en la calle sin una alternativa en la que resguardarse. Lo vimos con el caso del desahucio de Esperanza hace algunos meses atrás.

“Lo que pasa con la gente que duerme en la calle (se estima que hay entre 300 y 400 personas en Zaragoza ciudad), es que si te lo preguntas de buena fe, puedes pensar, que las instituciones aragonesas tienen medios para poder evitar esto. Pero lo que veo personalmente es que lo que se trata es de dar ejemplo, y si hay desahucios aunque sean por causas injustas, lo que hacen es meterle miedo a la gente para que estén en la situación laboral que estén y aunque cobren un subsidio, se lo gasten todo en la hipoteca y en el alquiler y si tienen que reducir la comida que la reduzcan. Se trata de un problema de disciplinar a la gente y aleccionamiento social. Aquí se trata de salvar a los bancos por enésima vez y entonces, ahora van a eso, a meter miedo”, comenta Adolfo.

Aprovecho para preguntarle por las próximas acciones que van a realizarse en defensa de la vivienda con la Coordinadora Vivienda y por los objetivos prioritarios de la iniciativa: “Queremos hacer una manifestación grande para octubre si todo fuera bien pero luego lo siguiente es parar desahucios. Se hará convocatoria pública para que la gente vaya a parar esos desahucios porque es la mejor forma de generar conciencia, de mostrar la práctica y de motivar a la gente” y adelanta, “en cuanto a los objetivos, hay una batalla con la moratoria de desahucios hacia familias vulnerables. Y luego hay otra, que es el que se expropie el uso de los pisos de los bancos. El Sareb no haría falta expropiarlo porque ya es público, pero debería ponerse a disposición de un banco público de vivienda y por otro lado, que se expropien el uso (porque la propiedad en sí sería más complicado) de esos pisos vacíos de los bancos”. Ardua batalla.

Adolfo, miembro colaborador de "Coordinadora de la Vivienda". Foto: @AnoroVargas

Tras nuestra breve charla introductoria nos acercamos a una terraza cercana de la plaza del Pilar y me presenta a Santiago Llanero, el cual se está tomando un café. Su rostro muestra signos de cansancio y agotamiento pero los ojos muestran un brillo con una ilusión que no palidece. “Suelo venir aquí por la tarde; ella (una amiga la cual me presenta) me saca un ratito del campamento para charlar de otras cosas y desconectar un poco de todo. Es necesario salir”.

Sobre cómo han ido las últimas semanas desde el desalojo, Santiago es claro; "duro porque ha sido en plena pandemia y alerta naranja, con 45 grados de calor, y luego además debemos hacer vigilancia día y noche aquí".

Le abordo sobre si la vigilancia se debe a que corren riesgo de robo, insultos y otros ataques: "Sí. Pero son personas puntuales que suelen pasar por aquí, que nos llaman cualquier cosa, pero son gente mayor, personas retrógradas que tienen ya otros ideales y otra manera de pensar. Y en cuanto a los robos, ya lo han hecho. Hace poco nos quitaron unas cuantas cosas de ahí del campamento, pero son cosas que pasan y no puedes controlar. Sale mucha gente por ahí a tomar. Mucho borracho y mucha gente de mal vivir y nos pueden hacer cualquier cosa, no nos la podemos jugar así como así".

Otro de los problemas a los que se enfrentan los pocos habitantes que quedan en el Campamento Justicia es el del aseo. Los baños públicos detrás de la fuente de la Hispanidad y los del parking están cerrados actualmente. Sólo hay un bar que les deja pasar y usar los servicios. Santiago me dice que se ven obligados a usar la fuente para ducharse dado que no disponen de otros medios por el momento.

“Algunos chicos lo llevan peor porque están enfermos y padecen del corazón. También nos pasa que a veces, las monjas del centro religioso que tenemos justo enfrente nuestro se asoman a la ventana y si nos ven en la fuente, llaman inmediatamente a la policía”, cuenta con cierta aspereza. “Hay mucha gente que no le gusta que estemos aquí, pero por suerte, son muchas más las personas que están ayudando y colaborando con nosotros”.

Gracias a que están recibiendo ayuda por parte de asociaciones y organizaciones sin ánimo de lucro están logrando persistir: “Cruz Roja pasa por aquí una vez a la semana y nos pregunta qué necesitamos. Nos proporcionan sacos de dormir, mantas... También la Red Solidaria Popular han estado muy pendientes de nosotros, la Red del Gancho, de la Madalena, de Torrero... Nos facilitan útiles para limpiarnos las manos, desinfectantes, mascarillas, colchones; nos traen de todo. También he de señalar que los vecinos nos traen alimentos y colaboran con todo, ya sean los de aquí o los de calle Manifestación”.

