De la solidaridad a la caridad: los límites de la conciencia blanca

“A cada acto de solidaridad nos quitamos nuestros bozales, cual perro que ladra, solo se escucha el ladrido. La rabia acumulada se manifiesta. Explota. La buena conciencia blanca nos mata. Porque es esta misma la que nos hizo adherirnos al proyecto de la Modernidad. Fue esta conciencia la que nos hizo defender la blanquitud. Fue, precisamente, la buena conciencia blanca que nos anuló. Y no sabíamos que éramos títeres”, Fatina Aatar.

El pasado 23 de diciembre, Munay, convocó una recogida de juguetes en la C.S.A. La Revuelta que estuvieran en perfectas condiciones, entendiendo por estas que estuvieran completos, limpios y listos para ser cedidos a sus nuevas dueñas y dueños. Nuestra sorpresa no vino sólo por la ‘solidaridad’ de las personas que se acercaron a dejarnos lo que, entendemos para ellas son juguetes dignos de ser regalados, sino también por la frustración de que la gente siga creyendo que esto se trata del momento ideal para vaciar su trastero o la caja de juguetes mierderos de sus hijas e hijos.

Cuando viene esta dichosa época de consumismo desmesurado, todas sabemos lo que significa para los niños y niñas este tipo de eventos. Significa que ellas son protagonistas y que van a estar rodeadas, entre otras cosas, de muchos regalos. Lamentablemente, conociendo cómo funciona la realidad, muchas familias no pueden darse ese lujo y por ello, apelamos a la solidaridad para que ningún hogar se quede sin juguetes, para que ningún niño se quede sin juguetes.

Las personas creen que coger lo que les sobra sin tomarse el tiempo de elegir, limpiar y arreglar en el caso de necesitarlo, es un acto altruista y filántropo que les hará subir su ego-barómetro en la cena de navidad y por tanto, serán las protagonistas de la conversación por su ‘oh, buen hacer’. Tenemos para estas personas la siguiente reflexión y consejos.

Primero, deberíamos de hacernos la siguiente pregunta: ¿Estos juguetes qué voy a meter en la bolsa están en perfectas condiciones como para que un niño pueda recibirlo como regalo? ¿Se lo daría a mis hijas, hermanas, sobrinos? ¿Cuándo esa niña reciba este peluche no querrá dejar de abrazarlo? ¿Cuándo reciban estas muñecas querrán presumir de ellas con su amigos?

Segundo, no cogemos los pequeños muñequitos que salen en los Happy Meals famosos del Mc Donalds, las cajas de cereales, Cola Cao, huevos Kinder, etc. y los ponemos en una enorme bolsa para que puedan ser regalados a otras niñas. Por lo menos, un poco de imaginación hay que echarle al asunto y volverse a preguntar: ¿esto le gustaría a un niño por navidad? Vamos, la ilusión no está asegurada con estos detalles, amiga.

Tercero, tenemos juguetes guapísimos que están bien guardados, con el tiempo se han ido desgastando un poco o han cogido polvo, tranquilos no tienen que ser expertas en restauración, ustedes sólo tienen que limpiarlos un poco, lavar bien los peluches y la ropa con la que vienen algunos juguetes y si hay algún roto se le da una puntada y apañado, queda oliendo a rico que es igual a oliendo a nuevo.

Cuarto, cuando se convocan este tipo de eventos es para compartir lo que ya una no usa y/o necesita, entonces, lo ideal es que teniendo en cuenta todo lo anterior las personas que recibimos estos objetos nos ahorremos el trabajo de seleccionar, limpiar y/o tirar porque no estamos llamando a la caridad y se supone que tratamos con personas adultas con criterio propio y capacidad de discernir entre lo que se puede o no regalar a un niño o niña.

Nos tomamos esto muy enserio porque así es como construimos la igualdad de trato, de condiciones, de recibir y así, nuestras propias hijas e hijos irán construyéndose un imaginario basado en el cuidado y el compartir. No se está tratando con un basurero municipal, se está tratando con otras personas que merecen respeto y reconocimiento, no son actos desmesurados de caridad que se alejan de la solidaridad y nuestra capacidad de dar con empatía.

Esperamos que en una próxima ocasión, sepamos ya entonces de qué se trata esto y que prime el cuidado por encima de nuestro reconocimiento social, que prime el dar consciente sin retornar a la limosna católica y que prime la bondad frente al egoísmo.

No sabemos porque nos sigue sorprendiendo esta forma de actuar de un sector de la izquierda que creíamos más empático y posible aliado, ese que se llena la boca de antirracismo y solidaridad. Sentimos su poca falta de honestidad política. Les llamamos a admitir su desinterés en el antirracismo. No queremos exhibiciones paternalistas en nuestra defensa, ni aceptamos falsas alianzas que esconden lógicas integracionistas. No aceptamos su caridad, sus restos para aliviar su culpa colonial.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies