Ellos se enriquecen, tú te empobreces

Pese a las cifras de empleo y actividad la situación material de la clase trabajadora está congelada, por no decir que ha empeorado en muchos aspectos, desde 2008. Al 12% de pérdida de poder adquisitivo entre 2008 y 2020 se suma la actual situación inflacionaria donde las modestas subidas salariales son insuficientes para mantener el nivel de vida. El precio del combustible, la luz, la vivienda y los alimentos están disparados. Mientras tanto las empresas del IBEX, los grandes oligarcas de nuestro país tienen beneficios récord. Las eléctricas y los bancos se están llevando lo mejor y la mayor parte …

Pese a las cifras de empleo y actividad la situación material de la clase trabajadora está congelada, por no decir que ha empeorado en muchos aspectos, desde 2008. Al 12% de pérdida de poder adquisitivo entre 2008 y 2020 se suma la actual situación inflacionaria donde las modestas subidas salariales son insuficientes para mantener el nivel de vida. El precio del combustible, la luz, la vivienda y los alimentos están disparados. Mientras tanto las empresas del IBEX, los grandes oligarcas de nuestro país tienen beneficios récord. Las eléctricas y los bancos se están llevando lo mejor y la mayor parte del pastel. Los mismos explotadores y parásitos y sus voceros que se oponen a equiparar los salarios al IPC son los que reparten beneficios récord entre sus accionistas, o sea, lucha de clases en su más burda expresión.

Aunque no estén en el foco mediático la precariedad material es la realidad de la mayor parte de la clase trabajadora. El salario moda, es decir el que más se repite, es en nuestro país 1.200 euros; un salario de supervivencia. Las subidas del salario mínimo, debidas a la presión sindical, a la acción de Gobierno y a una Patronal que cedió consciente que con un SMI de 750 euros hubiera habido estallidos sociales y revueltas de hambre, no son suficientes. Es una realidad que los 1.080 euros de salario mínimo solucionan el problema del hambre. Que una familia cobre el SMI y tenga que hacer frente al alquiler o la hipoteca de una vivienda, que además pueda calentarla, que también pueda vestirse y que tenga acceso a otros elementos de consumo básicos, obliga a esa familia a caminar en el delgado filo de la navaja.

Pasa lo mismo con la vivienda. Situaciones de infravivienda en nuestros barrios y pueblos que recuerdan a los peores años de la posguerra. Familias, de cuatro, cinco o más miembros, muchas de las veces migrantes, de clase trabajadora viviendo en casas de 50 m2 de hace 60 o 70 años. Quienes pueden escapar de esa realidad acaban atándose a hipotecas por 30 o 35 años, rezando para que no suban más los tipos de interés o soportando trabajos mal pagados y exigentes para que la policía y la justicia no les saquen a la fuerza de su hogar. También hay quienes acaban compartiendo piso de alquiler sin poder desarrollar un plan de vida, soportando alquileres indecentes y siempre en el horizonte vital una mirada puesta en que no se convierta en un piso turístico, o que la inmobiliaria le diga al propietario que es un buen momento para vender. Esa es la realidad de la mayoría de la clase trabajadora. Mientras tanto fondos buitre, bancos “nacionales” y medianos tenedores de vivienda (no nos podemos olvidar de los rentistas) hacen su agosto a costa de un bien básico como lo es la vivienda.

Mención especial si eres mujer o migrante porque entonces todos estos problemas se multiplican. El racismo, la xenofobia y el patriarcado se retroalimentan con el capitalismo para explotar más y más eficientemente.

Frente a estos problemas reales e inmediatos de la clase trabajadora el sistema vende humo. Hazte rico apostando, invirtiendo, o emprende, si no puedes es porque no quieres y porque no te has esforzado lo suficiente. La falacia de la meritocracia ya como tragedia y no como farsa. Si alguna vez ha existido el “ascensor social” en España, o en cualquier sistema capitalista, este está roto, desguazado en el fondo del agujero y vendido por piezas al mejor postor.

Quizá estas problemáticas no afecten al 99% de la población, claro que no. No nos podemos engañar, hay cierto porcentaje de la sociedad que estos problemas no le tocan. Hay distritos donde no se conoce ni siquiera lo que es el paro. Por eso la izquierda política, en cualquiera de sus expresiones, no puede basar su política ni centrar a sus cuadros ni movilizar su base electoral en sectores que no son capaces de comprender la realidad que atravesamos la clase trabajadora.

La incertidumbre que nos rodea y las carencias materiales de nuestra clase son un caldo perfecto para una olla a presión a punto de estallar. De nuestra capacidad para leer los momentos, de fortalecer las organizaciones de las que disponemos y de no tomar decisiones precipitadas depende el devenir histórico del tablero de la lucha de clases.

Actualmente, nos encontramos en una fase de derrota crónica de las fuerzas del trabajo frente a las del capital, lo que se está plasmando en el debilitamiento de las democracias liberales tal y como las hemos conocido. La capacidad de desarrollo de una oleada reaccionaria lo evidencia, auspiciada por las mismas clases dominantes es buena muestra del peligro real. Y es difícil y doloroso decirlo, por simple que parezca, pero lo que está de “moda” ahora es la ultraderecha. Y esto tiene su correlación a nivel organizativo ya que exceptuando la honrosa excepción de los sindicatos de clase, el resto de organizaciones sociales ha perdido influencia, militancia y capacidad de movilización durante los últimos 10 años.

Los momentos de reflujo revolucionario son momentos para reforzar la organización. Esa debería ser la premisa principal en estos tiempos de derrumbe de todas las estructuras tradicionales. La premisa de reforzar la organización debe estar por encima de cuestiones coyunturales, sea cual sea el ámbito. Mantener espacios, organizaciones, dinámicas, no ceder ideológicamente y mantener alta la moral son las tareas urgentes del movimiento popular.

Los y las comunistas nacimos para construir un nuevo mundo. Apuntar siempre hacia ello es la forma de avanzar en la guerra de posiciones. El régimen franquista se superó porque hubo decenas de miles de comunistas que empujaron huelgas y movilizaciones con la ruptura democrática puesta en el punto de mira; y no por las mejores o peores habilidades negociadoras de Carrillo con otros líderes y fuerzas políticas.

No queremos equilibrar la balanza, queremos cambiar la balanza. Hace más de 100 años surgimos porque dijimos ante la barbarie del imperialismo que no queríamos gestionar un sistema injusto. Queremos derribarlo y construir una nueva sociedad. Esa es nuestra naturaleza, ese es nuestro papel como comunistas y en eso volcaremos todas nuestras fuerzas.

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