En el segundo lustro de los ‘70 sucedió algo sorprendente. Murió un lenguaje. La muerte de un lenguaje es un espectáculo llamativo. Es la muerte. Es la muerte en su grado máximo, pues los que quedan, al carecer del lenguaje muerto, carecen de palabras para aludir a los cadáveres que se quedaron sin palabras. El lenguaje que murió en los ‘70 fue el lenguaje del Franquismo, un lenguaje seriamente herido de operatividad. Carecía de herramientas para explicar la realidad desde algún punto de la década anterior. Alocuciones como “por derecho de conquista”, “por lo que luchamos y ganamos”, “España ya …
