Soy bastante provacunas y usuaria de la medicina más occidentalizada. Desde el año 2000, por motivos personales (me diagnosticaron el Virus del Papiloma Humano -VPH- y me realizaron una conización en el cuello del útero) y posteriormente por motivos profesionales (decidí que mi especialidad en psicología sería sexología), he leído, escuchado, pensado y compartido mucho sobre este virus y sobre las actitudes recibidas en las consultas: el sórdido silencio y no explicarte las cosas, los juicios de valor infundados y nada científicos y/o el discurso del miedo extremos. Apostillo, éstas son actitudes violentas, no nos agencian ni cuidan.
Si no teníamos suficiente con el (mal)trato que recibimos en torno a nuestra salud sexual, van y sacan una vacuna “contra” el papiloma. Como mujer sexuada y sexóloga me cabrea. Es un descaro en toda regla. Es una vacuna en contra de nosotras y no en contra de ningún virus. No nos aporta salud sino que llena los bolsillos de unos privilegiados. Y es una nueva medida de control que nos lleva al peligroso sentimiento de indefensión, alejándonos del necesario sentimiento de derecho.
No es una vacuna eficaz frente al VPH, tiene unos efectos secundarios muy dañinos y está generando una constante indefensión aprendida en las niñas, jóvenes y mujeres, así como un imaginario colectivo erróneo del propio virus y de la sexualidad.
Una vez más, el capitalismo y el patriarcado hacen su alianza para medicalizar y patologizar nuestra salud, interfiriendo con dinámicas paternalistas en nuestros cuerpos y lucrándose a través del control y del miedo.
¿Cómo cuidarnos del VPH? Con un enfoque feminista y social: una educación integral sexual y emocional basada en el placer y en la alegría desde la infancia, el aporte de herramientas de agenciamientos psicológicos, las revisiones anuales con citologías y la disminución de los tóxicos que nos rodean y están en alimentos, humos, cosméticas, etcétera.
Por tanto, menos vacunas y más transformación social.