Todo alrededor es de color gris o verde. El cielo de Madrid está nublado pero hace calor mientras espero frente a la puerta de su Jardín Botánico. Suena al fondo el tráfico intenso del paseo del Prado y, más cerca, algunas conversaciones en distintos idiomas. Huele a verdor, a humedad, pero no a bosque ni a huerta. Huele a jardín.
Imagina que no conoces de nada a Javier Codesal y entras en una sala donde hay una exposición suya, ¿qué es lo que más te llamaría la atención?
Pides casi un imposible. Sería estupendo desconocer mi propio trabajo para poder sorprenderme con él. Y es que, en cierto sentido, la tarea de un artista consiste en olvidar lo que hizo anteriormente. Pero, puestos a elegir un punto de atención, podríamos mencionar el cuerpo.
Mi trabajo, como el de tantos artistas españoles, se ha visto reunido pocas veces. Hace tres años tuve una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, el MUSAC, que intentaba abordar un aspecto de mi obra, el que trata del cuerpo, lo que obligaba a desplazar la mirada a lo anterior al año 2000. Siempre he trabajado sobre el cuerpo y lo corporal. Cuerpo no solo es el cuerpo físico. No es solo la carne, la carne está en relación dialéctica con el cuerpo. El cuerpo, tal y como nosotros lo vivimos, es una producción del lenguaje que incluye lo visible y lo invisible, todo. Y aunque siempre tengo presente el cuerpo, el cuerpo desnudo, que es un lugar por excelencia para la representación del cuerpo, aparecía de manera recurrente en mis primeros años de trabajo, desde el 83 hasta el 2000. La exposición del MUSAC se tituló “Ponte el cuerpo” e incluía una obra del mismo título producida exprofeso que retomaba para mi discurso el estudio del desnudo masculino.
Pero el desnudo no agota lo corporal. La voz, por ejemplo, es un aspecto de lo corporal que me interesa especialmente. He trabajado mucho en torno a la oralidad popular, los cantos, incluyendo la jota o el flamenco, y también con formas de canción popular más contemporáneas.
Otra parte de mi trabajo se relaciona con el dibujo y el texto, que para mí son casi lo mismo. Creo que el dibujo está próximo a la escritura y a la poesía.
No me imagino esa relación.
Todo pasa por la mano. Al escribir, la letra es dibujo.
Acabo de terminar un vídeo de 60 minutos que se titula “Calavera resumida”. Lo he hecho con el pintor Pedro Morales Elipe, a quien conocí siendo ambos profesores en la Universidad Europea de Madrid. Él me contó que visita con frecuencia el museo del Prado desde hace más de veinte años para dibujar a partir de los cuadros de la colección. Puedes imaginar la cantidad de cuadernos y dibujos que ha reunido. Sorprende además que su propia pintura no sea precisamente figurativa, mientras en el museo dibuja cabezas de personas o animales, y solo de algunos pintores: Tintoretto, Tiziano, Velázquez, Ribera… En cuanto Pedro Morales me contó esto, le propuse hacer un vídeo. El proceso de trabajo fue raro porque durante meses solo grabamos sonido, en su estudio, ante los cuadernos, de lo que obtuve unas once horas de locuciones, en las que Pedro comenta muchos detalles de su relación con el museo, con la pintura y los pintores del pasado, y de manera especial con el dibujo. Más tarde rodamos la imagen y el resultado me parece muy intenso por la vinculación tan estrecha y rara que se da entre palabra, imagen y dibujo.
Volviendo al tema general, quiero decir que la escritura es un momento fuerte de la representación del cuerpo. La letra no es cualquier cosa. La letra es cuerpo, pero además se hace con la mano, con nuestro cuerpo, y por eso en ella influye el ritmo de la respiración, el espacio...
Otro tema importante vinculado al cuerpo es lo que viene de la violencia. Uno de mis primeros vídeos, del año 1986, se llamaba “La Batalla del Siglo”, donde lo militar aparecía de manera explícita. Y también muy pronto, en el año 88, realicé “Sábado Legionario”, que intentaba mirar el cuerpo de los soldados desde una posición distinta a la habitual.
En los 90 coincidí con Rada Šešić en varios festivales de cine y nos hicimos amigos. Ella se había exiliado de Sarajevo, ciudad que abandonó en el último autobús legal que salió de allí antes del cerco. Hicimos una obra, “La habitación de Rada”, entre los años 1995 y 1997, que trata sobre el cuerpo, la violencia política y la guerra. Esta producción fue muy importante para mí porque aprendí muchas cosas, no sólo de Rada y los temas que planteaba, sino también de mi propia forma de trabajar, que cambió mucho a partir de esa experiencia.
El trabajo que estoy montando ahora se titula “Evangelio en Granada (Meta)”. Lo rodé hace unos meses en Colombia y tiene que ver con un proyecto de 2010, “Los pies que faltan”, donde me ocupaba del efecto de las minas antipersonales y otros explosivos en la población civil. El “Evangelio” aborda otras formas de violencia en aquel mismo contexto.
