Jorge Fernández Díaz: por sus obsesiones se le conocerá

El ministro ha declarado que ETA espera "como agua de mayo" un Gobierno de PSOE y Podemos. Su ocurrencia se suma a una larga lista de frases que retratan las obsesiones del ministro con la familia, con los migrantes y con la religión católica

Fernández, en una visita a la valla de Melilla. Foto: Ministerio de Interior

La escena se las trae. Un diputado español de 41 años, un pecador, en sus propias palabras, encuentra a dios en la ciudad del pecado. No es difícil imaginar a un pecador en el desierto de Nevada encontrando la palabra de dios entre colillas, botellas vacías, ligueros, etc, etc.

Pero el pecador no ha abundado mucho más sobre esa conversión. No tenemos más que llevarnos a la boca y es raro, dado que se trata de un personaje locuaz, dispuesto a entrar en todos los fregados.

Ese 1991 comienza la lucha que dios despierta en el diputado, y recién depuesto presidente del PP de Catalunya, que se prolongará seis años más. "Estuve unos siete años luchando, diciéndole que no me pidiera tanto", ha confesado el pecador, Jorge Fernández Díaz, el ministro –con permiso de Margallo– más incontinente.

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A partir de ese momento de epifanía, Fernández Díaz progresó en su fe y en el partido. En su fe, mediante el acercamiento al Opus Dei, su asistencia a misa todos los días, un rezo del Rosario por aquí, un rato de oración por allá –alguna en el Valle de los Caídos, junto a la tumba de Franco–, una lectura espiritual en los ratos libres y su pertenencia a la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, una orden no reconocida por el papa Benedicto XVI por su carácter radical.

La experiencia religiosa de Las Vegas ha marcado la vida política de Fernández Díaz, quien es un habitual de los medios católicos de información, ha protagonizado una película –El Colibrí– y fue impulsor, junto a José Bono, del homenaje a sor Maravillas en 2008.

Como ministro de Interior ha tenido otras ocurrencias como la concesión a dos vírgenes de las medallas al mérito policial y de la Gran Cruz de la Guardia Civil. Más recientemente, la presentación en sociedad de su ángel de la guardia, un tal Marcelo, ha hecho palidecer su gran aportación al género confesional: su "España será cristiana o no será", pronunciada en el Vaticano en 2012.

Sus creencias han marcado su posición sobre el matrimonio homosexual, porque a su juicio "pone en peligro la reproducción de la especie" o sobre el aborto, al que llegó a relacionar con ETA.

Obsesión por la familia

Después de dios, la primera de sus obsesiones es "la familia". No sólo en un sentido católico del término sino tambiñen en su concepción más literal.

Un artículo del 83 de El País mostraba la querencia de Fernández Díaz por rodearse de los suyos. Tres de sus hermanos, su esposa, el suegro y la cuñada de su hermano, tres cuñados propios y un primo de su mujer están en la relación de cargos que acompañaron a Fernández Díaz durante su etapa en la delegación de Trabajo de Barcelona, adonde el hoy ministro fue a parar "por el contraste entre su dureza frente a los conflictos laborales y la ternura hacia su familia", en palabras de Elena Lorente, autora del artículo de El País.

La ternura se extiende hacia su hermano, Alberto Fernández, hoy en el Parlament, con quien formó lo que se llamó el "clan de los hermanos" y amasó "un poder sin igual en la esfera político-empresarial catalana", según explicaba David Bollero en Público.

En su partido, a partir de los 90, su evolución corre pareja a la de Mariano Rajoy, primero aislado del núcleo duro aznarista por su apuesta por Antonio Hernández Mancha en la carrera de sucesión de Manuel Fraga, después, acompañando al aún presidente en su paso por Interior y, posteriormente, nombrado ministro durante el ciclo de Rajoy.

Antes, la vieja guardia de AP ya le había calificado de oportunista y arribista, después de saltar del barco llamado UCD para entrar y hacerse con la dirección de los populares en Barcelona.

Su lealtad a los suyos también se vio confirmada con la polémica reunión que mantuvo con Rodrigo Rato en julio de 2015, cuando el exvicepresidente ya estaba imputado por el caso Bankia.

Obsesión con las fronteras

De casta le viene al galgo, que se decía antes. Fernández Díaz no era un desconocido en Barcelona, pese a haber nacido en Valladolid.

El todavía ministro de Interior es hijo de Eduardo Fernández Ortega, teniente coronel de caballería en el ejército y subinspector jefe de la Guardia Urbana de Barcelona durante el Franquismo. En el haber de Eduardo Fernández está el internamiento de miles de personas en el Palacio de las Misiones, que se convirtió en una auténtica cárcel.

