Los fondos de la UE, del cuento de la lechera a la claudicación del estado

En julio del año pasado Pedro Sánchez era recibido en la Moncloa entre aplausos de sus ministros. Venía de la negociación de los fondos de la UE y se entendió el resultado de la misma como una gran victoria. No solo se había evitado que los países frugales impusieran políticas de recortes a España, sino que los objetivos marcados en los fondos estaban perfectamente alienados con el acuerdo de gobierno progresista. Además, era tanto el dinero que recibiríamos que, como en el cuento de la lechera, nos animamos a creer que con ese dinero recuperaríamos soberanía, reindustrializaríamos el país e …

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Alberto Cubero.

En julio del año pasado Pedro Sánchez era recibido en la Moncloa entre aplausos de sus ministros. Venía de la negociación de los fondos de la UE y se entendió el resultado de la misma como una gran victoria. No solo se había evitado que los países frugales impusieran políticas de recortes a España, sino que los objetivos marcados en los fondos estaban perfectamente alienados con el acuerdo de gobierno progresista. Además, era tanto el dinero que recibiríamos que, como en el cuento de la lechera, nos animamos a creer que con ese dinero recuperaríamos soberanía, reindustrializaríamos el país e incluso llegamos a soñar que cambiaríamos el modelo de centro periferia del capitalismo europeo. Alguno tanto se animó, que certificó que la UE había cambiado y ahora era un proyecto democrático y redistribuidor de riqueza.

Siete meses después, los ministros socialistas reconocen abiertamente que a cambio de los fondos Bruselas nos exigen recortes en las pensiones e impide derogar la totalidad de la reforma laboral. Resultó que las “recomendaciones” del semestre europeo difieren en la letra y el espíritu del acuerdo de gobierno de coalición.

Difícilmente los fondos servirán para que España recupere soberanía económica si no se pueden utilizar para crear empresas públicas o incrementar la participación pública en sectores estratégicos. Los fondos están diseñados para ser entregados a empresas privadas que luego se deslocalizarán o no según les interese, como tantas veces hemos visto. Endeudamiento de los Estados para transferir dinero público a empresas privadas. Quizás la gestión de esta crisis no sea tan diferente a la de 2008 como nos habíamos creído.

Este dinero público servirá para que las grandes empresas privadas puedan actualizar sus modelos de negocios a las nuevas exigencias de la competencia global. ¿Cómo pudimos creer que esa UE que nos obligó a desindustrializarnos en los 80 para formar parte de ella, nos iba a dar dinero para lo contrario? No se financiarán proyectos en función de las necesidades del modelo productivo español sino de los planes de negocio de las empresas. Y desde luego, estos fondos no están pensados para que los países del sur de Europa puedan modificar su posición de subordinación y dependencia en una Europa gestionada por y para los intereses de la banca y la industria alemana.

El modelo centro-periferia seguirá operando y España seguiremos siendo un país de servicios y gran parte de su izquierda política, unos ingenuos que tropezamos por enésima vez con la piedra de la naturaleza del proyecto de la UE. Igual que la leche se desparrama en el cuento de la lechera, así sucederá con el sueño de aquellos que ingenuamente confiaron en que esta UE nos iba a conducir a una sociedad más justa, igualitaria, democrática y sostenible.

Los fondos europeos son además la excusa perfecta para dar una vuelta de tuerca más a la claudicación del Estado al interés del gran capital. El gran volumen de dinero y el corto tiempo de ejecución es quizás lo único cierto que se dijo en julio del pasado año. Con el argumento de que el Estado es incapaz de gestionar semejante volumen de dinero en tan poco tiempo, se externaliza su gestión a grandes consultoras que serán las que realmente decidirán qué proyectos se van a financiar, es decir, entre qué grandes empresas se va a repartir el pastel.

Los fondos europeos podrían haber sido el impulso para reforzar la Administración dotando sus plantillas con trabajadores cualificados que velasen por el interés público y respondieran únicamente a criterios técnicos y a la voluntad democrática de los gobiernos. Sin embargo, la solución que se ha buscado no es la lógica de fortalecer las administraciones públicas para gestionar eficazmente los fondos, ha sido precisamente lo contrario, modificaciones legislativas express para debilitar la influencia y control público y facilitar aún más, la entrega a manos privadas de esa cantidad ingente de dinero.

Evitando controles, quitando a funcionarios de los procesos de decisión y tramitación, se simplifica que el dinero vaya donde quienes tienen el poder quieren que vayan. El mejor ejemplo es como Pedro Sánchez tardó un sólo día en aceptar la propuesta de la CEOE de aprobar un Decreto-Ley para “agilizar los fondos europeos”. Un Decreto-Ley que fue validado la semana pasada en el Congreso (con la abstención de Vox) y que refuerza la colaboración público privada con la creación de los PERTE (proyectos estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica), agiliza plazos eliminando control público y exige menos a las empresas a la hora de demostrar solvencia, justificar facturas u obligaciones tributarias.

También Aragón ha aprobado su “Ley contra las trabas burocráticas” para gestionar los fondos europeos y que según Ciudadanos, era una de sus líneas naranjas para aprobar los presupuestos. Una ley que llega a modificar hasta 13 normas bajo la filosofía de que “lo privado es mucho más eficiente que lo público” por lo que se externalizan funciones a una nueva figura denominada “entidad colaboradora de certificación”.

Junto a la “colaboración público privada” el nuevo mantra neoliberal para diseñar el marco discursivo de estos fondos de la UE es la “gobernanza”. Si en la “colaboración público privada” se nos hace creer que lo privado colabora e incluso ayuda a lo público, en la “gobernanza” se hace creer que las decisiones se hacen participativas, horizontales y transparentes. Nada más alejado de la realidad. Las grandes consultoras, conocidas como “big four” (KPMG, Deloitte, PWC y EY), fueron invitadas a finales del año pasado por Moncloa y determinados ministerios como Economía, Industria y Cultura (todos del PSOE) para trabajar con empresas y administraciones con el objetivo de lanzar proyectos, lo que hará del proceso de adjudicación de los fondos de la UE un mero trámite.

Esta colaboración se está desarrollando a través del sistema “probono”, un mecanismo que permite a las consultoras tener acceso información privilegiada del Gobierno como las condiciones de los concursos, además de líneas de crédito y criterios utilizados para superar el filtro ministerial para los fondos europeos.

La externalización de la gestión de los fondos y la eliminación de controles, añadido a la dinámica del capitalismo español de corrupción, amigotes y dinero rápido, es el coctel perfecto para que los fondos de la UE no solo no cumplan el cuento de la lechera, acaben convirtiéndose en el nombre de un futuro caso de la Fiscalía Anticorrupción.

Que lejos quedan ya aquellos aplausos a Pedro Sánchez al llegar a Moncloa. Cualquiera con un mínimo espíritu crítico o que no olvidara la naturaleza del proyecto de la UE, sabía que eran un error y que en julio nos estábamos contando el cuento de la lechera. A la postre, lo que estamos presenciando es cómo los fondos europeos suponen un nuevo paso en la rendición del Estado ante los intereses del capital, que corre el peligro de no ser puntual y que perdure más allá de la gestión de estos fondos, siendo ya norma para toda la contratación pública y gestión de servicios por parte de las administraciones.

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