Blas Valero: “Dentro de 50 años sabremos si esta ‘Gran Aceleración’ nos lleva al gran colapso”

El Geoforo – Por Una Nueva Cultura de la Tierra se ha convertido en un ciclo de mesas referente para el acercamiento del conocimiento académico a la población no universitaria. En la sesión inaugural de este 2018, Blas Valero, director del Instituto Pirenaico de Ecología, nos adentró en la influencia de las actividades humanas en la modificación del planeta, algo que va más allá del cambio climático.

Blas Valero. Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo)

La primera jornada del ciclo de 2018 del Geoforo – Por Una Nueva Cultura de la Tierra, estuvo centrada en la influencia humana sobre el planeta, y marcada por el uso de una palabra que para la gente de la calle es prácticamente desconocida: el Antropoceno. O lo que es lo mismo, la posibilidad de que la especie humana haya sido capaz de crear una nueva era geológica. Pero claro, la ciencia tiene sus discusiones, y el Antropoceno, pese a estar en boca de muchos, todavía no tiene el estatus de oficial.

La primera mesa de estas educativas jornadas quedó coja a última hora por la gripe que afectó a uno de los dos ponentes, Alejandro J. Pérez – Doctor en Geografía Física en la Universidad de Valencia– dejando solo ante un salón de actos ampliamente ocupado a Blas Valero –director del Instituto Pirenaico de Ecología.

El título interrogativo de esta mesa, “Cambio climático y cambio global, ¿estamos ya en el Antropoceno?”, nos sirvió de gancho para saber qué opina Blas Valero sobre el término. “Es una manera de otorgarle un término al impacto que tiene la actividad de los seres humanos en el planeta”, algo que no parece tener discusión pues el ser humano siempre ha interactuado con el planeta, pero en la actualidad, “esta capacidad que tenemos de cambiar nuestro entorno ha llegado a tal intensidad que podemos cambiar algunos de los ciclos a escala planetaria”, asegura Valero.

El Antropoceno es una forma más de denominar a ese cambio global que sucede a nivel planetario por la actividad humana y del que tenemos más bien poco conocimiento, quizá inmersos en unos procesos productivo-económicos que tienen su objetivo en el crecimiento constante en un planeta evidentemente finito.

“Por ejemplo, hemos cambiado la composición de la atmósfera y de la hidrosfera, somos un agente de erosión mayor que muchos ríos, pues la capacidad de transportar materiales de un sitio a otro que tenemos sobrepasa las tasas de erosión normales del planeta”, nos advierte Valero, para terminar asegurando que somos “una fuerza geológica”. Ese es el motivo de que, como método para poner el foco sobre esta capacidad humana de transformación del planeta, el uso del término Antropoceno cobre importancia, más que de una forma académica, como una forma de llamar la atención. “Reconocer esa capacidad nos obliga a reconocer la responsabilidad”.

El debate académico está abierto, pues la Comisión Estratigráfica Internacional rechaza el uso del término, entendiendo que todavía no existe un estratotipo, un marcador mundial, que pudiera definir esta capacidad humana de erosión y de cambios en el planeta. Otros científicos, alarmados por la velocidad de cambios que genera la actividad humana abogan por el uso del término. “Podríamos decidir que el comienzo del Antropoceno es el momento en el que encontramos la mayor cantidad de radionucleidos en los sedimentos marinos y en los de los lagos, que es en 1950, con la explosiones termonucleares. Creo que es una discusión academicista, un poco estéril, se pierde la importancia de darnos cuenta de que como especie somos los que estamos controlando estos procesos a escala planetaria”, prosigue Valero.

Uno de los pocos cambios indiscutibles que hemos generado es el aumento de la temperatura media del planeta que viene asociada a un aumento del CO2 en la atmósfera, hasta niveles que el propio planeta no parece que pueda llegar a absorber. “Estamos viviendo el momento más cálido de los últimos 2.000 años” nos advierte Blas Valero, sin embargo incide en que todavía hay muchas cosas que desconocemos sobre el clima.

En este sentido el calentamiento global parece ser la punta de lanza mediática, social y política que ha hecho despertar algunas conciencias con respecto a los cambios que el ser humano genera, sin embargo no es el único, y probablemente no sea el más importante. “A la vez que hemos cambiado la composición de la atmósfera, uno de los grandes cambios que se han producido en los últimos 200 años, son los cambios en la biosfera. La reducción del número de especies, del número de hábitats, ha sido tremenda. A corto plazo es una de las crisis más importantes con la que nos vamos a enfrentar. La crisis de la biosfera en general es una señal fundamental del Antropoceno”.

La realidad y los estudios muestran que vivimos en un proceso de ‘Gran Aceleración’, en los términos de Will Steffen –de la Universidad Nacional de Australia y el Centro de Resiliencia de Estocolmo–,  que ha generado cambios evidentes en el planeta, con mayores efectos desde 1950. Unos efectos que parece evidente que han sido intensificados por el auge, predominio y expansión de la economía capitalista y que algunos, como el profesor de Historia Universal en la Binghamton University, Jason Moore, han denominado ‘Capitaloceno’, una descripción que podría llevarnos a pensar en la inevitabilidad de un gran colapso ecológico impulsado por el actual paradigma económico.

Pero Blas Valero, aunque consciente de la evidencia del Antropoceno, y de esta ‘Gran Aceleración’ descrita por Steffen, se muestra optimista y advierte que “ningún problema se ha resuelto desde el pesimismo”, y da unas pequeñas pautas para buscar un futuro mejor y común: conocimiento, resiliencia, responsabilidad –propia y conjunta–, menor consumo basado en una economía solidaria, reciclaje, justicia social, sostenibilidad, adaptación, mitigación… Términos todos que parecen inabordables social y políticamente en la actualidad pero que cada vez son más tenidos en cuenta.  Advierte que “no es lo mismo ser realista que pesimista” y aventura un plazo para saber hacia dónde nos encaminamos: “Dentro de 50 años sabremos si esta ‘Gran Aceleración’ nos lleva al gran colapso”.

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