Hace 20 días Galiza era noticia

Hace 20 días Galiza era noticia estatal por algo que tristemente viene siendo habitual. Una oleada de incendios arrasaba montes y pueblos en escasas horas. Las y los vecinos contemplaban como se quemaban sus montes, sus casas, sus animales y sus cosechas. Contemplaban como otros, intentando sofocar las llamas o intentando huir desesperadamente, perdían sus vidas por el camino.

Incendio en Vigo (Galiza).

Ante esta desgarradora situación, el Estado español se volcó con el sentir del pueblo galego. Multitud de concentraciones se organizaron en los distintos territorios del Estado español para condenar lo ocurrido y pedir responsabilidades y cambios en política forestal a unos dirigentes que a lo largo de las últimas décadas se han dedicado a otros menesteres más importantes que el servir y proteger a la población.

Es cierto que el pueblo español se volcó, y los galegos sentimos y agradecemos su apoyo. Es cierto también, que los políticos españoles, y los galegos, también se afanaron en mostrar su apoyo ante los medios de comunicación. Y digo apoyo, expresado a través de simples palabras y no de acciones y decisiones, que es lo que la población exige a sus llamados dirigentes que se supone les sirven. Pronto estos dirigentes volcarían sus miradas, sus acciones y decisiones a otras cuestiones llegadas del otro extremo del país y, como tantas otras veces, se olvidaron de servir y cuidar al pueblo.

Hace 20 días ya, y parece que Galiza está en calma y todo ha pasado. Y digo parece, porque la realidad del pueblo es bien diferente. Tras la oleada de incendios ha llegado la falsa calma. Con los bosques y pastos quemados los animales no tienen ya que comer; con las lluvias y la llegada de las cenizas a la ría, pronto el marisco se verá afectado también; con los campos y las vides calcinadas la cosecha no se podrá recoger.

Los problemas continúan, la desolación en los ojos de la gente que lo ha perdido todo sigue. Mientras, los políticos y medios de comunicación continúan con la mirada hacia otros asuntos que ellos consideran importantes. Los vecinos y vecinas intentan sobrellevarlo con la ayuda mutua, organizándose entre ellos para cuidar el monte, paliar daños, y donaciones solidarias de pequeñas cantidades de pasto para los animales.

Mientras tanto, el pueblo galego espera resignado la tan manida limosna en forma de indemnización con la que la Xunta de Galiza aplaca habitualmente conciencias y tranquiliza los ánimos. Todo ello mientras habla de “atentado incendiario” y consigue repetir victoria en las elecciones:

Como dice un popular refrán que refleja la habitual resignación a la que está acostumbrada el pueblo galego: “Mexan por nós e temos que dicir que chove”

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