Se trataba de migrantes que llegaban en los 60 a Barcelona desde otras partes del Estado en busca de trabajo. Al estilo de los Centros de Internamiento de Extranjeros. Fernández ha defendido que los CIE "no son prisiones". En 2014 se pidió su dimisión por el uso de bridas para atar a migrantes en estos centros.

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Los migrantes, "ilegales", como apostilla en sus intervenciones, son uno de los objetivos predilectos de Fernández. Los ha comparado con una "gotera" con motivo de la crisis de los refugiados, ha dicho que las personas refugiadas pueden ser un "riesgo para la seguridad", sugiriendo que pueden ser yihadistas, ha dicho que los migrantes subsaharianos "no tienen derecho al asilo" y, su frase más recordada, ha contestado a quienes piden una política más migración más justa que "si me dan la dirección donde a esa pobre gente los podemos trasladar y garantizan su manutención y que les dan trabajo le aseguro que les enviamos. Pero hay mucha hipocresía".

En sus declaraciones, Fernández siempre contrapone la "libertad" a la "seguridad", como vasos comunicantes, es decir, a más seguridad, más libertad. Por si acaso quedan dudas, el ministro sitúa entre sus épocas favoritas "la España del siglo XIII, en plena Reconquista: estaba forjándose Europa".

​La defensa de la Ley Mordaza y de la reforma del Código Penal también ha permitido conocer más acerca del pensamiento de Fernández. Una ley que "molesta a partidos de extrema izquierda y antisistema”, y que "no recorta libertades; las garantiza más y mejor".  La inclusión como disposición a esa ley de las llamadas "devoluciones en caliente" aportó otra reflexión de Fernández, quien considera que "el término 'devolución en caliente' es incorrecto. Para devolver a alguien, debe haber entrado".

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La escena se las trae. Un diputado español de 41 años, un pecador, en sus propias palabras, encuentra a dios en la ciudad del pecado. No es difícil imaginar a un pecador en el desierto de Nevada encontrando la palabra de dios entre colillas, botellas vacías, ligueros, etc, etc.

Pero el pecador no ha abundado mucho más sobre esa conversión. No tenemos más que llevarnos a la boca y es raro, dado que se trata de un personaje locuaz, dispuesto a entrar en todos los fregados.

Ese 1991 comienza la lucha que dios despierta en el diputado, y recién depuesto presidente del PP de Catalunya, que se prolongará seis años más. "Estuve unos siete años luchando, diciéndole que no me pidiera tanto", ha confesado el pecador, Jorge Fernández Díaz, el ministro –con permiso de Margallo– más incontinente.

A partir de ese momento de epifanía, Fernández Díaz progresó en su fe y en el partido. En su fe, mediante el acercamiento al Opus Dei, su asistencia a misa todos los días, un rezo del Rosario por aquí, un rato de oración por allá –alguna en el Valle de los Caídos, junto a la tumba de Franco–, una lectura espiritual en los ratos libres y su pertenencia a la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, una orden no reconocida por el papa Benedicto XVI por su carácter radical.

La experiencia religiosa de Las Vegas ha marcado la vida política de Fernández Díaz, quien es un habitual de los medios católicos de información, ha protagonizado una película –El Colibrí– y fue impulsor, junto a José Bono, del homenaje a sor Maravillas en 2008.

Como ministro de Interior ha tenido otras ocurrencias como la concesión a dos vírgenes de las medallas al mérito policial y de la Gran Cruz de la Guardia Civil. Más recientemente, la presentación en sociedad de su ángel de la guardia, un tal Marcelo, ha hecho palidecer su gran aportación al género confesional: su "España será cristiana o no será", pronunciada en el Vaticano en 2012.

Sus creencias han marcado su posición sobre el matrimonio homosexual, porque a su juicio "pone en peligro la reproducción de la especie" o sobre el aborto, al que llegó a relacionar con ETA.

Obsesión por la familia

Después de dios, la primera de sus obsesiones es "la familia". No sólo en un sentido católico del término sino tambiñen en su concepción más literal.

Un artículo del 83 de El País mostraba la querencia de Fernández Díaz por rodearse de los suyos. Tres de sus hermanos, su esposa, el suegro y la cuñada de su hermano, tres cuñados propios y un primo de su mujer están en la relación de cargos que acompañaron a Fernández Díaz durante su etapa en la delegación de Trabajo de Barcelona, adonde el hoy ministro fue a parar "por el contraste entre su dureza frente a los conflictos laborales y la ternura hacia su familia", en palabras de Elena Lorente, autora del artículo de El País.

