Este 8M volvemos a conmemorar las huelgas y luchas de las mujeres, quienes a lo largo de la Historia hemos reivindicado y conquistado nuestros derechos y hemos hecho avanzar a toda la sociedad hacia mayores cotas de igualdad y democracia. Pero además de recordar, volvemos a reclamar y a construir un futuro libre de desigualdad.
Juntas, hemos logrados estos avances; partiendo no solo de nuestra capacidad de movilización, sino de un liderazgo coral y horizontal que pretende dejar fuera protagonismos personales para buscar el consenso. Así, hemos conseguido incorporar a muchas mujeres jóvenes y extender masivamente la conciencia social sobre la desigualdad y contra las violencias machistas.
En estos últimos años, el movimiento feminista ha ofrecido reparación a muchísimas mujeres agredidas y violadas, que nos hemos sentido apoyadas, escuchadas y creídas, más allá de las sentencias judiciales que, en muchas ocasiones, no han estado a la altura. Pero la realidad a la que nos seguimos enfrentando es que, en nuestra ciudad y en todo el mundo, persisten discriminaciones hacia las mujeres por el hecho de serlo, donde los asesinatos por violencia machista son solo la manifestación más grave y visible de ésta.
La lucha contra las violencias machistas y por la igualdad no se refiere, únicamente, a cómo proteger a las mujeres de la expresión más cruel. Hablamos, también de cómo debemos provocar un cambio estructural, en una sociedad en la que se entrecruzan discriminaciones de clase, etnia, edad, cultura, convicciones, estatus migratorio, orientación sexual, identidad de género, o capacidades, entre otras. Hablamos de una sociedad que se asienta en la desigualdad y en estructuras económicas y sociales injustas que precarizan el empleo, amplían la brecha salarial y privatizan las tareas reproductivas y de cuidados.
Es por la necesidad radical de cambio por lo que requerimos medidas que no solo aborden las violencias machistas desde una perspectiva de reparación, más allá de medidas punitivas y de corte populista. Exigimos la construcción de una economía sostenible, justa y solidaria, que busque el bienestar de todas las personas y ponga la vida en el centro.
Una economía que visibilice y reconozca el valor, dignidad y derechos del trabajo doméstico y de cuidados que realizan las mujeres, a la vez que reclama la corresponsabilidad por parte de todos los hombres, las instituciones, la sociedad y del Estado. Una sociedad que reconozca y ponga en valor las aportaciones que las personas migrantes hacen a nuestra sociedades, y su derecho a la movilidad en favor de unas condiciones dignas de vida, como han hecho nuestros antepasados/as recientes.
Reivindicamos una educación sexual y afectiva para toda la ciudadanía, que permita plantearse cuáles son las causas de las violencias y qué cambios son necesarios para erradicarlas, y crear medidas orientadas a la protección y a la libertad sexual. También, demandamos que se reconozca la transfobia como una forma de violencia machista y que la educación afectivo-sexual esté contemplada en el currículo escolar y sea integral, libre de estereotipos sexistas, racistas y LGTBIfóbicos.
Seguimos juntas en este camino hacia el cambio, a ese poner la vida en el centro. Y debemos permanecer unidas, fuertes y convencidas. Feliz 8M.