Mercado versus Estado en la Europa de hoy: debate en el Foro Europeo de Alpbach

En octubre de 2015 tuve la oportunidad de debatir en Múnich con el profesor Hans Werner Sinn sobre la unión monetaria europea y, de modo más amplio, sobre la economía de Europa. Este 30 de agosto debatí en el Foro Europeo de Alpbach con el sucesor del profesor Sinn en la presidencia del IFO, el pofesor Clemens Fuest. [Véase aquí, el video de los discursos de apertura y el debate]. Este debate inaugural de Alpbach se organizó siguiendo las líneas de la siguiente proposición/pregunta:

“La economía de mercado es el mejor modelo. Tendrá también éxito en la gestión de los retos a los que nos enfrentamos en el futuro”. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación?

Yanis Varoufakis:  Se trata de una pregunta excelente para la década de 1920, y puede que para la de 1980. Hoy resulta una distracción. Una pregunta interesante académicamente, pero que apenas sí es relevante frente a nuestros actuales y apremiantes retos.

En aquellos días en los que esta cuestión del Mercado versus el Estado, del orden espontáneo versus los agentes colectivos o del Estado, la debatían intelectuales como Oskar Lange, Friedrich von Hayek, Joseph Schumpeter, John Maynard Keynes, Michal Kalecki, etc., von Hayek comentó una vez que el problema del socialismo de planificación centralizada es que solo puede aplicarse por medios que los socialistas desaprobarían. El derrumbe de la URSS y sus satélites reforzó la máxima de Hayek.

Pero, desde entonces, en 2008 para ser exactos, hemos tenido otra implosión. Conforme los mercados financieros desregulados se desplomaban siguiendo la estela de Northern Rock, Merrill Lynch y Lehman’s, otro tanto le sucedía a los dogmas neoliberales, de acuerdo con los cuales los mercados financieros, una vez liberados de la regulación, encontrarían su propio equilibrio estable autorregulado. Por el contrario, cuando los gobiernos se apresuraron a rescatar a los bancos sin nacionalizarlos, terminamos con un absurdo darwinismo invertido que se basa en la supervivencia de los peores fracasos: cuanto más insolvente se demuestra un banquero, mayor es su capacidad de apropiarse de parte del superávit producido por los trabajadores y el capital industrial. Y así, hoy, en el mundo posterior a 2008, para parafrasear a Hayek, las soluciones de libre mercado sólo pueden aplicarse con medios que von Hayek desaprobaría.

Se entienden los fracasos del socialismo: una grave incapacidad para aportar innovaciones a las masas y una tendencia al autoritarismo teñida de corrupción. El problema inherente del capitalismo de libre mercado, por otro lado, es que existen dos mercados clave que no pueden funcionar de manera fiable como mercados libres: uno es el Mercado de Dinero y el otro, el Mercado de Trabajo.

Si tenemos alguna duda de que los principios de mercado (por ejemplo, los argumentos convencionales acerca de la interacción de oferta y demanda para producer equilibrio y eficiencia) se quedan con las ganas en el mercado de dinero, consideremos dos hechos que configuran nuestra realidad contemporánea:

  • Tipos de interés negativos: ¿Cómo puede ser negativo el precio de una  ‘mercancía’ (es decir, dinero-crédito), a menos por supuesto que el dinero-crédito sea la clase de mercancía con la que los mercados no pueden negociar?
  • El Programa de Compras del Sector Público del BCE; es decir, el hecho de que el banco central de la eurozona se vea hoy obligado, en su batalla perdida contra la deflación,  a comprar deuda privada de empresas particulares, es decir, a escoger qué deuda de qué empresarios apuntala y cuál no...

Ni (i) ni (ii) supra resultan consistentes con la conmovedora creencia de que el dinero es igual que cualquier otra mercancia prima cuya cantidad y precio se determinan mediante la oferta y la demanda.

El segundo mercado que no puede (y no se le debería permitir) operar como libre mercado es el Mercado de Trabajo. Del mismo modo que el ‘mercado’ de dinero, en el que actualmente el precio (el tipo de interés) cae, pero en el que la demanda del mismo (es decir, la exigencia de fondos para inverter) no llega a estimularse, igualmente en el mercado de trabajo el precio (es decir, los salarios) a menudo cae, mientras que la demanda  (es decir, el empleo) sigue catatónica (y en algunos casos, como en Grecia, disminuye).

Así pues, desde la perspectiva de las medidas políticas, no se trata de una cuestión de de libre mercado versus agentes colectivos o del Estado. Hoy en Europa hemos logrado combinar los peores aspectos de los mercados con los peores aspectos de la intervención del Estado (desde luego, supra-Estado) para producir una crisis existencial en lo que toca a la UE y a nuestra democracia. Estamos en un momento como de la década de 1930 (poco después de que se derrumbara el sector financiero, con la Gran Deflación ya arrasando, y pocos años antes de que Europa rebasara un punto sin retorno (y fuera de cabeza al abismo político y ético).

