Ante la celebración de la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebrará en Egipto del 6 al 18 de noviembre de 2022, que busca renovar la solidaridad entre los países para cumplir el histórico Acuerdo de París, queremos destacar esta afirmación que aparece en sus documentos: “La energía es la base en el problema del cambio climático y también algo fundamental para su solución”.
La realidad exige acciones decididas, integrales y urgentes para poder mantener las condiciones de vida del planeta y no superar ese punto sin retorno al que ya estamos llegando. Para ello el modelo energético es fundamental: es una de las bases sobre las que tomar decisiones y actuaciones que no pueden esperar.
Es indiscutible la necesidad de ese cambio hacia las energías renovables y el abandono de los combustibles fósiles; es cierto que hay que dar los pasos con la mayor rapidez posible para llegar a una descarbonización de las actividad humana, siempre teniendo en cuenta que los recursos minerales y materiales del paneta son limitados.
Asumiendo la finitud de los recursos, la transición energética no puede hacerse aplicando el modelo vigente basado en un crecimiento continuo: hay que parar, desvincular el bienestar humano con la necesidad de consumir cada vez más.
Cuando el río se desborda apreciamos el riesgo y desearíamos que hubiera menos agua; de la misma manera la sobreproducción de energía, objetos y residuos debe reducirse para volver a situarlas en los límites del planeta. Y para reducir el uso global de recursos, el ahorro y la eficiencia son muy importantes, pero no suficientes; deben realizarse en el marco del decrecimiento como esa estrategia positiva que permita volver las aguas a su cauce.
Los caminos para conseguirlo pueden ser muy diferentes, se puede apostar por aprovechar una de las cualidades de las renovables, que es su capacidad de ser distribuidas y generar en pequeñas cantidades, frente a las combustibles fósiles o la nuclear que necesitaban de grandes infraestructuras adaptadas a grandes producciones. No se puede hacer que las renovables se planifiquen preferentemente en grandes Centrales o macroproyectos que sigan estando en manos de cuatro empresas energéticas.
El carácter modulable de las renovables hace que pueda estar la capacidad de producir en manos de la ciudadanía que también es la consumidora, creando un entramado energético más democrático y de empoderamiento de la población. Decidir por la generación distribuida o por lo Macro es apostar por la eficiencia y la democratización de la energía o por los oligopolios y la especulación, que buscan los mayores consumos para alcanzar los máximos beneficios.
Los proyectos renovables, para que sean un elemento de lucha contra el cambio climático, se han de potenciar ligados a la ciudadanía, con pequeñas instalaciones de autoconsumo o de consumo compartido, entre varios hogares, o entre empresas, industrias y otras instalaciones consumidoras de energía, o por municipios que autoabastezcan los espacios públicos,… incluso con excedentes para verter a la red y ser aprovechados en otros puntos, llegando al máximo posible de esa producción y generando rentas y beneficios a los pequeños municipios que disponen de espacios ya degradados o afectados por actividades humanas. También generando electricidad en polígonos, espacios cercanos a consumidores industriales de mayor calibre.
Sólo como última opción la implantación de grandes centrales eólicas o fotovoltaicas que tienen fuerte impacto sobre territorios rurales, sobre las actividades que se desarrollan en los mismos, sobre la biodiversidad, muy espacialmente sobre aves y quirópteros y llevan a una industrialización y pérdida de valor natural de espacios de gran valor, consiguiendo una des carbonización, que no es tan completa como se vende, a costa de otros valores que también están en la lucha contra el Cambio Climático. No se puede ir contra el cambio climático a costa de la biodiversidad y de seguir despoblando el medio rural, ya que sería atajar un problema (el del clima) creando otro igualmente importante (la pérdida del equilibrio en los ecosistemas).
Se trata de elegir el mejor camino para llegar al cumplimiento del Acuerdo de París y este sin duda es decrecer en el uso de los recursos, potenciar el ahorro y la eficiencia, potenciar un modelo de desarrollo tal que la energía sea accesible a la ciudadanía y la producción cercana al consumo y asociada al mismo.
Sin lugar a duda que hay que apostar por las renovables, pero no como se está haciendo por medio de grandes centrales que deterioran tanto o más de lo que aportan. La lucha frente al cambio climático exige planificación y ordenación del territorio y los recursos, con celeridad, pero analizando bien las distintas vías de implantación y eligiendo el modelo distribuido que es el de menor impacto y mayor eficiencia.