El islam contra el Daesh

El laicismo eurocéntrico tiñe de racionalidad políticamente correcta el sesgo racista de carácter diferencialista del que nunca ha osado librarse: el problema esencial reside en la identidad del otro

Multitud frente a uno de los restaurantes atacados. Foto: Jean-François Gornet

Tras los terribles atentados perpetrados en París, determinados sectores pertenecientes a la denominada consciencia europea, en su clara voluntad de reactivar la cohesión occidental, vuelven a sacudir el viejo y persistente fantasma de la hostilidad patológica hacia el islam. A nivel político, la estrategia –puramente emotivista– pasa por hacernos olvidar qué función cumple la reactivación de ese “nosotros” en un momento de crisis civilizatoria como la que atraviesa el Occidente capitalista.

Paralelamente, el chantaje moral que legitima el fortalecimiento en bloque de nuestra supuesta identidad cultural/política es posible gracias a la utilización mediática de la tristeza y de la barbarie. No se trata de cualquier barbarie, hablamos de la producida en aquello que Frantz Fanon llamó “la zona del ser”. Se trata entonces del valor de los muertos que nos duelen, del valor de la vida que merece ser vivida.

Por otra parte, la reactivación del “nosotros” implica la esencialización del “ellos”. De esta manera el laicismo eurocéntrico tiñe de racionalidad políticamente correcta el sesgo racista de carácter diferencialista del que nunca ha osado librarse: el problema esencial reside en la identidad del otro. Es así como se monitoriza el debate internacional a través de la desconfianza occidental ante el islam. Dejarse llevar por los automatismos derivados de tal estrategia no sólo significa obviar la dimensión fundamental del trasfondo político que explica el auténtico conflicto, sino que contribuye a ningunear la acumulación de muerte en la “zona del no ser”. Nos referimos a los muertos que no nos duelen, a la vida que no merece ser vivida.

La discusión inicial entre la derecha xenófoba y la izquierda antimilitarista desemboca frecuentemente en un envolvente recelo popular ante el moro –signo cultural que abarca todo el espectro político– y la contrarréplica de algunas voces críticas. Pero ¿dónde están las voces islámicas de Occidente? ¿Existen? Parece que los propios musulmanes occidentales no son interlocutores válidos para los medios. Emerge en este contexto la célebre pregunta de Spivak “¿puede hablar el sujeto subalterno?”. No se trata de una pregunta retórica. La respuesta, en este caso, es evidente: claro que puede, pero la cuestión primordial es ¿acaso se le escucha?

Deconstruyendo el alarmismo y las viles justificaciones del rechazo a los refugiados incrementado a partir de la interpretación islamofóbica de los atentados, Santiago Alba Rico, en su artículo “París, más allá del dolor”, afirma lo siguiente: “Ramzy Baroud, el académico inglés de origen palestino, insiste siempre en que el EI [Estado Islámico] es un fenómeno de la periferia del islam, concretamente occidental, un fenómeno que se nutre, además, de conversos atraídos menos por la religión que por la radicalidad”. Admitiendo el valor de dicha afirmación, por su carácter desmitificador, será, no obstante, necesario y urgente atender a la riqueza y diversidad del islam occidental.

Pasado, presente y futuro de Occidente

Por mucho que le pese aceptarlo a gran parte de la sociedad mayoritaria, el islam forma parte del pasado, presente y futuro de Occidente. En nuestra mano está no permitir a nuestros sucesivos gobiernos seguir cometiendo los enormes errores que el Estado francés ha cometido con su ciudadanía musulmana. Ésta es una de las labores por la que hace más de una década luchan desde el Partido de los Indígenas de la República. Bien es cierto que no es en absoluto justo privar de responsabilidad propia a los asesinos, ya sea en París como en los sospechosamente olvidados Beirut, Nigeria o Kenia, allí donde se amontonan los muertos de “la zona del no ser”. Hacerlo no es sino privar de agencia humana a aquellos que cometen los atentados y es olvidar que la gran mayoría de los musulmanes y musulmanas, encontrándose igualmente en una situación de asedio colonial constante, deciden pelear de manera justa.

