Jóvenes aragoneses y emigración laboral, ¿por qué?

Los amigos del colegio crecen contigo y los diferentes caracteres se van limando hasta tener cada uno el suyo propio con pinceladas de los otros. Ese producto es tolerado por todos y cada uno, porque si no, rompes la relación como hizo Luis Chiral hace ya 9 años.

He ido a Cadrete, a casa de Lore y Alex, para celebrar con una barbacoa que Latre culminaba su trigesimosegunda vuelta al sol. También han venido Sipán y su familia: Delphine y su hijo, que tiene un año y tres meses pero parece más pequeño que el bebé rollizo del Jose.

Estos días me surge una duda: ¿Si ellos vivieran siempre en Aragón quedaríamos con tanta frecuencia? ¿Jugaría a baloncesto con el Latre todas las semanas? ¿Quedaríamos a cenar o a comer al menos una vez a la semana? ¿O quedamos tanto ahora porque ellos están ociosos y nosotros (Alex, Lore y yo) nos encontramos con tantas ganas de su regreso que hacemos lo imposible por quedar? ¡He cruzado medio país conduciendo y tengo la espalda reventada!

Con Lore y Alex quedamos con cierta frecuencia, tal vez bastante para no vivir en la misma provincia. Este año, especialmente con Alex, hemos reflexionado mucho sobre todos de la pandilla que estamos fuera: Sipán en la Guyana francesa, Barberán en Londres, Latre en el norte de Francia y el Jose en Madrid. Bueno, yo estoy en Huesca y ellos en Cadrete, pero esto es más resoluble. Otras cuadrillas del instituto tienen el mismo problema. De hecho, supongo que es común a todo el Estado; atemperado en la costa y en Madrid. (Siempre que digo Madrid recuerdo que si España fuera un donut, Madrid no existiría y luego pienso en que allí fui muy feliz aquel curso.)

La pregunta que me repito con frecuencia es clara: ¿Por qué carajo estamos (o están) fuera? ¿No es más normal que uno haga su vida junto a su gente?

Me ha encantado una cosa que ha dicho Delphine, en un momento nos ha cortado la conversación y ha comenzado a decir en un castellano simple: “Yo gusta mucho ver su grupo”. Luego ha seguido en inglés con la explicación y ha dicho que ella solo siente a Sipán ser él, al cien por cien, cuando está con nosotros. Entonces está tranquilo, relajado, espontáneo, es él mismo. Pues claro, es verdad, ¡y yo!; ¡y el Alex! Y qué decir de los demás y del Toño, que tiene una base de Asperger.

Reconozco que la respuesta a la primera pregunta es sencilla: El trabajo. Se han ido por currar. Confieso que le estoy pillando una tirría al trabajo, a las empresas, al rollito emprendedor, al crecimiento continuo del PIB, de la bolsa y de tantas cosas similares que me parecen la misma monserga que durante siglos imperó. La diferencia es que entonces se llamaba religión y ahora lo llaman dinero; que no deja de ser una religión; puesto que tienes que tener fé en que el acumular te hará feliz.

Y si te has ido al quinto pino a trabajar y tienes que currar doce horas mejor, porque luego sales y no tienes a nadie con quien quedar. Como somos seres sociales, pues enciendes el WhatsApp y santaspascuas. En estos tiempos, ¿puedo considerarme revolucionario por el simple hecho de no tener WhatsApp?

Después, volviendo en el coche y antes de dejarlos, he parado en un semáforo en Casablanca y les he dicho que si no hacíamos un trato para establecernos todos en el barrio de nuevo, no arrancaba. Reían pero no respondían. He dicho que sin respuesta no arrancaba. Han empezado a pitar los de atrás. Hasta un camión que casi nos deja sordos y también ciegos porque ha puesto las largas. Los conductores pasaban y me miraban con odio, seguro que tenían una rutina embrutecedora porque los niños no miran así. Ni siquiera los adolescentes que están enfadados con el mundo miran de esa forma. Menos mal que se me ha ocurrido encender las luces de emergencia y eso ha ablandado a alguno. Delphine, a quien le había traducido Sipán aprovechando la disminución de los bocinazos, ha dicho que ella también tenía algo que decir, que su pueblo estaba al otro lado del Atlántico y que quería vivir con Sipán.

Al final, cuando se ha puesto verde por segunda vez he tenido que arrancar, sin trato. Delphine, más tranquila, ha dicho que a ella su pueblo no le gusta nada, que se quiere ir, tampoco le quedan amigas allí.

En cualquier caso, temo que al final acabemos todos como Luis Chiral: más solos que la una y cada uno en un lado, recurriendo al WhatsApp y quizá a la cerveza como sustitutos de la amistad profunda y presencial.

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