Hace meses que mirábamos impasibles a Trump, a Bolsonaro, al ministro de Interior italiano Salvini, a Macron, cuando hacían testimonios hirientes contra diferentes sectores de la población, cuando situaban a algunas personas por encima de otras, cuando nos hablaban desde una posición de superioridad ante colectivos despreciables – pedazos de carne, terroristas, ladrones – que, por suerte, no éramos nosotros. Nos compadecíamos de esas personas migrantes, de esas mujeres, de esas personas racializadas, homosexuales, no cristianas, transgénero, pobres, que iban a sufrir las consecuencias de un gobierno elitista, que no miraba por una población plural y heterogénea, se convertían en …