Cuando se cumplen siete años del accidente de Fukushima-Daiichi, los efectos del escape radiactivo siguen sin estar bajo control. Todavía queda el difícil trabajo de desmantelar los reactores y gestionar los abundantes residuos radiactivos producidos. En particular, las 800.000 toneladas de agua radiactivas que se acumulan en el entorno de la central.