Todo esto que vengo comentando se relaciona íntimamente, pues no hay violencia sin cuerpo, ni voz sin cuerpo, ni escritura sin cuerpo, ni dibujo sin cuerpo… como tampoco hay cuerpo sin voz o sin violencia. Por supuesto, la voz no es lo que suena. Además, el cuerpo es letra. Todas las cosas que abordo se podrían anclar en el cuerpo.
Cuando hablas de esta parte de tu trabajo que de manera explícita trata el tema de la violencia no sé si tiene o no alguna vinculación con una visión política del arte, y con el papel que puede cumplir lo corporal en ese caso. Pienso que como el cuerpo es el espacio donde la norma social se inscribe también podría ser la herramienta para intentar desmontarla.
Sí, es así. Lo político no es solo la acción política directa de los partidos o de otras instancias. Eso está ahí y a veces se refleja en el arte directamente. Pero el lenguaje es el lugar más político del arte. No ya el cuerpo, sino el lenguaje, que es lo que hace el cuerpo. Hace bastantes años, abordé una serie de trabajos sobre el sida que eran propiamente políticos. Pero no se trataba de propaganda, aunque comenzaron por un cartel, y más bien se encuadraban en una política de las imágenes.
Un vídeo un poco más convencional en su manera de abordar la política, más explícito, se titula “Matrimonio entre dos manifestaciones”, del año 2006. No pude por menos que salir a grabar la manifestación de los obispos y los cristianos contra la legalización del matrimonio homosexual, ocurrida en 2005, porque me agredía directamente. A los quince días tuvo lugar la Manifestación del Orgullo LGTB 2005, y por el medio se promulgó la ley que acogía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Como las dos manifestaciones salían de mismo sitio, aproveché la circunstancia para casarlas.
¿Tiene un punto irónico ese trabajo?
Sí, claro, y crítico. Hay una contraposición continua de una manifestación con la otra. No escuchamos una voz en off que diga: estos son los malos y estos son los buenos. Pero tú ves la tristeza, la tensión corporal y la mala leche de mucha gente que participaba en la manifestación de la Iglesia, y también ves la alegría, la diversión y la expansión del cuerpo de la segunda manifestación. Esas cosas se entienden a simple vista. El broche final de la manifestación de la Iglesia fue la canción “We are the champions”, con la voz de Freddie Mercury. Me sorprendió mucho, porque resultaba contraproducente que un icono gay cerrara la procesión anti-gay, lo que demuestra la mala fe de sus organizadores y las contradicciones de los manifestantes, que coreaban la canción porque se la sabían.
Te quería preguntar también sobre el cuerpo desnudo, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad de ofrecer visiones propias sobre este tema en un momento en el que el desnudo tiene una significación muy concreta. ¿Cómo te planteas esta cuestión?
Retomo lo que te decía antes. Cuando se me invita a la exposición del MUSAC, yo tenía la impresión de estar cerrando un amplio ciclo de muchos años, en los cuales el duelo era central. Cierta elaboración del duelo ha ocupado mi obra desde el inicio, pero ese interés se agudizó en el último tramo. Por ejemplo, “Retrato de Francisco del Río” del año 2014 es el retrato que hice de un amigo durante sus último meses de vida. Cuando iniciamos el retrato no pensábamos que su enfermedad tuviera esa evolución, pero resultó que trabajamos con una conciencia creciente de lo irreversible del proceso. El vídeo es duro pero no desgarrado ni meloso porque, paradójicamente, mi amigo se encontraba en un momento personal muy pleno en relación a todos sus intereses, especialmente su familia, sus hijos y amigos. El vídeo apenas contiene anécdotas y yo diría que es un abordaje del duelo desde la dimensión del arte, algo que también excede el caso concreto. Y ha de tenerse en cuenta que si la grabación del material ocupó unos pocos meses, el proceso de edición fue mucho más largo y costoso, y es ahí donde sitúo lo específico del duelo.
Yendo ya a lo que me preguntas, la exposición del MUSAC me ofreció la ocasión para producir un proyecto que venía barruntando desde hacía tiempo pero sin encontrar la manera de materializarlo. Tal proyecto, la serie de fotografías “Ponte el cuerpo”, del año 2015, es una respuesta a la impresión, seguramente falsa, de haber acabado lo inacabable, eso que llamo duelo. Así que salgo de aquel lugar retomando la vía de la representación del cuerpo desnudo. El peso cede hacia lo erótico.
