
DIAGONAL | Bob Pop | Se cumplen 25 años del estreno de Amanece que no es poco, una película que ha marcado a una generación y de la que tratamos de sacar lecciones para la vida moderna en este bancal de lágrimas.
Rigurosamente incierto | Amanece que no es poco veinticinco años más tarde; cualquier viernes después de cualquier Consejo de Ministros. Soraya SS y compañía –si la hubiese– comparece y afirma: “Hemos ganado los de siempre”. A continuación, asegura que medio millón de parados es igual a medio millón de delincuentes que defraudan a la Seguridad Social. Y se queda tan pancha.
Para escribir sobre esta película de José Luis Cuerda 25 años después de su estreno es imposible evadirse de la realidad actual que supera y doblega a la ficción, que hace pensar cuánto se parecían las últimas Jornadas Mundiales de la Juventud (Meapilas) –en adelante JMJM– con Benedicto pensándose mandarlo todo a la mierda y meterse a monje budista de paisano; y esa caterva de jóvenes, y no tanto, cantando y dando palmas, a esa escena del inicio de Amanece que no es poco en la que todo el pueblo aplaude enfervorecido el levantamiento de hostia consagrada que efectúa el párroco local. “El Papa es la pera”, aseguró Tamara Falcó acerca del nuevo papa Francisco en una entrevista para Lecturas. ¡Chúpate esa, José Luis Cuerda!
“¡Viva el munícipe por antonomasia!”, “¡Alcalde, todos somos contingentes pero tú eres necesario!”, exclaman los habitantes del pueblo cada vez que su alcalde regresa de la capital (una vez cada dos semanas) y a veces lo hace con una moza nueva. Qué risa, qué imaginación, qué gracia. Siempre y cuando no se compare con titulares –muy recientes, por cierto– que destacan la resistencia del primero de nuestros munícipes al dolor, su titánica capacidad de recuperación e incluso que haya sido capaz de perder diez kilos de peso por propia voluntad. Nosotros somos contingentes. No quiera él saber de qué.
Decir que Amanece que no es poco es "España" sería mucho decir. Porque en "España" hace tiempo que no nos crecen hombres en los bancales, que el materialismo dialéctico ya no sirve como base para hacerse intelectual y que la Guardia Civil no pierde las elecciones. También es verdad que hace mucho tiempo que "España" ha dejado de tener gracia, de ser amable, y de darnos a elegir entre oler bien o montar en bici. Apestamos a rastras y no hay muchas opciones.
Usar la película como metáfora de nuestro absurdo contemporáneo, ya sin gracia, sería ir demasiado lejos y tampoco están los precios del transporte público como para aventurarse a trayectos tan largos. Ya lo hicimos con Bienvenido, Mr. Marshall y descubrimos, demasiado pronto, que aquello con Eurovegas no era un símil ni era un homenaje, sino un plagio.
Si acaso, si tuviera que encontrar un camino recto entre ese amanecer inverso a las siete y pico de la mañana y estos amaneceres nuestros, ya no sabemos ni por dónde, me lanzaría al amor. A la historia de amor entre la campesina Pastora Vega y el hombre que le nace en los bancales, ese Ferrán Rañé a quien ella bautiza como Mariano pese a que él tenía ilusión por llamarse de otra forma, Luis Enrique, creo que era. Ahí sí que veo una metáfora contundente de nuestras vidas, de esa manía que tenemos de tirar del amor antes de tiempo, arrastrarlo con nosotros y dejarlo “cojito para toda la vida”.
Lo demás, lo demás es lo de siempre: el alcalde, el cura y la Guardia Civil. Y un Guardia Civil que se persigue. Y si mañana hay elecciones, esta tarde a las siete hay rogativas, como anuncia/amenaza el cura.
¿Amanece? Y el Gobierno no dice ni palabra de los hombres en los bancales. Prefiere seguir insistiendo en los brotes verdes. Y Botín, que se ha ido a dar unas clases a Oklahoma, descojonado por culpa de la luna llena, va y nos cuenta que el dinero está llegando de todas partes. Porque el dinero, bien lo sabe Botín, es muy de libre albedrío. Un muy buen tema.