La ternura se extiende hacia su hermano, Alberto Fernández, hoy en el Parlament, con quien formó lo que se llamó el "clan de los hermanos" y amasó "un poder sin igual en la esfera político-empresarial catalana", según explicaba David Bollero en Público.

En su partido, a partir de los 90, su evolución corre pareja a la de Mariano Rajoy, primero aislado del núcleo duro aznarista por su apuesta por Antonio Hernández Mancha en la carrera de sucesión de Manuel Fraga, después, acompañando al aún presidente en su paso por Interior y, posteriormente, nombrado ministro durante el ciclo de Rajoy.

Antes, la vieja guardia de AP ya le había calificado de oportunista y arribista, después de saltar del barco llamado UCD para entrar y hacerse con la dirección de los populares en Barcelona.

Su lealtad a los suyos también se vio confirmada con la polémica reunión que mantuvo con Rodrigo Rato en julio de 2015, cuando el exvicepresidente ya estaba imputado por el caso Bankia.

Obsesión con las fronteras

De casta le viene al galgo, que se decía antes. Fernández Díaz no era un desconocido en Barcelona, pese a haber nacido en Valladolid.

El todavía ministro de Interior es hijo de Eduardo Fernández Ortega, teniente coronel de caballería en el ejército y subinspector jefe de la Guardia Urbana de Barcelona durante el Franquismo. En el haber de Eduardo Fernández está el internamiento de miles de personas en el Palacio de las Misiones, que se convirtió en una auténtica cárcel.

Se trataba de migrantes que llegaban en los 60 a Barcelona desde otras partes del Estado en busca de trabajo. Al estilo de los Centros de Internamiento de Extranjeros. Fernández ha defendido que los CIE "no son prisiones". En 2014 se pidió su dimisión por el uso de bridas para atar a migrantes en estos centros.

Los migrantes, "ilegales", como apostilla en sus intervenciones, son uno de los objetivos predilectos de Fernández. Los ha comparado con una "gotera" con motivo de la crisis de los refugiados, ha dicho que las personas refugiadas pueden ser un "riesgo para la seguridad", sugiriendo que pueden ser yihadistas, ha dicho que los migrantes subsaharianos "no tienen derecho al asilo" y, su frase más recordada, ha contestado a quienes piden una política más migración más justa que "si me dan la dirección donde a esa pobre gente los podemos trasladar y garantizan su manutención y que les dan trabajo le aseguro que les enviamos. Pero hay mucha hipocresía".

En sus declaraciones, Fernández siempre contrapone la "libertad" a la "seguridad", como vasos comunicantes, es decir, a más seguridad, más libertad. Por si acaso quedan dudas, el ministro sitúa entre sus épocas favoritas "la España del siglo XIII, en plena Reconquista: estaba forjándose Europa".

​La defensa de la Ley Mordaza y de la reforma del Código Penal también ha permitido conocer más acerca del pensamiento de Fernández. Una ley que "molesta a partidos de extrema izquierda y antisistema”, y que "no recorta libertades; las garantiza más y mejor".  La inclusión como disposición a esa ley de las llamadas "devoluciones en caliente" aportó otra reflexión de Fernández, quien considera que "el término 'devolución en caliente' es incorrecto. Para devolver a alguien, debe haber entrado".

La muerte de 15 personas en el Tarajal, repelidos en territorio español por la Guardia Civil en una "devolución en caliente", ha merecido las declaraciones de apoyo de Fernández Díaz a la Guardia Civil y a su recordatorio de que los fallecidos no tenían derecho de asilo, al ser migrantes económicos.

En la Comisión del Congreso, Fernández Díaz declaró que "las acciones de contención y rechazo llevadas a cabo por la Guardia Civil lo fueron por el empleo racional de medios antidisturbios reglamentarios, siempre en aguas nacionales, por personal instruido y siguiendo los criterios de oportunidad, congruencia y proporcionalidad, por lo que quedan enmarcados en el uso legítimo de la fuerza".

Obsesión con los separatistas

De ser un partido que "cabía en un taxi", el PP pasó a liderar la oposición antinacionalista en Catalunya, a, de nuevo, caber en un taxi ante el empuje de Ciudadanos.

En ese camino, Fernández Díaz ha sido menos beligerante que quien fue el elegido de Aznar para Catalunya, Aleix Vidal-Quadras, hoy fuera del partido. No obstante, el aún ministro ha tenido también salidas antiindependentistas.

