Diario de un padre antifascista. Día 4: buscando fuerzas

Después de dos sentencias negativas no sabíamos cómo íbamos a seguir ni de dónde sacar las fuerzas. Las estrategias para visibilizar el caso, no habían servido. Sí en cuanto a movilización pero negativamente para nuestros intereses de que se impartiera justicia con las herramientas que se le presuponen a la justicia: presunción de inocencia, el estudio de las pruebas, imparcialidad –se me ocurren unas cuantas que no sucedieron en el proceso. Como ya he mencionado en diarios anteriores, desde el principio, se está encajando la culpabilidad de los seis de Zaragoza en un relato viciado por las contradicciones de la …

Después de dos sentencias negativas no sabíamos cómo íbamos a seguir ni de dónde sacar las fuerzas. Las estrategias para visibilizar el caso, no habían servido. Sí en cuanto a movilización pero negativamente para nuestros intereses de que se impartiera justicia con las herramientas que se le presuponen a la justicia: presunción de inocencia, el estudio de las pruebas, imparcialidad –se me ocurren unas cuantas que no sucedieron en el proceso. Como ya he mencionado en diarios anteriores, desde el principio, se está encajando la culpabilidad de los seis de Zaragoza en un relato viciado por las contradicciones de la única argucia empleada: la palabra de la policía.

¿Qué harías si tu hijo fuera condenado sin pruebas? No digo ya por ir a una manifestación de esto o de aquello. Digo SIN PRUEBAS. ¿Cómo le explicas que esos valores en los que ha sido educado, y que él no traicionó, no importan? ¿Cómo apartas de tu mente los pensamientos que te llevarían a hacer cosas que no escribo para protegerme de una denuncia y, sobre todo, para proteger mi dignidad como persona? No. Decidí que ellos no iban a ganar. No iban a hacerme a su imagen odiosa y su semejanza fascista. No les deseo lo peor. Les deseo, en el cumplimiento de la ley, se les juzgue por la comisión de un delito.

Si el juez en primera instancia sentenció con dos penas máximas de tres años, el TSJA añadía un año más de prisión. Y la añadía después de inadmitir el peritaje del vídeo y sin acceder a ninguna prueba nueva para el año de condena que sumaban. Mirábamos en el lado equivocado. El viento era otro. Nuestro barco tenía las velas agujereadas. Ellos eran los dueños de las corrientes marinas y, como si no tuvieran corazón, no les importaba llevarnos dentro de su tempestad ideológica hasta la zozobra.

Mi hijo dejó de salir de casa. Al miedo comprensible de entrar en prisión, se le unían de incredulidad de que fuera posible sin haber cometido ningún delito, y que ninguna pata del estamento judicial cediera ante las pruebas objetivas que lo eximían. Se apagó su luz, de sus enormes ojos sólo veías sus párpados, de su boca risueña, los labios sellados de quién no quiere hablar ni encuentra disfrute para sonreír. Todas estábamos igual. Madres y padres de los seis, cada una en su casa, intentando asimilar que nos estaban mandando un mensaje. El aumento de la condena era un aviso, como lo fuera en la sentencia de Carlos Lasala que apuntara posibles consideraciones a recursos posteriores. Es la mafia en el peor de los lugares, la mafia instalada en la administración pública de justicia.

Leo en Twitter insultos y deseos horribles a mi familia, a mi hijo, y las dejo como lo que son, palabras huecas de personas sin alma. No digo que pudieran estar en desacuerdo y argumentarme, alguno lo hace con una facilidad pasmosa: “Seguro que no hizo nada, ¿no?”, “De tal palo tal astilla”, “Yo no lo he educado para que haga eso”. Siempre es y será el mismo lado de la historia diciéndonos al otro lado cómo tenemos que vivir y, además, dispuestos a mostrarse como son, violentos y sádicos. En cuanto tienen oportunidad, igual que alimañas, hienas o cualquier otro carroñero y entre esas personas que nos odian sin conocernos de nada, hay jueces. De esos jueces, estas sentencias.

A mi hijo le costó asimilar que la campaña de los 6 de Zaragoza tenía que seguir. Que si nos estaban avisando de algo es porque les molestaba lo que hacíamos, que eran ellos los que tendrían que responder, porque no debíamos reblar. Y ahora lo tiene claro, vamos a seguir buscando justicia. No sólo en el recurso del Supremo, donde esperamos una sentencia absolutoria. Queremos una restitución y que esos jueces que prevarican cumplan su condena. Queremos que no salga gratis que se juzgue sin pruebas y se desatiendan las que hay. Queremos que no vuelva a sucederle a otras y eso es lo que quiere Javitxu.  Ahora mi hijo ya recupera los ojos, grandes como estrellas, y su sonrisa, que le llena de hoyuelos los mofletes, porque él ha sido educado en la solidaridad y en la fraternidad.

Vamos a seguir en el barco, remendar las velas y buscar otros vientos. Vamos a mostrar las vergüenzas de este tinglado judicial más allá de las fronteras. Queremos que la prensa europea e internacional, ya que la española responde a un mismo patrón –sirve en su significado de patrón como “plantilla” y patrón como “dueño”-, se haga eco de los apellidos y herencias del alto funcionariado español y de cómo, y esto es muy grave, utilizan sus puestos de confianza para hacer política.

La campaña no ha cambiado en los sustancial. Sí que hemos cambiado nosotras ante el problema. Hemos detectado que nos equivocábamos pidiendo justicia. La justicia se debe exigir. Un Estado que no cubre la demanda de justicia y los principios de inocencia deja a una parte de la ciudadanía expuesta y, por lo tanto, es responsable de las injusticias que se cometen. Ya no queremos cuentos. Queremos hechos. Queremos que el gobierno de España investigue a estos jueces, que nos proteja de sus derivas fascistas… porque sí, hubo quién me respondió que “el fascismo terminó después de la II Guerra Mundial”, y yo le dije que no, que el racismo no terminó con la abolición de la esclavitud. En España, el fascismo siguió con un régimen de Franco, asesino y represor. En la transición sólo se cambiaron las nomenclaturas de los tribunales y de los puestos en el gobierno, pero muchos funcionarios firmantes de sentencias de muerte, que desoyeron a víctimas de torturas o que las practicaron, directamente, continuaron en sus puestos, constituyendo un insulto aberrante a eso que se nos quiso vender como el perdón de las dos Españas. No hubo perdón, hubo tragaderas. De esas tragaderas, estos jueces. Acabemos con esto. Que nuestros hijos sean los últimos que tengan que soportar esta infamia.

Al Gobierno de España:

deben asegurar el acceder a la justicia para todas las Gentes. Deben garantizar que en una sala provincial, en una audiencia nacional, ante un tribunal superior o el supremo, la ciudadanía va a ser tratada sin sesgo ideológico. Soy consciente de que no he usado mayúsculas al nombrar las distintas estancias judiciales, y no lo he hecho porque para mí son ellos la parte minúscula de la oración, la mayúscula son las GENTES. El respeto en un estado soberano se mide así. De abajo a arriba. Soberanía popular.

Al ciudadano de España:

Despertad. Llevamos mucho tiempo durmiendo la misma siesta a la misma hora. No permitamos que más inocentes paguen por nuestra pasividad.


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