Europa se está desintegrando a causa de un mecanismo de refuerzo mutuo de deflación, baja inversión, autoritarismo y fragmentación económica, amén de política. Las raíces de esta desintegración se pueden encontrar en el ADN de la UE. La UE no se creó  sobre la base ni del libre mercado ni del socialismo. Se creo como un cártel de industrias pesadas y pesadamente oligopólicas, ampliado luego para incluir a la agricultura a gran escala y los bancos.

Este cartel lo alimentaron amorosamente, en los años 50 y 60, los EEUU, los cuales, al ser la mayor economía con superávit del mundo, proporcionaron al cártel de Europa la moneda y la gestión macroeconómica centralizada que necesitaba. En resumen, los EEUU reciclaban sus superávits enviando a Europa y a Japón una parte de los mismos. Y así continuaron haciéndolo hasta que perdieron su superávit, al deslizarse a una posición de deficit por cuenta corriente hacia mediados de los años 60. Por consiguiente, en 1971, los EEUU concluyeron este sistema de reciclaje global del superávit mediante lo que yo denomino EUREXIT: echando fuera del area del dólar a Europa (es decir, del sistema de Bretton Woods).

Desde finales de la década de 1970 hasta 2008, fueron de nuevo los EEUU los que proporcionaron una vez más el mecanismo de reciclaje global del superávit que hacía sostenible el cartel de Europa, sólo que esta vez por medio de los mercados financieros descentralizados y el  el pujante déficit por cuenta corriente de los EEUU que estaba proporcionando a las fábricas alemanas (además de las japoneses y chinas) la demanda efectiva que ansiaban. ¿Y cómo se financió este deficit? Atrayendo al 70% de los beneficios alemanes, japoneses y chinos a Wall Street para financiar los déficits norteamericanos. Sobre el lomo de este maremoto de flujos de capital, se hizo más y más grande la financiarización, lo que llevó inevitablemente a… 2008.

La union monetaria de Europa sólo podía funcionar antes de 2008, pero le faltó capacidad para absorber el choque después de 2008. Desde un principio, reforzó los actuales desquilibrios por cuenta corriente en el seno de la eurozona (como previmos muchos de los que hacemos de Casandra), inundando las regiones de déficit con préstamos que crearían burbujas que estallarían luego, garantizando que, en ausencia de cualquier mecanismo de reciclaje de pérdidas y superávits en el seno de la zona euro (o de algún procedimiento racional de insolvencia), fuera inevitable una crisis de deuda-deflacionaria, una crisis que adopta la forma de Gran Depresión en lugares como Grecia y de tipos de interés negativos, y baja, baja inversion en lugares como Austria y Alemania.

Con posterioridad a 2008, tanto los EEUU como Europa han fracasado en lo que respecta a recuperar su equilibrio y salir de lo que Larry Summers denomina su ‘estancamiento secular’. Sin embargo, Europa se las está arreglando bastante, bastante peor que los Estados Unidos, y está, en realidad, desintegrándose (a diferencia de los EEUU, que siguen siendo sólidos, pese a los mejores esfuerzos de su clase política). A entender por qué ayuda el investigar el tipo de preguntas que se hicieron los responsables políticos norteamericanos y europeos en 2008.

En Washington, las luminarias reunidas preguntaron: “¿Qué debemos hacer para impedir que nos consuma esta crisis?” En Bruselas, preguntaron: “¿Qué podemos hacer para fingir que las ‘reglas’ que concebimos hace quince años, que ahora sabemos que son imposibles de respetar,  todavía se mantienen?” La respuesta a la segunda pregunta, que someto a su consideración, ofrecerá sólo una solución a la crisis por un accidente muy improbable…

Para redondearlo, me acuerdo de un dibujo humorístico de los años 80 en el que aparecían dos hombres que miran hacia abajo desde el ventanal acristalado de su rascacielo de Nueva York, mientras uno le dice al otro: “Necesitamos desesperadamente un gobierno totalitario para que aplique políticas económicas liberales”. Pues bien, tenemos hoy una troika totalitaria, que pasa por encima de parlamentos y gobiernos, que en nombre de la política económica liberal, está provocando que nuestros mercados de dinero aplasten los fondos de pensiones, nuestros mercados de trabajo generen miseria, nuestra Europa se desintegre.

En conclusión, nuestra elección no está entre el libre mercado y la intervención del Estado. Nuestra elección es más interesante que esta: podemos agruparnos a lo largo y ancho de Europa, y levantarnos contra la insidiosa combinación de la Gran Deflación, el Autoritarismo y la Xenofobia que hoy se fortalece cada vez más, haciendo de punta de lanza de la desintegración de Europa y empujándonos a una reedición de los años 30. Para tener éxito necesitamos tomar prestadas las mejores ideas de diferentes tradiciones ideológicas, así como los mejores instrumentos que puedan ofrecernos mercados y estados. O si no, podemos desperdiciar nuestras energías corrompiendo los márgenes de la actual mescolanza de políticas fracasadas, mientras debatimos preguntas que son más propias de la década de 1920.

[alaya_toggle status="open" title=""]Artículo publicado en SinPermiso.info.[/alaya_toggle]

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