Jabier Salutregi: “Me indigna que el caso ‘Egin’ no se tachara de ataque a la libertad”

Jabier Salutregi, director del periódico Egin, en libertad tras pasar cerca de ocho años en prisión

Jabier Salutregui, exdirector de 'Egin'. Foto: Ekinklik

Jabier Salutregi salió de la cárcel de Burgos el 29 de octubre. Pasó siete años y medio en prisión. Director del desaparecido diario Egin, Salutregi fue condenado en el marco del sumario 18/98, que acusaba al periódico de colaborar con ETA. Aunque, años después, el Tribunal Supremo declaró ilegal el cierre de este periódico y rechazó su relación con la banda armada, Salutregi y otros periodistas del medio cumplieron años de condena.

Han pasado 28 años del nacimiento de Egin y 17 de su cierre. ¿Cómo fueron los inicios?

Egin nació en septiembre de 1977 por el impulso de una serie de gente que tenía muy claro que este pueblo necesitaba una voz. Iba a ser la voz de los sin voz, que expresara lo que hasta entonces no se podía expresar, que rompiera la dinámica de los medios de difusión de entonces, del régimen de recién acabado el franquismo. Comenzó con una cuestación popular en la que se recogió dinero de gente que quería involucrarse en un medio de comunicación. El tope creo que estaba en el millón de pesetas.

Una serie de gente aportaba hasta llegar al millón, y por cada millón había un representante en Egin en la asamblea, donde se decidían cosas como la línea editorial y otras cuestiones importantes del proyecto. Fueron hasta 24.000 cuentapartícipes, que configuraron después un cordón defensivo o guardia pretoriana del medio. En aquel entonces estaba El Correo Español, el Diario Vasco y nosotros. También Deia, órgano de pensamiento del Partido Nacionalista Vasco, que nació el mayo anterior. Nació a todo correr porque el PNV sabía que Egin estaba a punto de salir. Yo estaba en Deia al principio y vi cómo querían salir cuanto antes. Nosotros fuimos el primer medio con un modelo de participación ciudadana. Deia, de alguna manera, también, pero dentro del PNV. En Egin fue más abierto y amplio.

¿Cuáles son los mejores momentos que recuerdas de Egin?

Egin dio al nacer su mayor primicia, que no logró ni El País, ni el ABC, ni ningún otro medio. Fue el primer periódico que sacó en exclusiva el proyecto de Constitución. Dimos un gran palo, pero muy pocas personas se acuerdan de eso.

También sacásteis a la luz grandes reportajes sobre los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).

Si, eso fue después. Egin desde el principio fue un periódico incómodo para el poder. Se hablaba que Adolfo Suárez y su Consejo de Ministros nos querían cerrar, pero no se atrevieron. Ahora hago un salto en el vacío y me sitúo en los 80, los años duros de este país, con atentado día sí, día también. Entonces el periódico no apostó jamás por la vía violenta, no había una línea editorial concreta, pero sí una línea clara en cuanto a titulares. Se apostaba por aquello que confluyera en un ambiente de paz. Pero parece que fue una postura inapreciable.

En 1993 llegué a la dirección y le pegué un cambio a Egin. Me pusieron de director después de haber hecho una profunda reconversión en el periódico, tanto en diseño como en redacción, y fueron los trabajadores los que me auparon a la dirección. Adoptamos una línea más agresiva en cuanto a mensaje. Las primeras páginas cobraron una dimensión diferente, con titulares que buscaban la complicidad del lector, y parece que esto molestó muchísimo más. Se hizo más visible el boicot de las instituciones y grandes corporaciones.

Nosotros, como siempre, inventamos formas de sacar dinero haciendo cuadernillos, páginas personalizadas y un montón de historias con las que fuimos sobreviviendo. Pero en la medida que sobrevivíamos, el poder empezó a arreciar su boicot y a criminalizarnos más, especialmente desde las instituciones autonómicas. [Juan Mª] Atutxa y [José Antonio] Ardanza sometieron a Egin a un ataque diario de falsedades. Hasta dijeron que, por higiene democrática, nos tenían que defenestrar. Extendieron una alfombra roja para que penetraran todas las huestes de [Jaime] Mayor Oreja, entonces ministro de Interior y hoy un paranoico reconocido. Mediante la Audiencia Nacional, nos metieron a unos cuantos en la cárcel y cerraron el periódico. Ésa fue la historia resumida de Egin.

