20 años de la tragedia aragonesa en el K2

El domingo 13 de agosto de 1995 un alud sepultó en las laderas del K2 (8.611 m) a tres de los componentes de una expedición conjunta de Peña Guara (Huesca) y Montañeros de Aragón (Zaragoza), justo después de que consiguieran alcanzar la cumbre.

Participantes del homenaje en la puerta del refugio de Góriz. Foto: Club Pirineista Mayencos

El domingo 13 de agosto de 1995 un alud sepulta en las laderas del K-2 (8.611 metros) a tres de los componentes de una expedición conjunta de Peña Guara (Uesca) y Montañeros de Aragón (Zaragoza), justo después de que consiguieran alcanzar la cumbre. Javier Escartín (44 años), Lorenzo Ortiz, (24), y Javier Olivar (38) pierden la vida cuando se ven sorprendidos por una tormenta helada con vientos de más de 150 km por hora en la vertiente SE de la montaña de la cordillera del Karakorum.

De la tragedia se salvan los otros cuatro miembros del primer proyecto de ascensión aragonés a la segunda montaña más alta de la Tierra: José Garcés, Lorenzo Ortas, el médico Manuel Avellanas y Manuel Ansón (31). Los tres expedicionarios fallecidos, que hollaron la cima del K-2, estuvieron acompañados hasta casi 1.000 m antes de la cumbre por Garcés y Ortas, que abandonaron el intento de hacer cima como consecuencia del extremo cansancio físico.

El pasado jueves se cumplieron 20 años de aquella tragedia que impactó tremendamente en los corazones de todo aquél que vivía la montaña con un mínimo de pasión, especialmente en aquéllos más allegados a esos compañeros muchas veces de cordada, de salidas invernales, ascensiones, etc., o simplemente de amigos, convecinos y familiares más directos.

Con motivo de esta efeméride, tanto el personal del refugio de Goriz, donde Javier Olivar ejercía su trabajo, como sus amigos y familiares, se han unido para recordar aquella trágica fecha y sobre todo para recordar la figura de este montañero que pasó por el colectivo aragonés con pies de puntilla, con mucha humildad, pero que sin duda era ya admirado por su gran valía técnica, su serenidad y buen hacer en la montaña, y sobre todo y lo más importante, por su gran calidad humana, lo que hizo que mucha gente no directamente relacionada con el montañismo apreciara este particular mundo, tan polémico a veces, pero tan hermoso a la vez y que despierta en los seres humanos sentimientos que muy pocas veces consiguen otras facetas del deporte y de la vida en general.

Así, sobre las 12.30 se reunieron en el mismo refugio de Góriz más de 40 personas para “festejar” en cierta medida, la grandeza de esos montañeros y al mismo tiempo, como decía uno de los asistentes: “celebrar que estamos vivos para recordar a nuestros compañeros desaparecidos y honrarlos como se merecen”.

La jornada fue alegre, los asistentes rondaban desde los 10 años hasta los cerca de los 70. Tomó la palabra la viuda de Javier Olivar, con emoción pero con alegría de ver a tantos amigos y familiares recordando esta fecha. El refugio se volcó sobremanera con una espléndida comida, no en vano, aún lo regentan personas que dieron el relevo a este guarda tan querido. Tras la comida se realizó un pase de diapositivas magistral que recordó aquellos años en los que el montañismo aragonés era grande, muy grande, a pesar de haberse visto mermado tan gravemente ese año. Con ello se dió el punto final a esta entrañable jornada que nos recordó lo frágiles que somos en la montaña, pero a la vez lo grandes y felices que nos puede llegar a hacer, incluso en la adversidad.

Los asistentes volvieron unos por el valle y la gran mayoria por el sendero que conduce a Cuello Gordo, para tomar el autobús que los conduciría a Nerín. Todos disfrutaron del magnífico día que presentó el valle de Ordesa en todo su esplendor. Las intensas lluvias de la noche hicieron que los montes que tanto había querido y hollado Javier, rebosaran de agua como si fueran lágrimas que inundaban el valle recordando su memoria y la de sus compañeros.

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