Durante estos tres años de campaña para pedir la absolución de mi hijo, hemos desarrollado propuestas enfocadas, fundamentalmente, a visibilizar el caso por dos motivos: uno, para que no se quede en silencio una injusticia de tal magnitud, que meter en prisión siete años a unos jóvenes por el único hecho corroborado en el juicio, acudir a manifestarse, no salga tan barato. Dos, para que próximas causas similares tengan donde encontrar en esta campaña aciertos y errores a emular o a evitar.
En ese proceso de visibilizar hemos intentado involucrar a personajes públicos. Muchos nos han sorprendido para bien por su cercanía y constancia a nuestra solicitud de apoyo. Otros han procastinado intencionadamente una respuesta afirmativa o nos han condenado a un silencio sin escrúpulos. Durante meses he respetado esta decisión. Ahora, no me da la gana hacerles el juego y el que tenga que tragar saliva como piedras que lo haga cuando lean esto, mi hijo se enfrenta a una realidad mucho más jodida que el efímero encuentro de un artista con su público… y con su patrocinador.
Es el patrocinio el que provoca este ictus ideológico entre lo que se dice en las tabernas rodeado de rojillos, lo que proyecto en redes sociales haciendo algún comentario contra algún desmán de la ultraderecha y lo que viene siendo DAR LA CARA. Yo los llamo, futuros Sabinas. Aquellos que confunden progresismo con irse de fiesta y ser un demacrado demagogo. Progresistas en lo intranscendente, ergo conservadores de facto.
Por eso, medios como este en el que escribo, Arainfo, necesitan nuestras colaboraciones, para que no vengan detrás los patrocinadores a corregir la tinta. La libertad la echas en falta cuando tienes que pensar dos veces lo que tienes que decir o escribir. Y tres veces lo que puedes o no puedes publicar.
Algunos de estos progres patrocinados de los que tengo en mis contactos por mi profesión de dramaturgo y actor – me guardo los nombres, pero los hay bien conocidos – dan lecciones de amor en sus redes sociales y publican libros con los que pretenden ayudar a sus lectores.
Proyectan así una idea errónea de lo que es “hacer un mundo mejor”, sobre todo porque si miramos a nuestro alrededor estamos haciendo un mundo mucho peor y siguiendo esa misma simplificación, con esa misma regla de tres que les permite sentirse orgullosos de sus logros: ¿eres el responsable del auge de la ultraderecha en España o solo eres responsable de ese lector de tu libro que te dijo en un post “que le ayudó mucho leer tu libro”?
Yo no creo que seas el responsable de ninguna de las dos cosas, y de la misma manera que el libro de 'Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo', tuvo una primera lectura en la que millones dejamos de fumar…. unas semanas, para volver con más ansias al tabaquismo, pienso que esos libros autocomplacientes, para el autor y el lector, solo sirven para entretener el ego y, en absoluto, mejoran el mundo, por ende, ni lo empeoran. Porque solo aquellas personas y asociaciones de personas que se ponen a disposición del grupo y piensan en el grupo – la sociedad en su conjunto - entienden la globalidad de los problemas.
Solo los que examinan un problema en origen pueden desarrollar medidas para prevenirlas o combatirlas, y podríamos hablar de despidos masivos o desahucios, de salud mental o de discriminación por razones de raza, sexo, transfobia. Por el contrario, las personas que ahondan en las respuestas simples y egoístas solo generan beneficios egoístas que nadie cuestiona, es lo que tiene simplificar. Y esos beneficios llegan en forma de satisfacción por llegar a la última página, o con el rédito de los derechos de autor.
Y este artículo tiene todo este sentido y esa mala hostia que me permito tener a día de hoy. Esperando que el Tribunal Supremo acepte el recurso entre noticia y noticia sobre su renovación sobre si cambian unas leyes de sedición para no perjudicar a cuatro y proponiendo perjudicar aún más a los manifestantes, temeroso que eso empeore las condiciones de la condena a mi hijo y cuestionando cuál es el problema para derogar la ley de seguridad ciudadana y otras similares que permiten condenar sin pruebas a los 6 de Zaragoza y a otros tantos…. tengo esos días de estar encabronado.
No os podéis imaginar lo que reconforta cuando alguien se me acerca de forma desinteresada a ayudar a mi hijo. Sea porque me propone pagar de su bolsillo unas chapas o recorrer estos tres años con los encausados y sus familias, y hay muchas personas así. Y entiendes la diferencia con los progres de boquilla en su mirada, en cómo te estrecha la mano o siente ganas de abrazarte, de mandarle su admiración a mi hijo y te dan las gracias por luchar. Le dan las gracias a mi hijo por ser valiente, dar la cara, ir a los actos a denunciar su situación y la de otras.
Un activista no es quién dice que el "racismo es malo" o "el machismo es malo", ese es el simplista de toda la vida.
Una activista se pone en riesgo. A una oportunista le reconocerás porque es la que sale a hablar justo cuando empieza a dar beneficios esta o aquella lucha. Un activista es el que pone la cara para defender una causa porque no hay nada más hipócrita que ponerse una careta ante las injusticias y pretender no ser cómplice de ellas.
Llevo años defendiendo la absolución de mi hijo. Él sí que es un activista y por eso puede ir siete años a la cárcel. Puede ir siete años a la cárcel porque unos policías realizaron los atestados en función de las personas que detenían, algo habitual en estos casos en España y que ya ha merecido los toques de atención por parte del Comité Venecia del Consejo de Europa que vigila el cumplimiento de los Derechos Humanos o de Amnistía Internacional, posicionándose este último en el caso de los 6 de Zaragoza y denunciando el potencial represivo de las leyes españolas. Nadie debería callar ante una injusticia así.
Desde que empezó la campaña de absolución intento ser cauteloso, quiero aunar los mayores apoyos posibles, pero empiezo a estar cansado de que todo este apoyo siempre esté condicionado a si tengo una gira, una serie, un microteatro. Condicionado también a nivel político por si nos apoya fulanito o menganita. De eso ya hablaré en otro artículo.
De la fragmentación inútil de los apoyos que desaparecen en función de otros apoyos que vienen y que tienen que ver con desavenencias políticas. Te hacen sentir como si fueras una de las hijas de “Tú a Boston y yo a California”. Lo que pasa es que esto no es una comedia estúpida americana.
Es respetable querer subir a un escenario en las mejores condiciones. Lo que no me parece bien es poner la mano para cobrar lo que te ofrece la marca y, además, pretender ser la mejor persona del peor mundo posible. Las personas que mejoran el mundo son las que, en un principio, el Estado ignora, repudia y/o encarcela. Y ese es el momento más difícil de cualquier lucha y el que más apoyo necesita.
Hay quién no ha estado ahí en esos momentos y después han sacado la bandera. Siempre, después. Después siempre viene alguien a hacer caja. Esa es la gran diferencia. Las activistas nunca calculan lo que ponen en riesgo y lo pueden perder todo, las oportunistas solo calculan lo que ganan o pierden, y hacen lo que más le convienen.