¿Cómo fue el proceso judicial?

Lo que Suárez no se atrevió a hacer, sí que se atrevió a hacerlo el señor Aznar, tal y como dijo él mismo en Turquía. Baltasar Garzón llevó el proceso, aunque no fue el primero en decir eso del ‘todo es ETA’. El primero fue el hasta hace poco alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch. Garzón ejecutó la audacia de Aznar. Al principio tuvo sus sospechas de que lo estaba haciendo mal conmigo –me mandó un día a prisión provisional para sacarme al día siguiente–, pero le llamó Mayor Oreja para que me metiera en la cárcel de nuevo. Cerró el periódico y, en 2009, el Supremo dijo que lo había hecho mal. Eso se llama prevaricación.

Pero el daño a Egin ya estaba hecho, nunca volvió a publicar.

Garzón no tendría que haber cerrado el periódico, pero como ya estaba cerrado, no generó riqueza y las deudas que tenía no se pagaron. Es un laberinto jurídico en el que no he entrado, y preguntaré, aunque yo ya estoy jubilado. Lo que sí quiero subrayar es que Garzón prevaricó. Pero, como prevaricó contra un medio de la izquierda abertzale, no pasó nada, igual que muchas otras veces. Cuando prevaricó contra el Partido Popular por el tema Gürtel sí le cayó la del pulpo. Ésa es la diferencia: contra todo lo que huela a nacionalismo vasco vale todo, pero contra el nacionalismo español, y sobre todo contra el ultranacionalismo del PP, ahí ya no vale.

Que se cerrara un periódico del Estado español, igual en Albacete o Guadalajara no sorprendió a nadie, pero aquí sorprendió a mucha gente. Y en Europa tampoco se debieron de enterar. Les dirían que éramos una cuadrilla de terroristas, que teníamos dinamita o catorce kalashnikovs, o no sé qué les dijeron que se callaron todos. Antes de nuestro cierre sabemos que Mayor Oreja llamó a todos los directores de periódicos y todos se callaron. Fueron cómplices ante el cierre de un periódico. Hoy en día, si en Alemania, Dinamarca o Francia dicen que van a cerrar un periódico, el tema toma unos tintes muy graves. Cuando atentaron contra el Charlie Hebdo la gente se posicionó de forma tajante por la libertad de expresión. Pero el cierre de nuestro periódico no se identificó como un ataque a la libertad de información o de expresión, y eso me produce mucha indignación. Muy pocos, curiosamente Ansón entre ellos, levantaron la voz en contra. La izquierda española dijo algo, pero con la boca pequeña. Hubo mucho frío para nosotros.

Pero el cierre de Egin fue el primero de una larga lista que llega hasta 2013, con el cierre de las web Apurtu y Ateak Ireki.

Sí. Nos cerraron el periódico y la radio, y después vino el cierre de Egunkaria, después Kale Gorria y Ardi Beltza, de Pepe Rei. A nosotros nos metieron en un sumario que se llamaba 18/98 como una pieza más. Había empresas que se dedicaban a vender bacalao, jóvenes de la izquierda abertzale, otro grupo que ejercía de exteriores de Herri Batasuna, la Fundación Zumalabe, que propugnaba la desobediencia civil, etc.

Nosotros no teníamos que ver con vender bacalao ni con la desobediencia civil, pero estábamos dentro. No tuve la suficiente fuerza para exigir que me juzgaran como pieza aparte, como se hizo con Egunkaria. Estoy convencido de que, si hubiera sido así, habría sido más difícil que nos hicieran lo que nos hicieron. De hecho, los de Egunkaria salieron absueltos. Luego, en cuanto al trato personal que me dieron, fue muy diferente al que tuvieron con la dirección de Egunkaria. A mi me trataron bien porque fui directamente a Garzón. No me dejó ni hablar, me detuvo y me metió en la cárcel. El trato posterior en la cárcel fue correcto, no puedo decir lo contrario. Y en Burgos concretamente me han tratado con mucho respeto. También yo a ellos, porque si me siento respetado no puedo hacer otra cosa que devolver lo mismo. Lo que también me sorprende es que la crisis económica se nota y en la cárcel hay gente muy buena que no ha tenido más remedio que delinquir para sobrevivir.

