Es complejo vivir, en el espacio social de la democracia, sin el armazón estructural del pasado. Sin conocer los lazos que nos unen con el suelo que pisamos, sin las leyendas que riegan nuestro tejido cultural. La memoria individual (recuerdos y sensaciones) y la memoria histórica (reconocimiento y asunción de lo ocurrido) componen la red simbólica de nuestro presente. Sociedades, como la nuestra, que desconocen su Historia reciente -amputada hace años de la educación pública, negada por las instituciones-, carecen del sentido del tiempo, ignoran su identidad y están a merced de narraciones falsificadas, ideologemas convertidos en dogmas: el discurso …