Por otra parte, es irresponsable y simplista asegurar que el yihadismo es “una ideología que deforma el islam pero que también sale netamente de él”. Resulta contradictorio afirmar que algo que deforma el islam proviene completamente de él. Obviar la influencia ampliamente demostrada de los gobiernos más poderosos del mundo en el fortalecimiento progresivo de numerosos grupos fundamentalistas que hoy se han transformado en el Enemigo Público nº 1 a través de la venta de armas, del silencio interesado y de la guerra sistemática no sólo es políticamente ingenuo, sino que es moralmente reprobable.

Recordar las responsabilidades de la violencia y visibilizar sus efectos sociales, económicos y psicológicos en las sociedades colonizadas no es, como intentan demostrar determinadas voces, síntoma de buenismo cultural, es pura pedagogía decolonial. Con cierta prudencia y saludables reservas, hay que reconocer la inteligencia de los análisis pacifistas que sobre la violencia llevaron a cabo Thoreau, Martin Luther King Jr. o Mahatma Gandhi. La violencia colonial a menudo termina por destruir a oprimidos y opresores. Es recomendable recordar esto antes de caer en la trampa de justificar las ansias de venganza. Lamentablemente, la palabra “guerra” ocupaba los titulares de los principales periódicos del Estado este pasado domingo, aunque sabemos que Francia lleva bombardeando Siria desde septiembre.

En suma, ni se puede subestimar la capacidad de maldad del otro subalternizado ni se debe atribuir dicha maldad a la supuesta naturaleza de su identidad cultural, étnica o religiosa. Tanto una tendencia como otra revelan una latente caricatura colonial de la humanidad otra que no favorece una mirada limpia y horizontal, tal y como advirtiera el inmenso poeta José Heredia Maya. Recordemos, en sus sucesivos comunicados durante estos últimos días, la Junta Islámica Española, la Yama'a Islámica de Al Ándalus, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, la Plataforma contra la Islamofobia o la plataforma virtual Todos Contra la Islamofobia han condenado abiertamente y de forma reiterada los atentados de París.

De la misma manera, numerosas personas musulmanas han manifestado su temor ante las posibles represalias. Días después de lo sucedido en la capital gala, un campo de refugiados sirios ardía de repente. Los medios locales insinuaron que el incendio podía haber sido perpetrado por grupos xenófobos. En San Benito, Badajoz, unos desconocidos intentaron quemar una mezquita durante la madrugada del 14 de noviembre. A la mañana siguiente aparecieron numerosos carteles racistas contra los refugiados por diferentes lugares de la ciudad.

Mientras, la guerra sigue cobrándose las vidas de inocentes aquí y allí. ¿Nosotros? ¿Ellos? Contra el terrorismo. Contra la islamofobia.

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Todo el islam es cortesía

Quien de vosotros vea un hecho repudiable, que lo cambie (intente) con su mano, si no pudiera entonces (que lo intente aconsejando) con palabras, y si no pudiera, entonces (lo repruebe) en su corazón, y esto es lo mas débil de la fe.

¡Oh ‘Alî! Hay tres cosas que se cuentan entre las más elevadas virtudes: dar a quien te ha privado, relacionarte con quien ha cortado los vínculos contigo y perdonar a quien ha sido injusto contigo

Un árabe no es mejor que un no árabe, y un no árabe no es mejor que un árabe, y una persona roja no es mejor que una persona negra y una persona negra no es mejor que una roja

Muhammad, profeta del islam

Quien matara a una persona que no hubiera matado a nadie ni corrompido en la tierra, sería como si hubiera matado a toda la Humanidad. Y quien salvara una vida, sería como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad.

Corán, sura "La mesa servida", verso 32

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Artículo de Helios F. Garcés para Diagonal.

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