¿Por qué cárceles has pasado en estos ocho años?

He estado en Madrid bastantes meses, después en Alcalá, en Soto del Real, en Valencia y en Burgos. Siempre he estado fuera del País Vasco.

¿Y cómo has llevado todos estos años de dispersión?

Lo peor es para la familia. Para un preso es lo mismo estar en una cárcel que en otra. Estás aislado, sin libertad, fuera de órbita... Pero para la familia no, si te quiere la obligan a ir donde tú estás. Y es un peregrinaje que supone dinero, riesgo en las carreteras. Es un castigo añadido de venganza pura, algo muy mezquino.

Desde prisión has vivido momentos importantes, como el fin de la violencia por parte de ETA. ¿Cómo valoras lo avanzado en el proceso?

Desde la cárcel se ven las cosas de otra forma. Para mucha gente no ha ido rápido, pero para nosotros, que lo que nos sobraba es tiempo, es distinto. Vemos pasos en positivo desde que ETA echó la persiana a la violencia, cosa que ya era momento que hicieran. Desde entonces ha avanzado, pero la oposición a la izquierda abertzale ha aprovechado desde el primer segundo para criminalizar su proyecto, que es tan político y democrático como cualquier otro. Algunos sectores de la izquierda abertzale pudieron pertenecer a ese pasado de lucha violenta, pero otros no. La izquierda abertzale se tiene que sacudir ese complejo que le traslada a la vida anterior porque ese armario lo tienen todos. Lo tiene el Partido Popular, con José Antonio Primo de Rivera, Franco y demás en su transfondo, o el PSOE, que en los 30 tenía pistoleros y hace menos al GAL.

Todo el mundo tiene un pasado, y no por esto quiero decir que la izquierda abertzale tenga un pasado erróneo, o malo o falso. Simplemente tiene un pasado, como todos. Siempre sacan a colación eso de que “ustedes no piden perdón, no se arrepienten”. Pero es que yo creo que nadie tiene que pedir perdón, eso suena muy religioso y, además, a falso. No hay ni siquiera que pasar página, hay que empezar otro libro y dejar el otro en la estantería, con los otros libros, con el del PP, con el del PSOE, etc. Creo que es el punto en el que estamos ahora. La izquierda abertzale está en el momento de ir hacia delante, y para eso ahora lo que hace falta es tener a los presos en casa y llegar a acuerdos con mucha gente, sobre todo con formaciones políticas afines con las que tenemos que dialogar. La izquierda en Europa estamos en un momento en el que tenemos que pegar un puñetazo en la mesa y cambiarlo todo.

¿Es un momento de inflexión?

Estamos esperando eso, sobre todo en prisión estábamos un poco aletargados porque están las elecciones generales y después autonómicas, y van a salir presos como Arnaldo Otegi, Rafa Usabiaga y muchas personas más que son muy importantes para la izquierda abertzale. También en la cárcel estábamos muy envidiosos del proceso catalán. Los medios de comunicación españoles hicieron que pensara que iban a votar tres y se iba a acabar todo el tema, pero la realidad siempre joroba todos los titulares y la mayoría ha dicho sí al derecho a decidir. Yo tengo envidia, como vasco. Por mucho que nos diferenciemos de los catalanes, todos los pueblos que buscamos la libertad nos parecemos. Yo soy escocés, catalán, palestino y muchas cosas más. Como ciudadano vasco, quiero la libertad de todos los pueblos, también la del español, al que tengo mucho cariño porque además hablo su lengua, que me encanta. En ese sentido no tengo ningún complejo, yo no soy antiespañol, que quede claro, lo que pasa es que soy vasco.

[alaya_toggle status="open" title=""]Entrevista realizada por Ter García para Diagonal.[/alaya_toggle]

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