Nuestros mayores...

... las Residencias y la Pandemia del COVID-19. Desde primeros de marzo, hemos visto cómo nuestros mayores han fallecido en las Residencias de Mayores, la mayoría privadas y pertenecientes a grandes grupos de inversión; la mayoría sin poder despedirse de sus familias al estar aislados y de los que solo han podido recoger “sus cenizas”. Los horrores vividos en estos meses los han descrito muy bien desde “Médicos del Mundo” y desde la Unidad Militar de Emergencias, que han ayudado y colaborado en dichas Residencias: personas aporreando las puertas donde los tenían encerrados y fallecidos en habitaciones que nadie pasaba …

Las manos de una persona mayor para ilustrar una noticia sobre residencias de personas mayores
En Aragón hay 344 residencias de mayores, en las que viven 22.000 personas. Foto: Gobierno de Aragón

... las Residencias y la Pandemia del COVID-19. Desde primeros de marzo, hemos visto cómo nuestros mayores han fallecido en las Residencias de Mayores, la mayoría privadas y pertenecientes a grandes grupos de inversión; la mayoría sin poder despedirse de sus familias al estar aislados y de los que solo han podido recoger “sus cenizas”. Los horrores vividos en estos meses los han descrito muy bien desde “Médicos del Mundo” y desde la Unidad Militar de Emergencias, que han ayudado y colaborado en dichas Residencias: personas aporreando las puertas donde los tenían encerrados y fallecidos en habitaciones que nadie pasaba a recoger.

Esos mayores, que estos meses están confinados, aislados y sufriendo brutalmente el azote de la pandemia -solo en Aragón casi el 90% de los fallecidos por el COVID-19 han sido personas mayores en Residencias- siguen falleciendo por ser el eslabón más débil y por tener otras patologías asociadas que complican mucho más la situación.

Esos mayores: padres, madres, tíos, abuelos… son una generación que nunca ha tenido una vida fácil; nunca han pisado la mayoría un camino de rosas; les ha tocado vivir el final de una guerra civil, una durísima postguerra de pobreza y miseria, han tenido que abandonar sus pueblos y campos para buscar una vida mejor en las fábricas de las grandes ciudades para que sus hijos pudieran comer, tener unos estudios que ellos no tuvieron, sacar adelante a sus hijos con mucho sacrificio y darles una vida mejor.

Esos mayores, cuando se truncó la armonía y la vida más o menos tranquila con la llegada de la crisis y vieron cómo sus hijos y nietos volvían a pasar las dificultades que a ellos les tocó vivir, cedieron y ayudaron con su miserable pensión en la mayoría de los casos a que no pasaran necesidades, a que pudieran tener la nevera llena para comer todos los días y a que sus nietos pudieran pagar los comedores escolares y sus estudios. Una vez más, una vida de sacrificio a su costa, de sus pensiones, de su vida y de sus escasos ahorros.

Esos mayores, que vieron como unos gobiernos y otros les congelaban las pensiones o se las subían un mísero 0,25%, y que tuvieron que salir a las calles y plazas de todo el país a reclamar lo que por derecho les correspondía, nadie lo hizo por ellos. Algo impagable y digno de admiración.

Esos mayores, que después de años de duro trabajo, llegan a su jubilación y no la pueden disfrutar ni viajar, porque siguen ayudando a los hijos que trabajan, cuidando y haciéndose cargo de los nietos, yendo a recogerlos al colegio y cuidándolos en las vacaciones escolares.

Esos mayores, que ahora en los últimos días de sus vidas están viviendo en Residencias porque no siempre se les puede atender en casa por trabajo, por no poder o no saber cómo hacerlo o por otras circunstancias -ese sería otro debate- están sufriendo la pandemia como nadie. Están aislados de sus familias, sin recibir ese cariño que necesitan y sin saber en muchos casos ni por qué está ocurriendo todo esto. Están falleciendo con el único apoyo y consuelo de nuestros sanitarios que los tratan cuando cogen el virus dichoso y esperando el final de sus días con tristeza y en soledad. Y, lo que es peor, sin el personal que los pueda atender debidamente porque su “estancia” en las Residencias se ha tomado desde las administraciones como un “negocio” para las empresas privadas y los grupos de inversión.

Esos mayores, ya en sillas de ruedas, con bastones, andadores o inmovilizados, si se pudieran reunir todos en una gran Asamblea y debatir, saldrían en una gran manifestación con una pancarta enorme que diría: “NO NOS MERECEMOS ESTO”

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies