Lo laboral es político

Samuel Barrena es miembro de Oshito, entidad de la economía solidaria dedicada a la comunicación, desarrollo web, fotografía, video y formación.

Tras estas elecciones ya nadie podrá dudar de la importancia de una buena estrategia comunicativa y lo fundamental del diseño y lo audiovisual en todo proceso. Vivimos inmersos en el culto a la persona y en el que todo son iconos, la estética manda. Audaces líderes que dan bien a cámara juegan la partida que las televisiones quieren jugar, no interesa la propuesta reflexiva, se trata de con quién vas y con quién te identificas en la mesa. Hoy por hoy, la inmediatez y la imagen pueden a la razón.

Acabamos de vivir unas elecciones en Aragón en las que se ha votado en clave nacional y en torno a personas más que a proyectos. Los resultados han sido excelentes para Podemos, quién lo puede negar. Pero no es menos cierto que a pesar de que su modelo aglutina un gran músculo electoral es insuficiente para conseguir un vuelco total en las Instituciones. No negaré la importancia de tener un buen líder comunicador y capaz de aglutinar en torno a él, pero como se ha demostrado, no lo es todo.

Si de líderes y rostros conocidos se trataba, Echenique tenía todo para ganar. Uno de los grandes triunfadores de las europeas que más proyección televisiva ha tenido y que hasta ha hecho las paces con Pablo Iglesias. Un líder nuevo que no provenía de la anterior legislatura en un contexto en el que la gente quería votar cambio. Enfrente no tenía rival en ese sentido. Una Rudi que ha arrasado todo a su paso y que dibujaba un Aragón que ni ella misma se creía. Un PSOE en manos de lo único que les quedaba tras la huida de Marcelino. Lamban y Anadón como primeros espadas, melancolía antes de empezar. Una IU desterrada por los medios y a la que le ha pesado demasiado su federación madrileña pese a intachable trayectoria en Aragón (en este mundo ya no hay memoria). Una CHA sin frescura refugiada en su trinchera con un aragonesismo que en ocasiones era demasiado próximo al del PAR. No había partido, y a pesar de tener una gran entrada, no se ha podido.

Los resultados, en general, han sido insuficientes para el gran cambio anhelado, salvo en los proyectos municipales de las grandes ciudades donde ha habido realmente un vuelco. Candidaturas cortadas por el mismo patrón, proyectos colectivos horizontales que integran otros proyectos políticos, colectivos, y ciudadanos. Programas participativos lejos de parafernalias de partidos. Primarias abiertas, votaciones por internet, mucho encuentro, trabajo de calle, mucho día a día y sobre todo la sensación de que desde el tendero del barrio hasta la abuela del segundo tienen ahí su espacio. Han sido las verdaderas protagonistas. No encabezan grandes titulares nacionales porque no se pueden personificar en un rostro. Los periodistas en su mayoría no terminan de ubicarlas del todo, pero el camino está marcado. Falta trabajo sí, pero ahora sabemos que sólo podemos aspirar a superar institucionalmente el régimen del 78 desde una única papeleta, todas las siglas y ninguna. El postfranquismo ya no sirve, pero las reglas son las suyas.

Cuando consumes, también votas y también en lo laboral necesitamos un cambio urgente para que de verdad haya un cambio social. Hay que sobrepasar el modelo clásico en el que cualquier cosa sirve, lo cutre, triunfa. De paso, si podemos encontrar a algún sobrino de algún vecino que lo haga gratis pues mejor. He llegado a ver anuncios de webs por 100 euros. Increíble, ¿Cuánto dinero quedará para quien la hace? ¿Qué calidad de trabajo se puede garantizar a ese precio? Es como pretender comprar un pantalón a 2 euros y que no lo haya cosido un niño y además dure toda la vida. Hay que aplicar otros criterios, también cuando consumimos, porque sólo así podemos aspirar al cambio. Apostar por otro tipo de empresas en la que priman la calidad y el trato personificado, en las que el lucro no sea el objetivo, proyectos en los que no existan relaciones laborales de dominación y que participen en redes alternativas y colectivas, es apostar por los mismos valores que han dado un vuelco a la política.

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