Entro en La Ciclería y me da un poco de frío fijarme en la camiseta de manga corta de quien me sirve un rico vaso de leche con cacao ecológico. Justo antes de que vea cómo entra Lurdes, llega hasta mí el vivo color encarnado de sus labios. Enseguida lo llena todo ese acento andaluz con el que las palabras nunca terminan. Comienza a brillar el piloto rojo de la grabadora.
Vamos a empezar yendo al grano, ¿cómo definirías una relación sexual?
El momento en el cual un cuerpo está estimulándose sexualmente, a través de la exploración, la comunicación o simplemente por el placer, ya sea de su propio cuerpo o con otro u otros cuerpos.
Entonces, ¿dónde podemos poner el límite entre lo que es y lo que no es la sexualidad?
La erótica son afectos que se expresan con el cuerpo. Tenemos el imaginario entendido como que sexual es contacto genital con una carga erótica, pero la sexualidad son todas las muestras de afectos a través de los sentidos, un modo de relación. Es cuestión de ampliar la mirada de qué es sexualidad y verla como algo que forma parte de nuestros modos de relación, en todos los momentos. Nunca dejamos de ser seres sexuados.
Una cuestión que podría abordarse desde el punto de vista feminista es ¿qué papel tienen los roles normativos de género en la sexualidad? Mi duda era si tal vez la sexualidad podría ser un ámbito de experimentación en este sentido.
Todo lo que sea explorar distintas formas de sexualidades es cuestionar la norma, es colocarte en un lugar feminista de entender la erótica. Al final es cambiar un modelo normativo, que es muy rígido, para explorar otros campos y encontrar la propia vivencia de tu cuerpo. Hay muchas formas de vivir la sexualidad, cada persona tiene su manera que además va cambiando y fluyendo. Pero hemos interiorizado las normas sexuales y nos hacen sentirnos desde los malestares y desde el silencio. Un ejemplo son las relaciones entre personas del mismo sexo. O relaciones no genitalizadas, o no basadas en la reproducción.

Dentro de lo que parece esa sexualidad normativa, una de las cosas que menos entiendo de dónde viene es la idea de que el deseo sexual en el hombre es algo irrefrenable.
Yo creo que el ser humano es bastante poco instintivo, creo que es un sujeto muy social y nos están socializando desde el momento del nacimiento. Ya nos han asignado un sexo aún estando dentro del útero, siendo meramente un feto. Con lo cual los modos de relación influyen mucho en cómo vivimos la sexualidad. La idea de entender la sexualidad masculina como impulsiva es una construcción cultural. Desde una mirada de la sexología feminista hay que partir de que el contexto nos influye en cómo entendemos y vivimos la sexualidad. Creo que al final somos seres en construcción que tenemos una biología pero ese modo de socialización va influyendo y generando una construcción concreta de la sexualidad. No creo que exista una sexualidad masculina inherente al sexo masculino.
Pues entonces, por lo que dices, una de las tareas pendientes es cambiar ese modo de socialización, ese contexto.
Claro, para mí uno de los trabajos desde las terapias feministas es comprender que aunque la vivencia es personal, subjetiva y por ello legítima, también está influenciada por ese contexto cultural, con lo cual en cierto modo se trata también de responsabilizar al modelo social y quitarle carga a la propia persona que llega con mucho malestar por cómo nos han marcado la manera de entender la sexualidad.
En base a la cultura patriarcal las mujeres están muy desconectadas del propio cuerpo, de nuestro propio deseo, y en cambio los hombres están apegados a un deseo muy reduccionista centrado en lo genital. La sexualidad normativa es muy exigente, muy cuantitativa, todo tiene que ser en grandes cantidades. Y la idea no es que folles mucho, que si follas mucho está muy bien porque es muy saludable, pero es lo que tú necesites y desees para que así sea placentero. El placer sí que es saludable.
La forma de vivir la sexualidad está directamente unida a cómo están entendidas las vidas. Vivimos para trabajar, para cuidar. Vivimos para el otro. La gente dice 'es que no tengo tiempo y estoy cansada' y es lógico. Las dinámicas cotidianas están alejadas del contacto de lo corporal, de sentir los deseos. Está muy bien que tú puedas reestructurar tu vida pero si sigues en un sistema capitalista en el cual tienes que ser productiva y estar cuidando y procreando, al final ¿dónde quedo yo, dónde queda mi deseo, dónde queda mi erótica? Puedes desmontar algo y gestionar algo mejor tu vida, pero es una responsabilidad común, es una crisis sistémica que influye en todos los aspectos de la vida, y en el sexo también. Por eso nuestra idea de estar dentro de la Economía Social.
Es una especie de conciencia política.
