Annie, la chica del colmado

El pasado jueves 6 de octubre, la Academia Sueca anunció que el Premio Nobel de Literatura este año se le otorgaba a la escritora francesa Annie Ernaux. Entre los motivos aludidos para conceder el galardón, encontramos “por la valentía y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, distanciamientos y las limitaciones colectivas de la memoria personal”.

Annie Ernaux la chica del colmado

La primera vez que leí a Ernaux, fue por casualidad. Estaba tirada en el sofá de casa de mi tío y me había quedado sin lectura para la tarde que me esperaba allí. Él me dejó un ejemplar de «Pura Pasión» y pensé: “es finito y tiene la letra grande, me da tiempo a leerlo sin tener que llevármelo después”. Y así fue. La historia de una mujer de mediana edad que, con crudeza, narraba su obsesión y deseo por un hombre menor que ella, me absorbió. Desde entonces y hasta ahora, me he dedicado a leer toda la obra traducida de Ernaux.

Me dosificaba sus novelas para no llegar a sentirme huérfana de esa lectura que atrapa, zarandea, pero que también acoge, abraza. Incluso he llegado a comprarme alguno de sus libros en francés con la vaga ilusión de poder (re)leerla en su lengua materna algún día.

Pero, independientemente de mi experiencia personal y sin entrar a valorar - al menos en este momento – lo que supone el reconocimiento máximo del canon occidental otorgado por la Academia Sueca, el Nobel de Ernaux es el Nobel que necesitábamos. Un reconocimiento más que merecido a una obra pionera que fue denostada por su carácter autobiográfico y, por supuesto, porque la escribía una mujer.

Y es que las novelas de Annie Ernaux recorren la historia más reciente de Francia a través de las vivencias personales de la autora. Annie, la chica del colmado de sus padres que encontramos en «El lugar», ahora es una desclasada social. De forma paralela a este transfuguismo de clase – tal y como define ella la noción de traición social a sus orígenes – Ernaux lleva casi cincuenta años narrando violencias, abortos, vida en los suburbios y, sobre todo, haciendo memoria. ¿Desde dónde? Ahí reside una de las cuestiones más interesantes del análisis de su obra. Por eso, leer supone observarla desde diferentes puntos de vista – y de clase –. Saltar, de libro en libro, para conocer mejor los contextos sociopolíticos que le hicieron querer compartir.

El Nobel de Ernaux es el Nobel post #MeToo, el Nobel que comparte la lucha por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, el Nobel por la memoria de las mujeres.

Y así lo expone ella en una de sus entrevistas: “Fui consciente de que la memoria de los acontecimientos que conciernen a las mujeres, la memoria de las mujeres, se borra extremadamente rápido. Todo lo que concierne a las mujeres cuanto antes se olvida, mejor, en cierto modo.” El Nobel de Ernaux, es el Nobel de todas.

Por último, creo que es importante agradecer a nuestra “Annie en castellano”, Lydia Vázquez Jiménez, traductora de (casi) toda su obra, el trabajo tan cuidado y profesional.

Y, dicho esto, ¡pasen y lean! Visiten librerías de barrio, bibliotecas públicas, estanterías de amigas lectoras… No dejen de leer la obra de Annie.

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