La más sonada, comparar "la guerra de banderas" en el Ayuntamiento de Barcelona, guerra en la que estuvo envuelto su hermano Alberto, con los "años atrás en el País Vasco cuando ETA estaba plenamente activa y operativa sembrando regueros de sangre y terror por todas partes".

Para Fernández Díaz, hay una alteración profunda de "la convivencia". El año pasado refirió a una hipotética Catalunya independiente como "pasto del terrorismo y del crimen organizado".

Fernández Díaz se ha sumado a las voces que califican a Artur Mas de "traidor" al pacto del 78 con un curioso argumento, dados los antecedentes familiares, como que Catalunya es "una tierra de acogida y solidaridad" de los migrantes que llegaron a ese territorio en los años 60.

También ha profundizado desde esta perspectiva en lo que es España, con otra de sus sentencias: "sin Catalunya, España dejaría de ser España". Su aviso no se ciñe a lo filosófico patriótico, ya que Fernández ha advertido a los independentistas de que "la ley de la selva es la ley del más fuerte; no creo que les convenga ir por ahí".

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Obsesión con ETA

Pero el rompeolas de todas las obsesiones de Fernández Díaz es, sin ninguna duda, ETA. La banda armada vasca ha protagonizado la última ocurrencia del ministro de Interior.

Para el ministro, previsiblemente en sus últimos días en el cargo, ETA desea "como agua de mayo" la formación de un Gobierno entre el PSOE y Podemos, eventualmente apoyado por el PNV.

La agenda vasca se basa "en un nuevo estatuto basada en la bilateralidad y la excarcelación y acercamiento de presos", ha dicho Fernández para criticar el posible pacto. Algo más sutil que lo que dijo en 2014, cuando declaró que "con el discurso del señor [Pablo] Iglesias, ETA seguiría hoy aterrorizando la sociedad".

Se le recuerdan otras aportaciones como la famosa frase "el aborto tiene algo que ver con ETA" o la menos conocida, "de la misma manera que hemos derrotado a ETA vamos a derrotar a la siniestralidad vial" junto algunas "cantadas" como el anuncio de operaciones policiales en marcha, que acarrearon críticas para Fernández por poner en riesgo a los agentes implicados.

No necesitamos "de verificadores internacionales o no", dijo Fernández Díaz cuando los mediadores de paz internacionales certificaron la entrega de armas por parte de la banda armada.

Durante las huelgas generales de 2012, Fernández Díaz también se ocupó de vincular las acciones de los piquetes y las protestas a la 'kale borroka' y añadió que había "una gran alarma social" en torno a dichas acciones "y no podemos continuar por la senda del buenismo".

Los "elementos radicales" también estuvieron en la mente del ministro al comparecer por las cargas policiales durante las protestas de la comunidad educativa valenciana, y han sido el germen de las reformas del Código Penal y la creación de la Ley Mordaza.

Fernández Díaz se ha metido en varios charcos últimamente derivados de esa obsesión por los terroristas. Así, ha considerado que "hay base" para investigar el viaje a Venezuela de la hoy diputada de la CUP, Anna Gabriel, la hoy dirigente de Podemos en Castilla-La Mancha María José Aguilar, y el teórico independentista Iñaki Gil San Vicente, vinculado en distintos medios de comunicación a ETA. Para el ministro, se debe investigar por qué estas tres personas "asistieron a un seminario donde se trataba un tema tan sensible como la unidad de España".

Lejos quedan ya algunas cuestiones como su respuesta a unas fotos de Iñaki de Juana Chaos en Venezuela, tiempo después de una huelga de hambre que para Fernández Díaz "no existió".

Su reflexión sobre que repudiaba el hecho de que "hay que gente que puede estar pidiendo dinero para ayudar a presos de ETA". Entre los argumentos favoritos del ministro está que el fin del conflicto vasco tiene que dejar "vencedores y vencidos", que nunca se negociará con ETA, y que cualquier Gobierno que no sea del PP "beneficiará" a la banda armada.

Pero esto es pecata minuta en relación al principal argumento que Fernández Díaz ha mantenido durante su época de ministro, acerca de la validez de la llamada "Doctrina Parot".

Junto al entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, el titular de Interior criticó el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que declaraba ilegal la decisión de los Gobiernos españoles de calcular las medidas de redención sobre cada una de las penas a las que hubiera sido condenado un preso y no sobre la suma total.

El hoy ministro se mostró a favor de poner en marcha "la ingeniería jurídica" necesaria para dejar sin efecto la amonestación al Estado por vulneración de los derechos humanos.

[alaya_toggle status="off" title=""]Artículo de Pablo Elorduy en Diagonal.[/alaya_toggle]

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