Asistimos al fin del ciclo municipalista? Sin duda, la pérdida de importantes alcaldías como Madrid, Barcelona (a la espera de los pactos posibles), Zaragoza o A Coruña ha supuesto un duro golpe para la apuesta cimentada en el 15M. Haciendo un repaso de las capitales de provincia, si en 2015, 18 iniciativas municipalistas formaron parte de los llamados ayuntamientos del cambio, en la actualidad se ha reducido a 12, perdiendo la alcaldía en la mayoría de ellas y quedando en un lugar subordinado al liderazgo del PSOE. Excepciones como las de Valencia, Zamora, Pamplona y Pontevedra, las cuales revalidarán su gobierno, deben ser estudiadas con tal de explicar las causas que les han permitido salirse de la norma.
El ligero incremento de la abstención en los barrios populares y el trasvase de votos a un PSOE que apenas hace unos años lo daban por muerto, se muestran como aspectos comunes que explican la caída de los ayuntamientos del cambio. No obstante, más allá de los cálculos electorales y particularidades de cada lugar, ¿cuáles han sido las razones de fondo para que en apenas cuatro años un proyecto tan ilusionante se desmorone? Algunos dirán que el poder, aquel que reside en los grandes medios de comunicación, emporios económicos o en altos cargos funcionariales, ha hecho todo lo posible para deslegitimar un proyecto que venía a cambiar las formas de relación entre el Estado y la sociedad, a ejercer justicia social. Una de las concejalas de uno de los gobiernos del cambio suele decir: “hemos tenido el ayuntamiento pero no el poder”. Sin duda, no le falta razón, aquellos actores que conforman lo que se ha llamado el Regimen del 78, en proceso de recomoposición, han hecho todo lo posible para generar un clima de ingobernabilidad que impidiera la repetición de la gesta de 2015 que, como dijo hace unos días la todavía alcaldesa en funciones Ada Colau, “les pilló por sorpresa”.
Sin embargo, una vez aclarados los límites estructurales de este proyecto, ¿no se piensa hacer una autocrítica al interior de las organizaciones? ¿o todo se reduce a factores externos? Creo que es fundamental que se haga una reflexión profunda y se analicen cuáles han sido las causas que han llevado a que se pierda la ilusión por un proyecto que llego a ser referente a nivel mundial. En mi opinión, una de las principales causas reside en un problema al que se han enfrentado los movimientos populares históricamente: su proceso de institucionalización. A inicios de los años 60, una vez que la Revolución Cubana había triunfado, el Ché manifestó: “pensábamos que íbamos a conquistar el cuartel y el cuartel nos conquistó a nosotros”.
Si el movimiento municipalista se definió como un partido-movimiento con un pie en las instituciones y otro en la calle, cada vez ha ido trasladando todo su ser al espacio institucional, lo que genera dos problemas elementales. Por un lado, se sumerge en la inercia de la institución concentrando toda su energía en los tediosos laberintos administrativos del Estado. Por otro, y como consecuencia del primero, pierde el pulso a la vida de los barrios. Si en algo se debería caracterizar al movimiento municipalista es en su relación de proximidad con el territorio. En la capacidad de generar sinergias con los movimientos sociales y la ciudadanía que, garantizando la autonomía de estos últimos, les brindara las herramientas para mejorar la calidad de sus vidas. En vez de eso, muchas de las fuerzas se han concentrado en disputas internas por el control de la organización, dejando en un segundo plano la relación con el tejido vecinal. Un tejido vecinal que no se reduce a las asociaciones tradicionales sino que, en una sociedad cada vez más diversa, incluye nuevas formas de asociacionismo que deben ser escuchadas y apoyadas.
No existe discurso municipalista que no abogue por la participación y la inclusión de las personas comunes en la toma de decisiones, pero en muchos casos ésta se ha reducido al mero plebiscito, momentos puntuales de votación; ya sea en un plenario, en unas primarias o unas elecciones. La participación debe entenderse como un proceso en donde se van construyendo relaciones, afinidades y alianzas entre las personas. Más encuentros en los parques y plazas barriales y menos comités centrales. Sino, lo único que se logrará es perderse en una burbuja de autosatisfacción que no logra enfatizar con la mayoría social y que puede desembocar en la consolidación de nuevos partidos políticos relegados al espacio marginal que ha ocupado la izquierda institucional durante más de 30 años.