Total. Por eso a mí también me gusta nombrarme como activista feminista. Mi profesión la entiendo como un lugar político, de salirte de la psicología más convencional, patologizante, de tratar a las personas como sujetos pasivos y simples individuos. El proceso terapéutico es un proceso de autonomía, es salir de la importancia del juicio externo para alcanzar tu propio criterio, partiendo de relaciones interdependientes. Por eso es preferible hablar de autonomía y no de independencia. La autonomía es hacernos cargos de nosotras mismas, darnos valor fuera de la mirada del otro, aceptando nuestra vulnerabilidad y entendiendo nuestras relaciones como interdependientes. Sentirnos sujetos de derecho: yo valgo pero cuido las relaciones, me permito pedir, me permito que me sostengan. Entre personas autónomas son más fáciles las relaciones equilibradas, por eso claro que es una cuestión social y política.
Recojo esa visión feminista del contexto para preguntarte por dos cuestiones que tienen que ver con el sexo y que suelen suscitar debate. Uno es el tema de la pornografía ¿cómo la ves tú?
La pornografía no deja de ser un instrumento de estimulación erótica y puede ser una riqueza. La cuestión está en que la pornografía como cualquier otro instrumento facilita que se construya un imaginario colectivo. Entonces mientras la pornografía siga siendo machista, patriarcal y colonialista está facilitando que se siga manteniendo ese imaginario colectivo común que no nos hace personas libres ni autónomas con deseos y placeres. Y los canales del porno convencional están llenos también de una idea muy mercantilista del sexo, muy capitalista, entonces claro, ese porno repite y reproduce todo un modelo agresivo de lo erótico. Pero la pornografía puede ser muy saludable desde otra mirada en la que se pueda mostrar una diversidad sexual, donde haya un respeto por los cuerpos y por las vivencias. Creo que cualquier herramienta sexual, si se pone desde una mirada feminista para romper un modelo rígido y opresor, es una manera fantástica de estimularte sexualmente.

Y el otro tema por el que te quería preguntar es el de la prostitución.
Pues en ese tema pasa un poco lo mismo. Creo que las personas tenemos la libertad de hacer con nuestro cuerpo lo que consideremos y también en ese ámbito de lo sexual, pero siempre y cuando la decisión sea tomada desde la autonomía y la libertad y no esté dentro de unos canales de control, de opresión, de obligación. La cuestión es, ¿es posible mientras vivamos en un sistema capitalista y heteropatriarcal? Partiendo del hecho de que no somos libres para no trabajar y todas estamos obligadas a hacerlo sea cual sea tu profesión, el trabajo sexual es un trabajo y hay que mejorar las condiciones de las trabajadoras, no cuestionarlas ni victimizarlas desde un paternalismo machista. Cualquier trabajo donde estemos explotadas y nuestros derechos estén siendo vulnerados, es denunciable y hay que tomar cartas en el asunto. Pero ese tomar cartas no es poniendo el foco en las trabajadoras, sino en contra del machismo que nos agrede e infantiliza, así como cuestionando los mecanismos del sistema capitalista que mercantiliza las vidas.
Además, hay un temor al sexo. ¿Por qué es ofensivo que se tenga sexo por dinero? Hago otras muchas cosas con un intercambio de dinero y no pasa nada, aunque sigo siendo un cuerpo oprimido por el hecho de ser mujer. Pero ésta es la doble moral que se mueve siempre con el tema del sexo, es decir, es ofensivo que trabaje con mi sexo pero no es ofensivo que dedique parte de mi vida a las tareas invisibles de los cuidados... ¿perdona? El sexo no es algo oscuro, sucio o denigrante, son los sistemas de poder los que son sucios y oscuros. El trabajo sexual puede ser una forma de autogestión laboral legítima.
Ahora que nombras los cuidados, estaba indeciso sobre cómo relacionar ese concepto con el sexo.
El placer es una forma de cuidado. La cuestión es cómo están organizados esos placeres/cuidados. Los géneros nos están influenciando en cómo vamos a vivir la sexualidad. El género entendido como algo femenino significa 'voy a darte placer (cuidarte) olvidándome de mí', y el masculino es 'no te voy a ver a ti sino que sólo me voy a ver a mí'. Nunca se entiende el sexo como una forma de autocuidado o de cuidado. Y claro que son cuidados. Es plantear otro tipo de imaginario, entender que el sexo puede ser autocuidado y cuidado de la otra persona o de las otras personas. Darle placer a un cuerpo es, en definitiva, cuidarlo.
Una amiga mía dice que tiene una prueba del algodón en esto del sexo. Cuenta que si está con una persona en la cama y se ríe es que la cosa va bien. ¿Qué relación tan curiosa hay entre el humor y el sexo?
Las risas en el sexo son algo maravilloso. Tanto la risa como el sexo son saludables y placenteras, ¡qué más puedes desear! Lo que ocurre es que parece que la sexualidad tenga que ser algo serio. Y sin embargo poderte divertir, poder mirar la sexualidad desde la alegría y el buen humor es como una dosis doble de salud y de placer. De hecho desde la cooperativa nos planteamos esto como algo revolucionario, porque disfrutar del sexo a través de la risa es salirte de la norma. Y trabajar los malestares sexuales a través del buen humor pues también es una vía de resolverlos. La sexualidad se tiende a problematizar y hay que mirarla desde otro lugar. Me parece un buen criterio el de tu amiga.
