“Ni siquiera los muertos estarán a salvo si el enemigo vence…

Y ese enemigo no ha cesado de vencer», advertía con toda razón y conocimiento Walter Benjamin en sus célebres tesis Sobre el concepto de historia, su trascendental obra póstuma. Un texto tan breve como complejo y proteico, escrito en París (1940) poco antes de la ocupación nazi y que se salvó casi milagrosamente —no así su autor que murió en el Port Bou franquista acosado por la Gestapo— gracias a la intercesión de su prima y amiga de confianza, Hannah Arendt, que logró llevarlo consigo a USA donde pudieron publicarse multicopiadas por primera vez en 1942. La celebración de un …

Memoria

Y ese enemigo no ha cesado de vencer», advertía con toda razón y conocimiento Walter Benjamin en sus célebres tesis Sobre el concepto de historia, su trascendental obra póstuma. Un texto tan breve como complejo y proteico, escrito en París (1940) poco antes de la ocupación nazi y que se salvó casi milagrosamente —no así su autor que murió en el Port Bou franquista acosado por la Gestapo— gracias a la intercesión de su prima y amiga de confianza, Hannah Arendt, que logró llevarlo consigo a USA donde pudieron publicarse multicopiadas por primera vez en 1942.

La celebración de un congreso sobre Historia, Memoria y Educación que además se reclama como un alegato contra la neutralidad, tiene, en los momentos en que vivimos, mucho que ver con la advertencia de Benjamin. Un momento político que viene marcado por el preocupante ascenso y (sobre todo) normalización de posiciones políticas abiertamente ultranacionalionalistas, misóginas y xenófobas de la mano de un partido ultraderechista como Vox, convertido ya en tercera fuerza parlamentaria y que gracias a los Populares y a Ciudadanos es ya partido de gobierno en tres importantes comunidades autónomas y en un escandaloso número de municipios de toda España.

Recordar es un imperativo moral y ético; hay pasados que no pueden ni deben pasar. La obligación de recordar es inseparable del derecho a conocer. En los albores del siglo XXI, una sociedad históricamente ignorante es una sociedad enferma de amnesia, tolerante con la impunidad y potencialmente blanqueadora de cualquier forma de fascismo. Por eso está pasando lo que está pasando.

En Aragón, tras más de tres años de Ley de Memoria —aprobada en Cortes en noviembre de 2018 con el voto en contra del PP y del PAR, conviene no olvidarlo—, el fascismo se sigue blanqueando. Las políticas públicas, reales y efectivas, de Memoria democrática, republicana y antifascista, siguen siendo un arcano insondable. Sencillamente no existen. Lo ocurrido en los Ayuntamientos de Zaragoza o Huesca, con el nomenclator de sus callejeros (poblados de destacados cargos públicos franquistas en ambas ciudades) es, per se, una anomalía democrática inadmisible. El gobierno cuatripartito (PSOE-CHA-Podemos-PAR) ni siquiera ha comenzado a desarrollar y aplicar el articulado de la ley.

Llamemos a las cosas por su nombre: el incumplimiento de la ley es insumisión, y, en el caso del PSOE, la laxitud ante su aplicación es cobardía y falta de voluntad política. En el terreno de las políticas curriculares y educativas no deja de ser lacerante comparar el empeño del gobierno Lambán en crear un “Consejo Asesor para la enseñanza de la Historia” para defender el buen nombre de la Corona de Aragón, con la pasividad absoluta de la Consejería del ex inspector Faci para afrontar la urgente inclusión en el currículo de los temas relacionados con la Memoria Histórica, tal como, además, está obligado por ley.

El Congreso, organizado por CGT y ARMHA, además de propiciar un espacio para el debate y la gestación de complicidades desde abajo, quiere ser también un alegato para exigir al Gobierno de Aragón que cumpla con sus obligaciones: garantizar que el alumnado de primaria y secundaria reciba una sólida, documentada y teóricamente informada formación sobre su pasado traumático reciente (el tracto matricial que va desde 1931 a 1982), con un profesorado formado para ello y con un currículo científicamente actualizado, abierto y flexible que realmente permita reflexionar sobre el pasado y el presente con sosiego, de forma recurrente y en todas las materias —no sólo en Historia— y niveles educativos. Queremos (y exigimos) que la escuela obligatoria sea un lugar, como ocurre en otras partes de Europa o Latinoamérica, comprometido con la memoria histórica y democrática —es decir, republicana y antifascista—.

Que sea un lugar donde, al menos, se pueda contrapesar la nociva influencia de los mass media hegemónicos que, como ocurre en Aragón, con el cartel Henneo y sus historiadores de guardia, están promoviendo claramente un discurso antimemorialista, revisionista y de neta estirpe neofranquista. Un espacio donde, al menos, se pueda interpelar y someter a discusión las bases de ese auténtico proyecto colectivo de impunidad y desmemoria que ha ido cocinándose a fuego lento a modo de ideario hegemónico por los think tank del pensamiento dominante. Que sea, en definitiva, un espacio de deliberación pública, donde se enseñe y aprenda históricamente y sin subterfugios, que, en España, para ser demócrata hay que ser, por encima de todo, antifranquista.

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