Por qué Podemos se opone a la creación de más grandes superficies comerciales en Zaragoza

El comercio de una ciudad es un elemento esencial para definir el modelo urbanístico de la misma. Unos barrios llenos de actividad y de vida sólo son posibles con un comercio de proximidad fuerte y asentado en su entorno. Como ciudadanos y como consumidores, el valor que nos aporta el pequeño comercio en cuanto a un trato y atención personalizados, relaciones humanas o disponibilidad del tiempo libre, es esencial para construir ciudades más cálidas, acogedoras y humanas. Una ciudad donde se pasea por las calles, donde hay escaparates abiertos y luces encendidas, donde hay actividad comercial, es una ciudad más …

El comercio de una ciudad es un elemento esencial para definir el modelo urbanístico de la misma. Unos barrios llenos de actividad y de vida sólo son posibles con un comercio de proximidad fuerte y asentado en su entorno. Como ciudadanos y como consumidores, el valor que nos aporta el pequeño comercio en cuanto a un trato y atención personalizados, relaciones humanas o disponibilidad del tiempo libre, es esencial para construir ciudades más cálidas, acogedoras y humanas. Una ciudad donde se pasea por las calles, donde hay escaparates abiertos y luces encendidas, donde hay actividad comercial, es una ciudad más habitable y segura.

El pequeño comercio también tiene indudables efectos positivos para el medio ambiente. La proliferación de grandes centros comerciales en la periferia de las ciudades tiene una doble consecuencia negativa. Por un lado, la dependencia del uso del vehículo privado para el acceso es notable con el aumento de emisiones que supone. Por otro lado, la necesidad de movilizar grandes camiones, en muchas ocasiones desde países lejanos para abastecer a estas superficies, consume gran cantidad de recursos energéticos.

Económicamente, la necesidad de fortalecer y defender al pequeño comercio es imprescindible. Éste tiene contratadas más del doble de trabajadores y trabajadoras que las grandes superficies y con unas condiciones laborales mejores. Más empleo y de más calidad que hay que preservar.

La competencia de las grandes superficies es letal para el empleo: así, desde la apertura de Puerto Venecia, se han destruido más de 6.500 empleos cuando en las mejores previsiones del macrocentro se habla de crear 4.000 puestos de trabajo. Por cada puesto de trabajo que se crea en una superficie comercial, se destruyen dos en el comercio de proximidad.

Así mismo, el pequeño comercio tiene como proveedores en mayor medida a fábricas y productores locales y regionales, con lo que depende de ellos que el mermado sector productivo aragonés, pueda tener mejores expectativas de futuro.

En el plano impositivo, mientras los comerciantes locales pagan sus impuestos al estado español, muchas de las cadenas que se instalan en las superficies comerciales son extranjeras y tributan fuera de nuestras fronteras, a veces, incluso en paraísos fiscales.

Por todo lo expuesto, iniciativas como el anuncio de instalar más superficies comerciales en Zaragoza, como la anunciada de Torre Village en Pikolín, suponen un ataque al pequeño comercio y a su supervivencia. Es por ello que desde todas las administraciones aragonesas debemos hacer lo posible por evitar la instalación de nuevas grandes superficies comerciales en el término municipal de Zaragoza.

Es preciso recordar que en 2001 hubo una moratoria a la construcción de nuevas grandes superficies que duró apenas 4 años: la superficie comercial de grandes centros comerciales prácticamente se triplicó en Zaragoza entre 2005 y 2011. De hecho es ya un 70% superior a la media nacional: 500 metros cuadrados de gran superficie comercial por cada mil habitantes.

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