Cuando la noche del 23 de Julio se hicieron oficiales los resultados de las elecciones generales, los españoles asistimos atónitos a un infausto espectáculo. Por varias razones, la primera fue la puesta en escena de un resultado que certificaba la inoperancia de un candidato. Alberto Núñez Feijoo había desembarcado en Madrid -tras la defenestración de Pablo Casado- como mesías salvador de las esencias del partido popular. Obviamente para devolver a su formación al desempeño que por naturaleza creen que les corresponde: El Gobierno de la nación. En el balcón de Génova todos vestidos de blanco en pureza y castidad excepto …
