Es inaudito que una ciudad como Huesca, en la que fue represaliada más de un 10% de su población civil entre 1936 y 1945, haya tenido que esperar más de 40 años, tras la muerte del dictador, para inaugurar el monumento a los “mártires de la libertad”. Pero es aún más inaudito que Huesca mantenga en sus calles, uno a uno, los nombres de todos los regidores municipales que gobernaron la ciudad durante la dictadura franquista —desde Mateo Estaún hasta Emilio Miravé, pasando por Pedro Sopena, José María Lacasa, Vicente Campo, José Gil Cávez o Mariano Ponz—, contraviniendo la vigente …