Actualmente hay cinco personas habitando este campamento de la veintena que llegó a albergar el ya famoso hotel. Uno de los combatientes de este campamento encontró trabajo gracias a un amigo hace unos días. Santiago no puede evitar emocionarse cuando le pregunto cómo se siente con respecto a él: “No sé cómo explicártelo, es muy difícil. Son sentimientos encontrados de tristeza, alegría, dolor… Son 52 días, casi dos meses en los que hemos vivido mucho. Y en este mes y medio hemos estado prácticamente casi solos los dos, día y noche, y estábamos agotadísimos. Yo estoy reventado. Menos mal que en estos días hemos desocupado un poco el campamento porque hemos metido todas las pertenencias que tenemos nuestras personales en una tienda de campaña y bueno, el lunes, martes y miércoles es más tranquilo, pero ya el jueves tenemos que seguir con las guardias, no puedo dejarlo desatendido” me dice muy conmovido. “Pero él va a seguir viniendo en sus ratos libres, luego se pasará a la concentración”.

Santiago es de Calahorra, un pueblo de La Rioja, y vino a Zaragoza a principios de este año maldito. “Es un pueblo legendario y de ahí que yo sea tan guerrero. Llegué aquí y me instalé con una tienda de campaña detrás del parque deportivo Helios y del puente de Santiago y puse un cartel que decía que si me quitas esto, me quitas todo lo que tengo. También colgué unas banderas y me acampé ahí. Yo veía cada día a mucha gente por ahí sin hogar y decía esto no puede ser, es inhumano, y decidí ocupar el hotel para la gente que no tiene dónde dormir. Lo he hecho todo de manera altruista. Algunos me lo han pagado de malas maneras y otros me pagan cada día con su cariño, me dan un abrazo o me dan dos besos y eso para mí, me llena más que cualquier cosa”.

Comienza la concentración y varios colectivos se acercan a dar su apoyo a la causa. Una pancarta de grandes dimensiones perteneciente a PAH (Plataforma de Afectadas por la Hipoteca) muestra el mensaje: “Lo dice la Constitución, tener techo es un derecho. ¡Queremos soluciones!”.

Alguien se acerca con un gran ramo de flores y se lo entrega a Santiago mientras está dando comienzo a su discurso con voz entrecortada: “Primero quiero daros las gracias a todos vosotros y a todos ustedes, a todas las plataformas que nos están ayudando, colaborando... De verdad, me quito el sombrero. Sólo quiero deciros que hoy llevamos 52 días del desalojo del hotel, pero no perdemos las fuerzas y las esperanzas, al contrario. Sólo con veros a vosotros aquí me dais más fuerzas para seguir luchando para que todas las personas sin hogar tengan el derecho a la vivienda... Somos seres humanos, tenemos corazón, tenemos sentimientos, no somos farolas... y necesitamos entre todos unir fuerzas, unir los esfuerzos y unirnos entre todos y buscar una lucha unificada para que todos podamos salir de esta situación”.

Foto: @AnoroVargas

Tras alguna intervención más, se informa de un nuevo desahucio el cual logró ser detenido el pasado viernes 18 de septiembre en Lumpiaque hasta nuevo aviso. Una vez finalizado el evento, los abrazos y muestras de cariño se suceden entre asistentes y habitantes del campamento. Mientras soy testigo de estos emotivos momentos, una pareja de transeúntes comienza a increpar a Santiago: “¡Vagos! Ya vale de vivir del cuento. Lo que tenéis que hacer es poneros a trabajar como llevo yo toda la vida haciendo”. Las ofensas logran ser ignoradas pero me estremezco ante tal falta de empatía y una actitud chulesca, que se considera totalmente legitimada a poder juzgar tan fácilmente a personas en esa difícil situación.

Foto: @AnoroVargas

Una última pregunta para el protagonista de esta jornada: ¿Pensáis quedaros aquí de forma indefinida?

“Sí, hasta que no se nos de una alternativa. De hecho a mí los servicios sociales me han ofrecido una vivienda y una paga pero yo la he rechazado porque he dicho que hasta que no salga el último de ahí, de todos ellos, yo no tengo pensado salir del campamento. Ya me pueden dar lo que quieran o llevarme a casa del mismísimo alcalde pero yo no me voy, lo tengo claro”.

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