La LOMCE, ¿educación neoliberal?

En muchas ocasiones hemos oído, e incluso dicho, que la LOMCE representa un modelo educativo de corte neoliberal. No les falta razón a quienes así lo afirman, pues el propio texto se inicia declarando la primacía de las necesidades productivas. Creemos, por ello, que es preciso denunciar las consecuencias sociales y humanas de la citada ley, a partir de una consideración de los ejes que operan en la misma y que afectarán, de una manera terrible, a las actuales y futuras generaciones de educandos. Se trata de un modelo de instrucción y formación al servicio, exclusivamente, de los intereses del …

Foto: STEA Zaragoza

En muchas ocasiones hemos oído, e incluso dicho, que la LOMCE representa un modelo educativo de corte neoliberal. No les falta razón a quienes así lo afirman, pues el propio texto se inicia declarando la primacía de las necesidades productivas. Creemos, por ello, que es preciso denunciar las consecuencias sociales y humanas de la citada ley, a partir de una consideración de los ejes que operan en la misma y que afectarán, de una manera terrible, a las actuales y futuras generaciones de educandos.

Se trata de un modelo de instrucción y formación al servicio, exclusivamente, de los intereses del mercado capitalista internacional, es decir, que pone a los sujetos al servicio de la economía. Es, precisamente, esta ausencia de límite a la productividad lo que caracteriza las políticas estatales de corte neoliberal frente modelo anterior del bienestar, que protegía de algún modo lo social frente a la voracidad empresarial.

Como primera consecuencia, la primacía de la productividad nos obligara a decir “instrucción y formación” en lugar de “educación”, pues este concepto refiere el desarrollo integral de la persona que vive en comunidad, independiente de cualquier interés externo. La LOMCE muestra, por el contrario, la presión que ejerce la competitividad formativa en el sistema, objeto de la privatización y la gestión empresarial y bancaria. Comienza siendo obligatoria en la infancia y la adolescencia y se extiende “a lo largo de toda la vida”, entendiendo por “vida”, “vida laboral”. Esto se traduce en que, mientras seamos rentables, no van a dejar que nos cultivemos en libertad, porque la formación es un gran negocio -a este mismo valor de la productividad responde-, previendo quizá un aumento de la duración de la vida, la necesidad de retrasar la jubilación, es decir, de ampliar la “vida laboral”.

Si lo prioritario es la productividad, dejan de serlo los individuos y la sociedad como conjunto. La finalidad y los intereses del proceso educativo han pasado a ser los de las entidades económicas, quedando el desarrollo de las personas reducido a su favor: el sistema requiere, por lo visto, individuos “competentes” para una sociedad individualista donde solo priman los valores de la rentabilidad monetaria, es decir, donde todo es un negocio.

Foto: STEA Zaragoza
Foto: STEA Zaragoza

Tengamos en cuenta lo siguiente: Un modelo educativo contiene y persigue una determinada idea de lo que es un “ser humano”. Sabemos que este no nace terminado, sino que requiere de un periodo bastante extendido en el tiempo de educación y formación, en el que se configuran psique y cuerpo hasta alcanzar la vida adulta. En este proceso, de carácter evolutivo -tal y como estudiaron los grandes pedagogos como Piaget-, se adquieren unas facultades cognitivas, sensoriales, emocionales, etc., junto con los elementos básicos de la cultura. Podemos decir que la educación es una vivencia que otorga a los sujetos una determinada forma de ser, de actuar y de sentir. Aquí es donde la LOMCE desprecia toda auténtica pedagogía para poner su propuesta: hablamos de un sistema educativo mercantilizado que construye personalidades neoliberales. Lo público no es más que una base imprescindible para todo un desarrollo de mercado ulterior.

Las consecuencias para los docentes están claras: la deshumanización de su labor. Vemos que, en este contexto, el profesor representa el papel de mero gestor y juez de los procesos de producción formativa. Así lo muestran entidades pedagógicas con las que el modelo organiza los procesos de enseñanza y de evaluación, en torno a estándares reductivistas y dirigidos a resultados cuantificables que, en nombre de una supuesta objetividad, interfieren y separan al profesor de su propia vocación y autorrealización como docente.

En síntesis, la ley LOMCE es una ley destinada a producir “recursos humanos” para un sistema laboral cuyo objetivo es la maximización de la productividad en un entorno globalizado. Considerando el papel secundario y servil que tiene España en la geopolítica mundial -tal y como se demostró en la pasada crisis con la denominación de “países PIGS” y con las políticas de recortes-, la LOMCE muestra a las claras que somos un país de segundo mundo con una educación de segundo mundo.

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