Llámesele posverdad o mentira emotiva, lo cierto es que la falsedad se ha convertido en ingrediente habitual de la dieta informativa que, de una u otra forma, conforma el pensamiento y las decisiones de la ciudadanía y casi imperceptiblemente, acaba cobrando carta de naturaleza en la convivencia a tal punto que la veracidad queda eclipsada por el brillo de un espectáculo que se vende bien en los medios de comunicación de masas que para mantener su cuota de pantalla, elevan cada día la apuesta de lo insólito.
