Shale Gas es una plataforma que agrupa a las empresas dedicadas a la producción de gas no convencional en el Estado español. El pasado jueves 14 de mayo Shale Gas salía de sus oficinas para enfrentarse con la ciencia y la sociedad aragonesa. Precisamente el mismo día publicaba un comunicado en su página web titulado “La ley del Sector de Hidrocarburos permitirá que las comunidades locales se beneficien de la exploración y producción del gas no convencional”.
Una Ley de Hidrocarburos que había sido aprobada definitivamente en el Senado el día anterior. Esta ley establece un mercado secundario del gas, además de varios impuestos para la exploración y explotación de hidrocarburos, que benefician al territorio donde se ubican los yacimientos así como a sus propietarios. Algo así como la vía libre al fracking, si los políticos territoriales lo desean.
Aun así, con el viento completamente a favor, gracias a unas administraciones obcecadas en los mercados y de espaldas a la sociedad, la primera puesta en escena de Shale Gas fue ciertamente decepcionante.
Comenzaba su exposición David Alameda, Director General de Shale Gas España. Un comercial elegante y de amplia sonrisa, que basó su intervención en tres débiles argumentos: la necesidad de dotar del confort que se disfruta en los países ricos en todos los rincones del planeta, la supuesta limpieza de la quema de gas con respecto a otros combustibles fósiles y los beneficios económicos del uso del gas no convencional. Argumentos casi siempre económicos, simples, cuando no limitados, que en ningún momento hablaron de los problemas que genera la fractura hidráulica. Eso sí, argumentos adecuados para convencer a la mayoría de nuestros políticos.
La parte técnica la dejaba para José Antonio Sáenz. Un técnico con la misma cantidad de experiencia que de arrogancia, supo diferenciar la perforación dirigida como un avance técnico y moderno, no sin antes haber advertido repetidas ocasiones que es el único técnico que ha hecho una fractura hidráulica en el Estado español. Sin ningún rigor sociológico llego a afirmar que la fractura hidráulica iba a democratizar el mundo del gas y el petróleo, algo que aseguró “va a acabar con la política tal y como la conocemos en el siglo XX”. Democratizar a base de talonario, con un costo de 10 millones de dólares por construcción de un pozo. Una extraña forma de democratizar.
El contrapunto a Shale Gas lo puso la Universidad de Zaragoza. En concreto el departamento de Ciencias de la Tierra de la Facultad de Geológicas. José Luis Simón, advirtió que “tras las ponencias anteriores mantenía su preocupación” con respecto a esta técnica. “Cualquiera que defiende este sector industrial lo califica de recurso no convencional, tampoco son convencionales las perspectivas económicas que genera. Qué duda cabe que la tecnología utilizada tampoco es convencional, pero es tal su repercusión en el subsuelo, que también hace no convencionales los posibles riesgos (…) parece sensato pensar que en este horizonte tanto de expectativa económicas como de riesgos medioambientales, deberíamos dotarnos de unas herramientas de precaución, de análisis de riesgos, de análisis medioambientales que fueran también no convencionales”. Con esta contundencia iniciaba José Luis Simón su intervención. El concepto de “prevención de riesgos” era la primera vez que surgía en más de una hora de ponencias sobre el fracking por parte de Shale Gas.
Los principales problemas que genera la fractura hidráulica son la contaminación de acuíferos, y la sismicidad. La conectividad con los acuíferos, es un asunto que en general la industria niega, pues consideran que la profundidad de las rocas madres que se fracturan, hacen que las propias fracturas no puedan llegar a los acuíferos de agua dulce, mucho menos profundos. Algo que en el papel es real, pero que el propio José Luis Simón mostró que no era siempre así, basándose en un proyecto de Montero Energy Corporation, empresa inserta también en Shale Gas, que estuvo estudiando entre Teruel y Castellón, en el que el riesgo de contaminación de acuíferos era más que evidente, algo que los representantes de Shale Gas en la sala admitieron, asegurando que era un proyecto inviable. Lo que hizo asomar el fantasma de la especulación, creciente en este tipo de proyectos, pues esta investigación fue vendida a un tercero por una cifra millonaria.
En cuanto a la sismicidad, José Luis Simón, advirtió de la peligrosidad que tiene la reinyección de líquidos sobrantes, depurados o no, dependiendo de la legislación vigente, en rocas fracturadas en fallas activas. Es esa inyección de fluidos la que puede generar terremotos como los ocurridos en Oklahoma que llegaron a magnitudes de 5,7. Unos seísmos que se producen en otras zonas de explotación de fracking y que pese a que no sucedan en el proceso de fractura de la roca, ni de extracción del gas, son consecuencia de esta técnica.
En el mismo sentido Oscar Pueyo, se refirió a la ausencia de legislación estatal sobre la fractura hidráulica, con lo que se “somete a la evaluación ambiental la responsabilidad de salvaguardar el medio”. Una evaluación ambiental que en palabras del geólogo, no está preparada para fracking. Una evaluación que la empresa realiza con el trabajo de grandes equipos y de muchos meses, pero que sólo tienen un periodo de publicidad de un mes para presentar posibles alegaciones. “Son los problemas de aplicar una legislación convencional frente a una técnica no convencional”. En estos momentos, en el Estado español, para hacer fracking, la investigación necesaria se basa en hacer fracking, “algo realmente paradójico” se quejaba Oscar Pueyo.
Otro de los problemas es de donde se obtiene el volumen de agua necesario para estos proyectos. Habitualmente, de la naturaleza más cercana. Oscar Pueyo, sacó a la luz el Proyecto Urraca, explotado pro BNK Petroleum inserto en la plataforma Shale Gas, en la provincia de Burgos. Este proyecto, en su estudio de impacto ambiental asegura que el agua utilizada la van a captar del cercano río Ubierna. Alrededor de 60.000 m³ sin permiso de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Una solicitud que se haría después, ya fuera del periodo de publicidad, imposibilitando las alegaciones.
Los dos geólogos de la Universidad de Zaragoza, centraron el final de sus exposiciones en varios ejemplos de proyectos de fracking en el Estado español. De todos ellos sacaban las mismas conclusiones. Los estudios son pocos y poco exhaustivos, las evaluaciones del impacto ambiental son pobres, y no tienen adaptación a estas técnicas no convencionales. Así pues, urge la modificación de unas leyes hasta ahora permisivas ante una actividad que tiene afecciones graves sobre el medioambiente.
La falta de humildad de la empresa, las escasas referencias al medioambiente y su arrogancia ante un auditorio con las preocupaciones propias de una Facultad de Ciencias Ambientales provocaron un debate en el que Shale Gas tuvo que aguantar los embates de profesores universitarios, de alumnos de medioambientales y activistas contra el fracking. Un auditorio que se encontró exactamente con lo que esperaba, la imagen de una empresa a la que el beneficio económico le ciega obviando el medioambiente. Un auditorio mucho más hostil que el que encontrarán en Diputaciones y Ayuntamientos.