No ha terminado octubre y ya tenemos las luces de navidad en las calles de Zaragoza. No en todas, claro, solo en aquellas en las que alguien ha decidido que ayudan a "crear ambiente". ¿Ambiente? Entendemos por ambiente que, con la excusa de las lucecitas, se nos despiertan las "ganas locas" de comprar y gastar un dinero que pocas tienen. ¿Para eso ha quedado la Navidad en las grandes ciudades, en aquellas urbes que compiten por el mayor alumbrado?
Azcón está haciendo todo lo que está en su mano para no cumplir con las peticiones de ahorro energético. Al fin y al cabo lo están pidiendo Europa y Sánchez. El alcalde de Zaragoza también sigue empeñado en ir a contracorriente y contra toda lógica: pide y le conceden fondos europeos para desarrollar la Zona de Bajas Emisiones, pero ya avisa que renunciará a ellos por "falta de tiempo" (es lo que tiene dedicar tres años al selfie). Camino del mismo sitio, la papelera, van los fondos concedidos para la construcción de carriles bici.
Al mismo ritmo que aumentan las luces y el gasto energético, la desigualdad y la pobreza aumentan en nuestra ciudad. Las plantillas de los Centros de Servicios Sociales están bajo mínimos, como lo están las de atención a la ciudadanía en las juntas y distritos. Mientras, se inyecta más dinero público en privatizar esa atención, como en externalizar servicios públicos tan esenciales como el de Bomberos. Dinero público que sale de las arcas municipales para entrar en las cuentas de empresas privadas. Y así seguimos.
Y para alegrarnos estas verdaderas tristezas nos ofrecen luces y Goyas, en una actuación "por la cultura" tan poco memorable como esa segunda edición de las figuras del de Fuendetodos recogidas en Santa Engracia. Quizá para tratar de ocultar una plaza que ha quedado dura, seca y desangelada. Tan desangelada como la ciudad que nos quieren dejar. Pero, con más luces que ellos, enfrente nos encontrarán.