Retiradas que son una victoria

Alberto Cubero es un apasionado del cine quinqui y del rock radical vasco de los 80 y 90 al que le gusta ir al pueblo con su familia a desconectar. Pero estos últimos años lo ha tenido complicado para llevar una vida tranquila.

Alberto Cubero en una imagen de archivo. Foto: Miguel G. García

En un mundo en el que los personalismos y los egos son el pan nuestro de cada día, en ocasiones te encuentras con personas que te recuerdan que ser un buen líder es lo radicalmente opuesto a eso. Este fin de semana la conferencia política del Partido Comunista de Aragón ha dado el relevo a Alberto como secretario general.

En un mundo en el que a veces escribimos normas que nosotras mismas no cumplimos, Alberto da un paso atrás para que otras voces, otras generaciones, den un paso al frente. Como sucede con las bandadas de grullas que atraviesan cientos de kilómetros, el relevo es parte del éxito de la expedición.

Nunca ha tenido miedo a la ambición política, pero la ha sabido llevar en el fino equilibrio de no ser soberbio ni dejarse arrastrar por la vanidad del ego. Porque lo que perseguía era para el bien común, para mejorar las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora. Ha demostrado con su praxis política cotidiana que es más importante el “para qué” pero, sobre todo, el “para quién”.

Siempre ha sabido hacer política con la razón y el corazón, pero nunca con las tripas. Ha sido certero a la hora de enviar los mensajes y ha sabido recordarnos quién es el verdadero enemigo de la clase trabajadora: el capitalismo y el fascismo, operen bajo el nombre o las siglas que operen. Y aunque ha sido incisivo y duro siempre en las críticas a sus adversarios políticos, al final se ha ganado su respeto porque en lo personal es un tipo afable y cordial.

Hay personas que ante la adversidad pierden los papeles, se ponen nerviosas… Pero hay otras como Alberto que se crecen ante la misma. La absurda denuncia de Vox por haber dicho públicamente que ojalá los barrios populares rechacen la llegada de los neofascismos nos llenó a todas sus compañeras de militancia, camaradas y amigos de una amarga preocupación. Veíamos en el lawfare una vía para la inhabilitación política de personas tan válidas como Alberto u otros muchos casos a lo largo del país. No obstante, no perdió la calma. Él sabía que era un ataque contra toda la izquierda, no contra sí mismo. Y por ello supo mantener la serenidad en todo momento. Templanza, una virtud que no es poco importante hoy en día.

Todavía queda mucha legislatura y muchas batallas que librar pero ojalá se acerque el momento de disfrutar de todo ese tiempo que la primera línea le roba. Pero tengamos la certeza de que su vida política no termina aquí. Le seguiremos viendo en las las manifestaciones con los sindicatos, en las concentraciones para parar desahucios, o en la militancia de base (en el PCE, en IU, en Zec...) que es un lugar hermoso desde el que construir.

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