Entonces ¿nos contarías alguna anécdota divertida que te haya ocurrido?
Siempre me divierte mucho la reacción que hay en torno a los arneses y los dildos. Me genera habitualmente bastante buen humor cómo se vive el ano por parte de una gran mayoría de cuerpos, sobre todo de cuerpos construidos como masculinos con pene. Por eso nos gusta contar esta anécdota: yo soy Pili, tengo mi pareja Paco, y Paco un día me dice que quiere tener sexo anal, y se pone muy pesado, yo me voy trabajando esa idea de tener sexo anal hasta que un día ya estoy preparada y entonces le digo: Paco, vamos al lío. Y aparezco con un arnés, entonces se queda pálido. Y cuando lo cuentas en grupos, la gente empatiza mucho con la sensación de Paco. Se trata de romper con una idea previa. Hacer pensar que dos mujeres pueden penetrarse, que los anos se pueden penetrar sea cual sea tu cuerpo o construcción sexual. Ano tenemos todas las personas, el ano es democrático, es común, es igual en todos los cuerpos. No sé dónde está escrito que yo tenga que ser penetrada siempre, por delante y por detrás, y no pueda penetrar.

Y la pregunta que nunca te habrán hecho sobre vuestra cooperativa, ¿qué es Desmontando a la Pili?
Es una cooperativa de mujeres feministas, varias de nosotras psicólogas sexólogas, que pretende desmontar la idea de sexualidad normativa que tenemos y que nos influye en cómo nos construimos como personas, cómo nos relacionamos. Queremos cambiar todos esos miedos, tabúes e ideas erróneas que hay en torno a esa sexualidad, que han colonizado nuestros cuerpos, para construirlos de un modo autónomo y libre. La Pili nos sirve para entenderla como esa parte que no nos permite vivir la sexualidad de un modo pleno y que viene al pelo por la idea de la Virgen del Pilar, el pilar de la educación judeo-cristiana y de la colonización del mundo, y en cierto modo de nuestros cuerpos y deseos. Es desmontar esa parte de nosotras que no nos permite vivir la sexualidad de modo alegre, saludable, y construirla como cada cual necesite en cada momento. Porque nosotras entendemos que la sexualidad es fluida, no es rígida, y va cambiando a lo largo de nuestra vida.
¿Cómo hacéis todo eso?
Por un lado hacemos talleres y charlas de educación sexual, agenciamiento o empoderamiento sexual, y de relaciones de género. Por otro lado las asesorías y las terapias sexológicas. Este año hemos comenzado a llevar la asesoría gratuita del CIPAJ que es para jóvenes hasta 30 años, y la de la Universidad de Zaragoza que es para toda la comunidad universitaria. Y luego haciendo reuniones tupper-sex que es una herramienta muy fácil para poder hablar del sexo y la sexualidad a través de los productos eróticos y terapéuticos. También a través de la venta de estos productos, siempre haciendo una selección desde un consumo ético y responsable, que no sean sexistas, que no sean tóxicos para el cuerpo, mejor si pueden ser de proximidad, si son artesanos perfecto, o de comercio justo. Incluso productos ecológicos.
Para terminar un par de preguntas más personales. Este acento que tienes me hace suponer que la infancia no la pasaste en Aragón. ¿Qué te trajo hasta aquí?
Soy sevillana y andaluza, de teta y políticamente hablando. Fue una migración de formación y buscarme curro. Primero, me fui a Barcelona a estudiar. Tenía una pareja por aquel entonces que estaba en Zaragoza, así que tras mi formación valoramos dónde era más factible construirnos una vida, y ahí ganó Zaragoza. Siempre digo que me vine a Zaragoza por amor y que vendo sexo. Reconquistar ambas palabras desde la autonomía me parece importante. Tuve la suerte de encontrarme con Towanda y comenzar a colaborar, aprender y trabajar con ellas. A pesar de no tener familia aquí, he construido una buena y cálida familia elegida. Además, siempre ha existido un vínculo especial con esta ciudad porque mi tío Paco estudió unos años en la facultad de Medicina hasta que fue expulsado de por vida de la Universidad por luchar contra el franquismo. Estuvo mucho tiempo en la cárcel de Torrero, donde Emilio (de Casa Emilio) llevaba a todos los presos comida el 1 de mayo y construyó una muy buena familia de amigos y amigas que le han acompañado y ahora, además, me acompañan a mí. Zaragoza, aún siendo la ciudad del clima más duro que podía imaginar, es una ciudad donde habitan personas con las que me siento como en casa, casi casi como en mi hogar.
¿Y de dónde te viene el interés por la sexología?
Estudiando la carrera, fue con un trabajo de psicología jurídica y forense cuando tuve el primer contacto a nivel más teórico con la realidad trans. Y fue como un crujir de mi cabeza, de repente ver la construcción de la sexualidad, el control, la medicalización y el tutelaje médico que hay en torno a la transexualidad. Así que decidí que quería hacerme sexóloga.
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