Con “Ponte el cuerpo” sacié un poco mi vieja envidia de los artistas del pasado, por la relación visual tan demorada que establecían con sus modelos. Esto aparece, por ejemplo, en la instalación de vídeo “Estudio” del año 2002. Yo había trabajado con personas desnudas tanto en fotografía como en imagen en movimiento, pero la experiencia quedaba sometida a los límites del rodaje, siempre tan rápido. Y quería experimentar los tiempos largos de observación y reflexión que tiene la pintura, pero en un contexto audiovisual. Alquilé un par de habitaciones amplias en un hotel y allí estuvimos trabajando tres días con una dedicación total, repitiendo una y otra vez unos cuantos gestos que dieron lugar a las 25 fotografías de la serie. Queda por decir que para mí la idea de modelo no tiene la carga estética normativa de gran parte de la fotografía o el vídeo, sobre todo la que inunda los medios de comunicación. Siempre trabajo con personas cuyos cuerpos poseen la belleza propia de todo cuerpo, pero con características propias, no estandarizados por cualquier concepto
¿Podrían destacarse de tu trabajo los numerosos desnudos masculinos? Sobre todo pensando que no es muy habitual que un hombre sea objeto de contemplación artística, una especie de muso.
He trabajado con hombres y con mujeres desnudos, aunque es verdad que son más numerosos los hombres. Esto será así porque con ellos se da un mayor acomodo respecto a mi sexualidad y también por la menor presencia de representaciones de hombres desnudos en la iconosfera contemporánea.
Sobre esto pienso en las posibilidades que puede tener el que nos veamos representados desnudos también los hombres, que tal vez nos permita imaginarnos en espacios que no pensamos que podemos ocupar.
Eso está ahí. El arte no se limita al artista, es una cuestión del grupo que recibe y usa la obra. Y a ese grupo, a nuestra cultura, le faltan representaciones de hombres desnudos. Ahora es fácil encontrar en calzoncillos a los futbolistas cuando vas por la calle, pero el modelo de “Ponte el cuerpo” no está regulado por el estereotipo del futbolista, ni mucho menos, y a mí no me parece menos bello, todo lo contrario.
Tampoco querría dar la impresión de que mi trabajo se limita al desnudo, no porque tal cosa me pareciera mal, sino porque no es cierto.
Algo que has nombrado antes me ha recordado que a veces leyendo entrevistas a artistas da la sensación de que toda su producción artística depende únicamente de sus intereses o motivaciones, y sus condiciones de vida y de producción, la base material que sostiene su cuerpo, no aparece por ningún lado. ¿De qué manera crees que ha podido influir en tu obra las condiciones materiales y económicas de su propia realización?
Mucho. La economía está presente todo el rato. El no poder hacer, las dificultades materiales y no solamente materiales han sido determinantes para mí. Comencé a trabajar con vídeo cuando esa tecnología no era de uso común. Conseguir equipos resultaba complicado y caro, y también conseguir los fondos para financiar otros aspectos de la producción. En cierto modo, ha seguido siendo así toda la vida. Debido a las restricciones técnicas y económicas, me he adaptado para hacer lo que podía. Además, y no menos importante, hay dificultades de otro orden que se plantea uno mismo, que provienen de tus limitaciones personales y de esa raíz subjetiva que continuamente nos frena y nos empuja.
¿Alguno de tus últimos trabajos tiene relación o se han mostrado en Aragón?
Lo más reciente, porque es del año pasado, tiene que ver con Huesca. Colaboro a menudo con la psicoanalista Montserrat Rodríguez Garzo. Organizamos eventos que conjugan espacios de reflexión con producción o exposición de obras de arte y con publicaciones. El año pasado presentamos en Huesca el proyecto “La piel del discurso médico”, que incluía una exposición colectiva en las salas de la DPH, un seminario organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, más una publicación a cargo de la Diputación que salió el pasado mes de enero. Montse trabaja desde la teoría del psicoanálisis, yo desde la práctica del arte, e invitamos a personas de nuestros ámbitos y también de otros como en el caso referido a un psiquiatra, una dermatóloga, una poeta, un comisario de exposiciones, además de a un grupo muy interesante de artistas. “La piel del discurso médico” se proponía pensar las somatizaciones, otra vez el cuerpo, y su relación con el lenguaje, para investigar sobre los fenómenos de formación del lenguaje aprovechando los distintos puntos de vista que se mostraban. La exposición se centraba en la piel y contó con trabajos fantásticos, muy diferentes, que entablaron entre sí un diálogo muy intenso, casi una discusión.
¿Y qué decían sobre la piel esas voces que discutían?
De todo. Había tantas orientaciones como sujetos. La exposición surgió del impacto que le produjo a Montse la noticia del fallecimiento de Patricia Albajar, una artista de Zaragoza con la que ella había mantenido contacto años antes. Uno de los últimos trabajos de Patricia se tituló precisamente “Derma” y abordaba lo estético a partir de imágenes de lesiones cutáneas. Desde aquel estímulo, el proyecto evolucionó bastante hasta conformar lo que ha sido “La piel del discurso médico”.